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03.07.2022

General Expenses presenta «Kilómetro Cero», y «Bodegón» (Project Room), un proyecto de la Unidad de Montaje Dialéctico, CDMX

Hasta el 29 de julio en General Expenses, CDMX

Texto de Kilómetro Cero:

Pensar en Kilómetro Cero es pensar en una especie de no lugar, sin coordenadas específicas pero inscrito en una localidad. Esta exposición pretende tener en cuenta la distancia entre el punto de producción de las obras y el espacio expositivo. La visión global de este conjunto de obras remite directamente a las geografías antípodas, que en un ir y venir autorreferencial se encuentran y coinciden con el contexto propio.

Texto Bodegón por Guillermo Santamarina:

Tomados del giroscopio de Edgar Morin (“Hace falta abrir la posibilidad de un conocimiento a la vez más rico y menos cierto”), en la estructura de la multifocalidad de las composiciones de la clandestina Unidad de Montaje Dialéctico, visitamos el eje concertado en el concepto de eventual refundación a partir de la búsqueda, por los perímetros de lo nebuloso, grave, pero también esperanzador requisito del cine cavernario (su emblema de activismo, resistencia y gozo); y otra cuota, con el flujo de la poética recurrentemente silogista, en la tensión de examen epistemológico, la probable oferta didáctica, la factible declaración política, la indudable plataforma de afectos, el sugerente sumario de fantasmagorías, e incluso, el temerario y emocionante registro de nostalgia de dictamen de alguna utopía humanitaria, en el perímetro deteriorado de la sociedad de la información.

El fracaso del modo de pensar simplificador, y de la praxis social y política que surge de la historia a ultranza, tienen sumido al humano contemporáneo y a su mundo en un profunda y radical estrabismo, pero paradójicamente, al mismo tiempo, en apuestas e inspecciones perpendiculares. No en sentidos rectilíneos, sino en circulaciones de transversalidad, acorde a las capacidades de percepción del cerebro humano. Precisamente desde esa capacidad, en elipse orgánica, surge para la UMD el estímulo de un nuevo modo de observar-pensar-jugar-reaccionar- comprender, apuntando hacia el cavernario paradigma de la complejidad, que en cuanto tal deberá regir no sólo el pensamiento y los usos lógicos, es decir, nuestro conocimiento, sino también nuestras acciones de convivencia funcional, o nuestro desarrollo como personas. El paradigma de complejidad dialéctica implica comunicación y confiada conquista, no en términos absolutos/insustituibles/reduccionistas/excluyentes. La complejidad de montaje dialéctico es relación dinámica y es certificación de cualidades; ni siquiera excluye la simplificación, y de hecho la integra como uno de los elementos del pensamiento de la confrontación de la verdad. Al ser multidimensional, e incluso aceptando su latente contradictoriedad, es abierta e inclausurable (complejidad dialéctica es incompletud); es incertidumbre, y en esa priman las estrategias de los pronunciamientos cinematográficos de este colectivo.

Los bodegones de la UMD son básicamente estrategias y también son catalizadores dispersantes a las estrategias de las historias y de las estéticas de la convención: esas redes de pesca del sujeto en condición de masa. Como sabemos, para el modelo de simplificación historicista y del buen o mal gusto, el concepto de sujeto es irrelevante. Para los autores de los bodegones de la retórica simplificada es indiferente el fenómeno de casualidad que encontró a dos o más elementos vibrantes en una misma superficie pictórica. Parece ser que únicamente hacen un acuse (en la garita de la cultura ordinaria), hasta el punto de hacerles a esos elementos un desaparecer de la conciencia, al prescribir que las conjugaciones (sujeto-verbo- complemento) son resumen de un algo “pragmático”, aleatorio, casi irracional. O bien se les mantiene en calidad iconológica, pero en circunstancia pre-concebida; como estructura sustancial, pero vacua, aislada/separada de todo lo que no sea la singularidad de una perspectiva oficialmente histórica, o de estética regulada, y/o como una entidad metafísica vagamente comprensible, que en nada afecta al conocimiento funcional urbano.

En los bodegones de la UMD no existe en señal prioritaria la voluntad taxonómica, como se proponía este ejercicio alegórico en la pintura europea del siglo XVIII. Sin embargo podrían estar vinculados a ese género iconográfico y a su eventual servicio, por el registro de enunciados que fluyen como voces de un discurso psicogeográfico, en condiciones captadas en el ámbito de lo domestico, entre el control sedentario y sus fetiches de identidad, de placer y de sometimiento, tanto de la naturaleza como de todo lo que se presenta en el mundo, hasta las búsquedas en derivas nómadas, acompañadas por sus emancipaciones situacionistas. Con discreta ironía, los bodegones de la UMD son desplegados de imágenes que procuran fluir, con licencia de complicidad, en el inventario de indispensables y deseados, o el registro de seductores y trivialidades, como también de inserciones de vicios, placebos y distractores, subvirtiendo crítica y paradójicamente las deferencias al consumismo (obvio, definitivamente muy lejos de parecerse a spots de publicidad), o a la pérdida o una consumación, con efectivos acentos de duplicidad, de materia prima y de caracteres culturales que el imperialismo o las economías industriales consignaron a los impactos de una realidad extractivista sin límites. Sobre esto, los enfoques de la UMD en la noción de patrimonio planetario intentan ser ampliamente vigentes como posición humanista, en la concordancia de lo legítimo y de la sustentabilidad del patrimonio ambiental, de la vitalidad y de la ética. Y lo mismo con respecto a un procesamiento de la verdad y la justicia social, echando mano de cierta teatralidad, probablemente de raíz brechtiana, dialéctica sin duda, que da la cara a formas de genérica explotación. Dioramas que acaso intentan representar naturalezas muertas como asignaciones y efectos en cartografías de emociones: en mesas para la degustación y la postergación ilimitada de “vanitas vanitatum, et omnia vanitas”.

La dicotomía entre lo teleológico (la teleología es la rama de la metafísica que se refiere al estudio de los fines o propósitos de algún objeto o algún ser, o bien literalmente, a la doctrina filosófica de las causas finales) y la estética singular de la UMD, también traza estas observaciones cinemáticas en la media luz y la bruma. Las traza pero no las determina, ni las finaliza. Traza brechas a una hipotética ubicación de integridad en el curso de las proyecciones del grandilocuente concepto “visión”; pero afortunadamente también se toma libertades en los territorios del sueño, la alucinación, o de la asimilación de la entropía, y hasta el enorme abrazo a la gratuidad.

…con disparos de quimeras, o tanteando nuestros pulsos absurdos.

Bodegón 1 realiza una malversación barroca del género pictórico del bodegón, surgido en el siglo XVII junto con la burguesía mercantil, para trazar una constelación de historias de violencia, despojo y colonización que dieron (y dan) forma al comercio global. La pieza se conforma de cinco ensayos que funcionan en conjunto así como individualmente. Cada uno estudia los procesos de migración de un objeto: las naranjas, la piña, las plumas, la amapola y el maíz. Vistos en conjunto, trazan un bodegón que recorre más de mil años y que cartográficamente va de China a Europa, pasando por América Latina, el Caribe y los Estados Unidos.

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