29.07.2021

Entrevista a Verónica Gerber Bicecci a propósito del libro "En una orilla brumosa"

Nuestro editor, Diego del Valle Ríos, conversa con Verónica Gerber Bicecci, artista visual que escribe, sobre la relación existente entre imaginación, lenguaje y escritura que se presenta en el libro «En una orilla brumosa» publicado recientemente por Gris Tormenta como un esfuerzo por especular sobre los futuros del arte y la literatura.

Diego del Valle Ríos (DdVR): Recientemente se publicó En una orilla brumosa, libro que editas para Gris Tormenta, en el que se tejen “catorce voces que imaginan los futuros de la escritura y su relación con las artes visuales a través del ensayo especulativo”. Es un libro que, como indica su título, habita las orillas, el entre, el aún por venir. Cada uno de los textos ahí constelados subvierten los códigos del lenguaje en búsqueda de abrir portales que, al ser atravesados, cosquillean el sentido vital de la existencia: expresar más allá de lo que es para inaugurar un podría ser, parafraseando a la escritora Walidah Imarisha. Quisiera comenzar por preguntarte sobre la triada imaginación-escrituras-lenguaje en relación a la idea de futuros, ¿qué orillas permite habitar el encuentro de esas palabras?

Verónica Gerber Bicecci (VGB): Intento visualizar las relaciones en la triada que propones y lo primero que veo es esto: (ver dibujo 1). Sabemos que todo deja alguna huella o alguna forma de escritura: los lápices y el carboncillo, pero también los seres vivos en movimiento, el paisaje, los anillos de los árboles, etcétera. Me gustaría pensar que esas escrituras son la fuente de las imaginaciones que conforman nuestros lenguajes. Pero, por lo pronto, la realidad es otra y, si pienso en ella, entonces veo esto: (ver dibujo 2 más abajo). El lenguaje es un sistema que delimita nuestras posibilidades de imaginación, y la escritura termina por ubicarse justo a medio camino entre el lenguaje y la imaginación. En busca de futuros posibles, las escrituras que están contenidas en este libro desean salir de esos márgenes, creo yo. O al menos son el testimonio de ese intento.

DdVR: ¿Por qué insistir en el soñar en plural el porvenir?
VGB: Hace unos días, Juan Cárdenas y yo presentamos el libro en un Miércoles de SOMA.[1] Juan comentó algo que me parece importante repetir aquí: «buena parte del callejón sin salida al que nos ha arrojado el capitalismo […] es que la gente no desea, sino que desea ser deseada». Y agregó una propuesta: «es interesante hacerse una pregunta elemental delante de una obra de arte: la persona que hizo este objeto, ¿desea o quiere ser deseada? Esa pregunta elemental da muchas respuestas sobre el capitalismo actual y las posibles vías de escapar al mismo». En este sentido, propongo que pensemos que el libro insiste en desear en plural el porvenir. Ese callejón sin salida al que se refiere Juan también se construyó de individualidades que desean ser deseadas, incapaces de entrar en contacto con la otredad. Intentar lo plural es parte de esas vías de escape o una forma de resistencia.

DdVR: Cada texto reunido incita a desobedecer la relación sensorial con el entorno que habitamos y nos habita: son propuestas para sabotear el propio lenguaje con el que hacemos mundos. En coexistencia, estas escrituras recuerdan no desestimar la potencia de las contradicciones. En el prólogo al libro, compartes que los textos fueron escritos por exploradores del caligrama: “Es decir, artistas que desdoblan el lenguaje verbal, visual o ambos, y que asumen y confrontan las discordancias o tensiones que resultan de ese ejercicio”. Cada texto es, entonces, un habitar la contradicción implícita en la era caligramática donde dices que nos encontramos. ¿Podrías hablar un poco más sobre dicha era?

VGB: Empecé a pensar en una era caligramática al reescribir un ensayo visual de René Magritte llamado Las palabras y las imágenes y trabajar en mis clases con lo que, a su vez, Foucault escribió sobre el caligrama. Es una idea que sigue en construcción y que por lo pronto me permite sopesar o analizar las hibridaciones de imagen–texto que saturan nuestro entorno: la publicidad, los formatos de los medios de comunicación, los memes, la estructura de las redes sociales, las obras de arte, los libros, las revistas, etcétera. Es también una herramienta con la que propongo pensar las prácticas críticas con hibridaciones imagen-texto de algunes autores que admiro, en este caso les que participan en En una orilla brumosa.
DdVR: ¿Qué relación encuentras entre lo colectivo —soñar en plural— y la contradicción en cuanto a creación de mundos en ese contexto?

VGB: La contradicción es a menudo un mecanismo que tiende a ocultarse en las manifestaciones artísticas. Más que habitar las contradicciones, porque las hemos habitado desde siempre, creo que se trata de abrirlas, de hacerla visibles, de encararlas y ponerlas sobre la mesa para discutir o asumir sus consecuencias e implicaciones.

Conversar sobre nuestras complejas y contradictorias intersecciones me parece un ejercicio urgente en cualquier proyecto o ejercicio de pluralidad.

DdVR: Las hibridaciones imagen-texto, como bien refleja la descripción del entorno que haces, apuntan hacia el lenguaje como una fuerza de lo común. Sin embargo, ese mismo entorno, agudizado por el distanciamiento social pandémico y la trampa de los algoritmos, ha condicionado a dichas hibridaciones a la atomización individualista que permite el sistema capitalista-colonial que habitamos: desde la soledad, el miedo y el egoísmo, cada quien entiende el mundo como mejor le conviene. Hay hibridaciones imagen-texto importantes para poder imaginar futuros distintos —como “justicia”, “amor”, “feminismos”, “colonialidad”, “capitalismo” o “identidad”—, alrededor de las cuales parece no existir un entendimiento compartido que dude del lenguaje asumido para permitir una fructífera gramática colectiva de las relaciones imaginarias. Esto es, en palabras de Daniela Franco que forma parte del libro, “especular sobre una realidad que podríamos imaginar”: prepararnos estratégicamente para aquello que (no) sabemos que viene. Por consiguiente, el disenso se evade. Es mejor no meternos en problemas. ¿Qué consecuencias e implicaciones esta asumiendo y discutiendo este libro en cuanto a la relación sensorial con nuestros entornos? Vaya, de acuerdo a los catorce textos que forman En un orilla brumosa, ¿de qué necesitamos hacernos cargo hoy, en el campo del lenguaje, para poder imaginarnos en colectivo contra los abusos de poder que atentan contra la vitalidad?

VGB: Tal vez la propuesta que esboza esta antología va más por el lado del «cómo», en lugar del «de qué». Es decir, ¿cómo nos hacemos cargo? En ese sentido, intenté que el prólogo resultara directamente de la lectura profunda de todos los textos que conforman la antología, y que fuera también un espacio para registrar el proceso de edición del modo más completo que nos fuera posible. Lo que descubrí, y lo que le propongo a les lectores, creo, es imaginar una especie de brújula con cinco puntos cardinales: escrituras autónomas e ininteligibles, escrituras no humanas, escrituras migrantes, escrituras antónimas y escrituras desenterradas. Y digo que es una especie de brújula y no una brújula en sí porque estas escrituras no intentan ser estrategias aisladas o nortes únicos, sino espacios de intersecciones posibles para responder a esa pregunta por el cómo. La estrategia caligramática, que entiendo como una forma de dudar del lenguaje asumido, podría ser un sexto punto de intersección.

DdVR: Lo que me gusta mucho del libro es que es una constelación de imaginaciones en donde se manifiestan existencias en su diversidad de capacidades creativas: en cada singular escritura se encuentra una experiencia que se pregunta por la vitalidad que comparten entre sí. El libro es definitivamente un “cómo” estratégicamente importante para sobrevivir pues se trata del ejercicio de la autopoiesis a la que se refiere Suely Rolnik: “la reapropiación de la pulsión creadora” para curarnos de la anemia vital a la que nos somete el sistema colonial-capitalista.[2] A partir de ello, “escritura” es imaginar posibles futuros reconociendo los signos que producen las intersecciones que suscita el mundo en la experiencia vital propia y ajena. ¿Qué potencia hay en desordenar el lenguaje desde un sentido ético? ¿Qué posibilita realizar ese desorden desde el arte y la literatura?
VGB: Desordenar el lenguaje, o ir hacia sus límites, puede ser una herramienta para intentar evacuar los moldes fijos o convencionales de la literatura y de las artes visuales. El lenguaje no binario es un buen ejemplo de desordenamiento: dice la lingüista Violeta Vázquez-Rojas Maldonado que podemos entenderlo como una licencia poética pero también, por qué no, como una licencia política. Creo que es ahí donde está la potencia por la que me preguntas. Espero no pecar de optimismo ingenuo, pero visto desde esta perspectiva,

desordenar el lenguaje es la posibilidad de buscar y proponer licencias poéticas y políticas con las que, poco a poco, nuestros modos de pensar y experimentar el mundo podrían transformarse.

DdVR: No creo que estés siendo una optimista ingenua. Cuando mencionas la posibilidad de las licencias poéticas y políticas en relación al lenguaje no binario como potencia del desorden, estás refiriendo a una pregunta sobre la autonomía de la imaginación que conlleva inevitablemente un sentido ético. Para entender mejor esto, nos sirve la propuesta que hacen las Ludditas Sexxuales sobre la ética en contra de la tiranía del Yo, el individuo (lenguaje heterocapitalista): “Una Ética se opone a la moral. Ética, siguiendo a Spinoza y a Deleuze, es la disciplina de lo bueno para mi cuerpo, es decir, aquello que estimula e incrementa mis pasiones alegres y mis potencias, aquello que me compone con más cuerpos y en más afinidades y alegrías”.[3] Propuesta que me lleva a esta última pregunta sobre tu relación con el “arte contemporáneo” y la “literatura”; sistemas categóricos de captura de la imaginación indisolublemente ligados al capitalismo y al colonialismo, como señala el texto de las Redes Comunales Mixes escrito en el año 2172 y que brota entre las páginas de En una orilla brumosa. ¿Qué incomodidades suscitan en ti dichos sistemas, hoy, para motivar tu propuesta en este libro?

VGB: Creo que las antologías son espacios indirectos para pensar colectivamente. Por eso la invitación de Jacobo Zanella y Mauricio Sánchez, editores de Gris Tormenta, para desplegar un espacio de pensamiento colectivo indirecto me pareció importantísima e irrepetible (y estoy profundamente agradecida). Propuse especulaciones sobre los posibles futuros de las artes visuales y la literatura porque me da la impresión (tal vez me equivoco) de que no existe suficiente especulación ensayística sobre el futuro de las disciplinas artísticas. Y también porque necesitaba pensar e imaginar esos futuros con otres. Los cómos o puntos cardinales que mencioné antes son cuestionamientos éticos; estrategias, ojalá, para desobedecer e incluso confrontar o resistir a los sistemas categóricos que mencionas y que definen nuestras prácticas.

Para adquirir el libro, visita el website de Gris Tormenta.

Notas

  1. Miércoles de SOMA es una actividad que forma parte del programa público de la escual SOMA en la Ciudad de México, donde, como su nombre lo indica, cada miércoles un agente del arte contemporáneo es invitade a exponer sobre alguna dimension de su trabajo cultural.

  2. Suely Rolnik, Esferas de la insurrección. Notas para decolonizar el inconsciente (Buenos Aires: Tinta Limón, 2019)

  3. Ludditas Sexxxuales, Ética amatoria del deseo libertario y las afectaciones libres y alegres (Buenos Aires: Queen Ludd, 2013)

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