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04.12.2020

Galería Hilario Galguera presenta "Post tenebras spero lucem", México

Ciudad de México, México
29 octubre, 2020 – 22 enero, 2021

ALTAR

En este espacio empezamos a construir una estructura física y mental consagrada a un culto, una ofrenda como un sacrificio de nuestro conocimiento y orgullo para relacionarnos con la divinidad inherente al quehacer artístico. Intentar explorar con esta experiencia nuestra correspondencia con los elementos trascendentales y sobrenaturales en la práctica del arte. El arte como un vehículo de salvación.

Empezar para algunos y ensanchar para otros el significado de nuestra importancia y convicción como consecuencia de este entendimiento de seres relevantes. Agentes de cambio producto de una resurrección de valores y conceptos aparentemente caducos, cuya ausencia nos ha arrojado al abismo de la banalidad, de la trivialidad de una vida, de la terrible y destructiva presencia de la ignorancia, de la ineptitud para buscar soluciones en lo más evidente.

Post tenebras spero lucem es el lema que empleó el humilde y universal impresor Juan de la Cuesta en el sello de su primera edición de El Ingenioso Hidalgo Don Quixote de la Mancha, en el año 1605. No era novedad, ya que lo habían usado otros impresores en sus emblemas tipográficos, en atención al deseo de disipar la oscuridad que tanto apoyaba la Inquisición. Por ejemplo, yo lo vi por primera vez leyendo esa máquina excepcional y monstruosa que es el Quijote. Hace sentido porque es la más grande apología de la belleza, la lealtad, el agradecimiento, el ideal, el amor, la convicción, la verdad, el deseo, y también la esperanza en un mundo mejor. Quijote y Sancho, arquetipos humanos alejados de los dioses. Arquetipos de nuestro bien ser. Después lo leí en una obra escrita en latín del Libro de Job, texto canónico que recupera el sentido de la vida a través de la esperanza y la convicción en lo divino sobrenatural, con cuya conciencia la mayoría de los mortales obtiene la fuerza suficiente para poder seguir vivos. Y otros, con la sola esperanza de regresar a la luz después del sueño.

De acuerdo con cualquier métrica, hoy el hombre vive mejor que en ningún otro tiempo de la historia. El problema es que la decadencia surge cuando se enquista en algún punto específico. No son tiempos tenebrosos excepto para la ignorancia y la ausencia del sentimiento de pertenencia a las más altas esferas del pensamiento y la espiritualidad humana.

Las crisis siempre estarán presentes, guerras, epidemias, hambrunas, el odio por el otro. Hoy nos toca una crisis singular, la mentira y la ignorancia que arrastra países enteros. Algunas veces estas imitaciones nos acercan demasiado a un abismo. Como al que nos acercamos otra vez. En estos tiempos el futuro promete la desilusión de un mundo ideal en construcción.

¿Podrá haber un futuro mejor en términos cuantitativos y cualitativos? Sí, para unos. No, para otros. Esta división no se convierte en ningún argumento y mucho menos en un acercamiento a la esperanza.

Post lucem spero tenebra, después de la luz espero las tinieblas. En nuestro acontecer diario, yo no veo diferencia. Es un asunto personal. Hay quien espera la luz como una especie de trampantojo o un engaño a una realidad amarga, y hay quien espera las tinieblas para retar y esperar pacientemente el regreso del aliento vital. No hay quien triunfe. Pero la luz, al menos, nos permite ordenar ciertos procedimientos vitales. Damos cuenta, por ejemplo, de que el brillo de la luz todavía nos despertó. Nos permite encontrar libros, ideas, causas perdidas. Mientras que en las tinieblas nos perdemos en abismos sin medida. Pero también en la belleza, porque ahí es donde creo que reside el monstruo de la poesía que se apodera, destroza y engulle el sueño del artista. Del verdadero artífice de lo más alto en el espíritu humano. Los románticos alemanes primero lo vieron como un signo alarmante. El racionalismo exacerbaba posiciones de conocimiento, pero también de odio. Los románticos regresaron a la naturaleza, a los brazos de la amada. Al final llegó Goethe y sin ninguna restricción se entregó a Mefistófeles. De las tinieblas a la luz y de la luz a las tinieblas. Dante, muchos años antes, hizo el mismo viaje; Virgilio, poeta casi mitológico, lo llevó al infierno a través de un bosque oscuro, hasta que Beatriz, como atisbando una claridad, lo llevó a la luz. O a lo que por lo menos en ese renacimiento significaba la luz.

Hoy es diferente. Siglo XXI

En estos tiempos posmodernos las narrativas ya no existen, la ciencia no es el progreso, la familia ya no es el centro, la religión no es la creencia, lo simbólico se va esfumando poco a poco. Así es como se ha empezado a construir la angustia de la ausencia de lo real: de la realidad del conocimiento, de la base vital del hombre. ¿La narrativa (oculta, tal vez inexistente) del arte todavía existe? ¿Su sentido simbólico todavía explica el sentido de la vida? Quisiera yo creerle a Heine, siempre y cuando la poesía, el duende de García Lorca, se manifieste intempestivamente reconstruyendo la base poética, generalmente en la tinieblas, en los sonidos, los golpes, las heridas y las presencias oscuras que recibimos con el corazón abierto. Aunque estemos en el mediodía. Aunque la luz nos ayude a reconstruir el devenir oscuro de nuestras vidas.

El arte, como nosotros, tiende a la luz, aunque las más de las veces acabemos incendiándonos sin saber exactamente cómo y por qué.

Aquí, en este lugar, en este altar programático se propone una recuperación a través de las piezas expuestas, de presencias intangibles pero definitivas en nuestra percepción. Porque el acto poético insertado en la obra de arte es ajeno a cualquier circunstancia histórica.

Es de esta manera, con todas esas referencias canónicas, presentamos un montaje en el que las tinieblas surgen de cada experiencia individual. Todos, aun en mañanas esplendorosas, hemos estado sumidos en los campos más tenebrosos de nuestra vida. La luz no es sino un ideal, objetivo ilusorio a veces, pero sin duda una señal de esperanza. Espero lucem. Algunas veces se hará presente, otras no. Pero estoy convencido de que ese oscuro, inescrutable acto poético que forma y le da forma a cada una de las piezas aquí presentes, abre una rendija de luz. Como diciendo “después de las tinieblas espero la luz” para reiniciar el recuento de daños.

Como todos los días de este complejo sistema, en que la rotación del sistema celeste, la gravedad, nos lleva de las tinieblas a la luz y de la luz a las tinieblas. Todos los días que la Tierra dé la vuelta al sol.

Creo que lo que aquí se expone no es producto de una reflexión, o una simple propuesta. Las obras son producto de un acto iniciático de grandes maestros que sin narrativa alguna dejan constancia de la posibilidad de la poesía haciendo uso de artilugios muy intrincados técnica y conceptuelmente, hablándonos y retándonos para dejar constancia de una verdadera obra de arte. Como los oficiantes y celebrantes de un altar que subliman el terror, el deseo, el amor, la decepción, la belleza y la esperanza —la condición humana—, aunque al final la luz nos lleve a la nostalgia y a la tristeza de lo perdido, como a Goethe, a conocer el vacío y la soledad.

Finalmente, esta exposición muestra el poder absoluto que tienen estos artistas sobre el entendimiento del mundo. Son obras sobrecogedoras que, viéndolas bien, sintiendo su presencia, nos dejan sin el aliento necesario para regresar a un mundo banal. Son todas ellas, piezas de una profundidad que tal vez sólo la arqueología futura pueda catalogar y explicar en algún momento. Hoy nosotros, en esta puesta en escena sólo podremos percibirlas como entidades presentes y poderosas. Casi como fantasmas en nuestro grotesco mundo cotidiano. Presencias incontestables que nos acompañarán en un viaje, creo, para algunos llenos de preguntas y, para otros, un viaje como otros tantos, de iniciación para rendirnos con la ofrenda de nuestro entendimiento, de nuestra esperanza y futuro incierto, en este altar, espacio exclusivo para el asombro del arte.

Terminamos este camino en la luz, frente a una obra maestra que es también un desafío a nuestro destino. El grandioso enigma con que nos abruma Kounellis, el último gran poeta trágico de nuestra época.

Aun así, lastimado y triste, con esperanza.

—Texto y curaduría por Hilario Galguera

Artistas

David Bailey (UK), James HD Brown (USA), Peter Buggenhout (BE), Jannis Kounellis (IT), Martin Eder (DE), Enrique Ježik (ARG), Daniel Lezama (MEX), Francisco Larios (MEX), Oliver Marsden (UK) y Bosco Sodi (MEX) y presentando las nuevas propuestas artísticas de la galería: Willem Boel (BE), Stijn Cole (BE), Maisie Cousins (UK) y Roosmarijn Pallandt (NE).

https://www.galeriahilariogalguera.com/

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