Reportes - Venecia - Italia México

Lorena Tabares Salamanca

Tiempo de lectura: 7 minutos

A
A

30.05.2022

Hasta que los cantos broten. Ecos sobre la presencia colectiva en el Pabellón de México entre tiempos y tecnologías perturbadas

Pabellón de México en la 59ª Bienal de Venecia

Hasta que los cantos broten es el denominador común de la participación mexicana por octava ocasión en el formato de pabellones nacionales de la Bienal de Venecia. Este título es una alusión al Temilotzin Icuic, poema de Temilotzin de Tlatelolco, un estratega militar azteca y forjador de cantos. En el sentido náhuatl de la palabra él es un poeta. 

La curaduría de Catalina Lozano y Mauricio Marcin, tal como su nombre indica, se propone un desvío a la figura individual: ya sea de le artista, de lo privativo de un sólo género, de los centros de producción usuales y, aún más, de lo meramente humano. Este brote de cantos anuncia que, a pesar de las circunstancias, semillas colectivas en cualquier momento harán su aparición ¿Qué esperamos para oírlas o pronunciarlas? Los seres parlantes de estos varios Méxicos desconocidos por el efecto homogeneizador de una política racial y nacionalista, y quienes por más de quinientos años han/hemos sufrido los efectos coloniales y neo-coloniales, viven/vivimos entre fantasmagorías, invisibilizaciones y ecos por donde se cuelan los gritos y los llantos. Recuerdo las palabras de una cita que la misma Lozano hace en The Cure (2018): «Do I believe in ghosts? No, but I am afraid of them.» [¿Creo en los fantasmas? No, pero les tengo miedo.] Las relaciones entre la vida y la muerte, lo invisible y lo visible aparecen en el ocaso de esta modernidad como fantasmas.  

Con el radar emocional al otro lado del océano, intento seguir en simultáneo la bienal y las múltiples caravanas en contra del ecocidio que está en curso en varias zonas de México. Mientras se llevaba a cabo la inauguración de los pabellones y artistas como Cecilia Vicuña nos recitaban sus cantos por la memoria de los ríos que se nos están apagando, en México tanto los grupos ilegales como los organismos policiales reprimían y perseguían ferozmente a las comunidades que luchan contra la contaminación de los acuíferos y dragados de los pozos. Grandes transnacionales y mineras permean sus propias políticas neoliberales con estrategias armadas para desplazar a les habitantes de tierras comunales. ¿Qué pretendemos hacer brotar sin el agua? En las últimas semanas se han desplazado violentamente cientos de personas en Chiapas, particularmente en las comunidades de San Gregorio y Aldama; se han levantado violentamente asentamientos de comunidades triquis frente a Bellas Artes en la Ciudad de México; y se han ignorado los pedidos de restitución de tierras comunales que los wixárica exigen mediante una caminata de más de 900 kilómetros desde Jalisco hasta la CDMX. En este panorama resulta más urgente que nunca reencantar el mundo, tomar como fuerza constituyente las decisiones colectivas.

México tiene su sede en el Arsenal, un histórico edificio del siglo XIII, y comparte localización con pabellones como el de los Emiratos Árabes Unidos. Queriendo cumplir con un cronograma extenuante de inauguraciones caminé por jornadas de entre seis a ocho horas dentro de esa fábrica naval. Con una recuperación sin precedentes, este espacio amalgama sus propias ruinas y el moho común de los puertos: Venecia es un símbolo de la suntuosa decadencia. Se convierte cada dos años en una seudo-cumbre de negociaciones metafóricas y políticas de unas realidades imposibles de reterritorializar[1]; aloja entre sus capas el eco sutil de una fábrica de guerra, en la cual reposan las piezas de les artistas invitades: Mariana Castillo Deball, Santiago Borja, Fernando Palma Rodríguez y Naomi Rincón Gallardo

Este pabellón resuena en sus cuatro puntos. En su cima imaginaria hay un cuarto oscuro que divide al salón general de las especies indeseadas o la video-instalación de Naomi Rincón Gallardo titulada Soneto de alimañas (2022). Los sonidos de su afilado guión se solapan con el chirrido exterior de la instalación Tetzahuitl (2019) de Fernando Palma, una fuerza vertical tecno-chamánica que sacude 43 vestidos en el aire y los deja desgonzar en el suelo al compás de las manos del coyote viejo. Estas fuerzas o hábitos sin cuerpos reposan sobre el suelo grabado, junto a otros tres linograbados enmarcados de Mariana Castillo Deball —toda la instalación se denomina Calendar Fall Away (2022). En un marco amplio, esta exposición tiene ritmos opuestos: en el caso de Castillo Deball, los abarrotados motivos que aparecen cerca de la cima se van disgregando hasta ser más escasos al alcanzar la puerta delantera del pabellón. La colaboración entre Santiago Borja y las tejedoras de El Camino de Los Altos, en Chiapas, que concluyó en Talel (2022) recoge 23 telares hilados por once colaboradoras, tal como los 23 cromosomas del cuerpo humano. Los telares son foco de conexión con lo terreno, pues su instalación se acomoda a la fuerza de la gravedad. En los remates de cada telar cuelgan pesados objetos como rocas, botellas de coca-cola, troncos o velas, algunos menos rígidos como los elotes o los peines de cabello. Es tan inquietante como atractivo que para tener una comprensión del espacio sea necesario estar en constante movimiento: inclinarse, encogerse, sentarse o moverse de una esquina a otra. 

¿Cuál es la longitud del halo que abraza esta exposición? Me adhiero como visitante a los propósitos de esta curaduría por no caer en el pesimismo que provocan los laberintos sin salida, dependerá de los pasos que demos para organizarnos como sociedad el poder delimitar el propio camino de respuesta. Si la cuestión está en preguntarnos por los cuerpos, la propiedad y las producciones por fuera del capitalismo, lo que presenciamos aquí, por el contrario, nos lleva al choque constante y voraz; es decir, no hay epistemología otra que en su resistencia no esté siendo atacada por un sistema que solidifica las oportunidades de escape de la “hidra”, parafraseando al Movimiento Zapatista para nombrar al enemigo —así también dicho por Mauricio Marcin en una entrevista reciente. En esa medida, creo que este espacio —mediado por un organismo de Estado que ensalza el Zapatismo revolucionario de antaño o las figuras como Benito Juárez— es prudente a la hora de presentar abiertamente quiénes y cómo están realmente haciendo epistemologías reconstitutivas declaradamente anti-capitalistas. ¿Qué hay de un arte que invite a hablar de tú a tú con otres que desconocen la centralidad de sus gobiernos?

Por otro lado, la influencia del capital sobre las sociedades es más que real. ¿Qué se amalgama entre la insistencia de una ancestralidad, el peso del capitalismo y la colonización latentes en esa trinchera que llamamos México? Se amalgaman sus ausencias y, a su vez, sus presencias. La ruptura del calendario, las tecnologías gráficas de los códices y la catequización de les habitantes de estas tierras en Mariana Castillo Deball es simétrica con los tiempos perturbados y las ironías que Naomi Rincón Gallardo nos presenta con cinco siglos de diferencia, donde los bichos o cúmulos de excrementos buscan cómo resistir a su propia toxicidad. Las tecnologías también son presencias, en su apariencia y funcionalidad los tiempos se comprimen. Si referenciamos a nuestro alrededor las herramientas que usamos, veremos que en ellas habitan las invenciones de sucesivas décadas o siglos. Existe un vaivén entre equipos radiotransmisores, máquinas-animales precarias o grandes textiles de lana donde la aguja o el telar fue su principio más arcaico. En otro caso, los cuerpos de quienes no podemos olvidar surgen en su misma ausencia, nos referimos a los 43 desaparecidos de Ayotzinapa o a otros 43 seres surgiendo a la vida.  

Hasta que los cantos broten transporta hacia otro punto de esta esfera las contradicciones y colisiones epistémicas. El capitalismo aparece como una fuerza arrasadora de quienes viven y opinan diferente, aún así esta exposición también se convierte en un espacio limítrofe para comprender la existencia en resistencia de visiones ancestrales y futuras de esta actualidad. Presencias, ausencias, excrecencias, tiempos fugados y reproducciones reveladoras de la existencia se vuelven lentes múltiples para distorsionar y fijar nuestra propia existencia. ¿Es esta una experiencia sobre les que se rebelan a desaparecer?

Notas

  1. La estructura de participaciones nacionales —por momentos nacionalistas— está más obsoleta que nunca al convertirse en un anatema político de censuras y silencios en medio de un conflicto bélico en curso y otros en ciernes en el Pacífico sur. Este anatema es permisivo con muchas de las coaliciones político-militares que abusan de estructuras más frágiles de poder. Quiero decir que en este calco a pequeña escala de nuestra geoesféra en Venecia se cuelan idénticamente las economías de muerte y construcciones categóricas de quienes nacemos allí, el rol del Estado-neoliberal es hoy, más que nunca, el de la división de grupos sociales y la economía de la opresión, lo cual colisiona fuertemente con la reimaginación de sociedades organizadas fuera de estos aparatos políticos. En los ombligos del mundo la contradicción se elimina, en cambio para las fuerzas colectivas se vuelve una manera de caminar.

Comentarios

No hay comentarios disponibles.

filtrar por

Categoría

Zona geográfica

fecha