Reseñas - Ongoing - México

Isabel Rojas

Tiempo de lectura: 5 minutos

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27.04.2023

El cuerpo es la tierra y la tierra es el cuerpo. El límite es artificio

Abierto hasta el 15 de mayo, 2023
Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO)
C. Macedonio Alcalá 202, RUTA INDEPENDENCIA,
Centro, 68000 Oaxaca de Juárez, Oax.

Más información sobre el program aquí.

 

Bajo el título Donde empieza el cuerpo y acaba la tierra, se reúnen siete piezas audiovisuales de artistas contemporánexs de Brasil, España, Perú, Estados Unidos, México, Colombia y Puerto Rico, programadas por Joseph del Pesco, director internacional de Kadist. Un entramado de aproximaciones y juegos de percepción que exploran, desde distintas perspectivas ideas y afectos en torno al cuerpo, la tierra, el paisaje o el territorio.

El programa involucra muchas capas; en su conjunto, genera algo de vértigo. Como en una constelación, cada pieza es el punto de una figura más amplia, que indaga sobre los límites entre el cuerpo humano y la tierra —ya sea asumida como paisaje o como territorio. Con obras de Ana Vaz, Enar de Dios Rodríguez, Elena Damiani, Sky Hopinka, Colectivo Los Ingrávidos, Juan Covelli y Beatriz Santiago Muñoz, la curaduría provoca un estado de introspección reflexiva y dinámica, un gatillo dentro del cuerpo de le espectadore se dispara.

La picadura de una serpiente yararacusú sumerge a la protagonista de Há Terra! [¡Hay tierra!] (Ana Vaz, 2016) en un estado letárgico que se activa con los ciclos de la luna. “¿Qué es de la gente honesta? ¿Estaba dormida?”, se pregunta. Irrumpe el fragmento de un relato que hace remembranza sobre el despojo del sertão brasileño. “Era de unos pueblos, gente antigua vivía aquí”, dice la joven. “¿Dónde estamos? No sé. Estamos perdides entre el sueño y la vigilia.” Desde ese estado febril, transpira la interconexión con la tierra/territorio, que es historia y es origen. No hay separación entre el cuerpo que absorbió el veneno y la serpiente que se arrastra por la tierra.

En Ecotone, ensayo audiovisual de la artista gallega Enar de Dios Rodríguez, la palabra es protagonista. Pensamiento escudriñante, indagación polisémica de la noción de campo, obra multi-referencial que horada las posibilidades estéticas del lenguaje visual. Ecotone es una llamada para actuar desde las fronteras, donde lo que está adentro y afuera coinciden. Organizada en cinco capítulos, la pieza juega alrededor de ideas en torno al campo de investigación, el campo del formulario, el campo de batalla, el campo de visión y el campo vacío. Sin embargo, todo se construye desde un fuera de campo; desde lo invisible, invita a leer entre líneas.

Intersticio (Elena Damiani, 2012) explora una zona sin resolver, un campo abierto al misterio de la tierra y a su majestuosidad. Traza la topografía de un lugar no específico, una zona intermedia. La sensación de búsqueda permanente marca el tránsito de un recorrido que carece de destino preciso. Damiani dibuja un espacio mental de límites fracturados cuya amplitud es más larga que la de cualquier espacio físico.

Dislocation Blues (Sky Hopinka, 2017) es un retrato de reflexiones hechas en Standing Rock, Dakota del Norte, durante el encuentro histórico entre comunidades indígenas y personas aliadas que se unieron para resistir a la construcción del oleoducto Dakota Access en 2016 y 2017. Standing Rock es el territorio sagrado de los pueblos Lakota y Dakota. Tomando como punto de partida las experiencias de Terry Running Wild y Cleo Keahna, la película presenta algunas reflexiones sobre lo que significó ser parte de esa comunidad en resistencia. Al poner el cuerpo por una causa en común para defender el territorio, las preocupaciones individuales se disuelven: “allí éramos nosotres, nadie era la autoridad de nada.” El sentimiento de dislocación al mirar el movimiento en retrospectiva es inevitable, ¿cómo procesarlo? ¿Es posible tener una mirada crítica?

Si el cuerpo es territorio, la tierra está ahí como recipiente abierto en el que caben todos los cuerpos, los restos, los trozos. Coyolxauhqui (Los Ingrávidos, 2017) hace un hueco, conjuro y ritual en el que sentimos la respiración de la tierra que recibe los restos inertes de cuerpos de mujeres que no identificamos. Es un lamento, un estado de trance audiovisual evocado y provocado por los movimientos de cámara/cuerpo (que son uno), respiración, ritmo, danza. Terror y horror de la realidad feminicida del México que nos traspasa.

El Salto (2021) es la primera parte de una trilogía de video-ensayos en los que Juan Covelli investiga representaciones históricas del paisaje colombiano y reflexiona sobre su papel en el imaginario actual de Colombia y del mundo, como instrumentos claves en la tecnología de la dominación colonial. El Salto de Tequendama es una cascada de 152 metros de altura alimentada por el río Bogotá. La cascada ha sido venerada durante milenios. Actualmente, el lugar se encuentra muy dañado y contaminado. En su trabajo, Covelli abre preguntas acerca de las aplicaciones y el potencial de las tecnologías digitales: ¿cómo sirven a los procesos de extracción colonial, y cómo podrían funcionar de manera diferente?

En La cabeza mató a todos (2014), definida por su directora Beatriz Santiago Muñoz como “instrucciones para destruir el aparato de guerra con un conjuro”, las palabras y el orden son precisos. La forma afecta al comportamiento y al pensamiento. El conjuro requiere que se consuma una cantidad sustancial de energías. La protagonista prepara un ramo/ritual, con la certeza de que toda la energía de la galaxia está concentrada en ese punto. Fuerza interior. Sus pies rozan el suelo espeso. La danza como rebelión.

Ecotone, Intersticio y El Salto observan el territorio desde el exterior, su aproximación al paisaje está mediada por el pensamiento. Se trata de obras que son producto de procesos de investigación y documentación exhaustiva. La propuesta formal de cada pieza emerge al integrar y tensionar los materiales encontrados. Mientras que Ha Terrá!, Dislocation Blues, Coyolxauhqui o La cabeza mató a todos construyen su estructura desde el interior del cuerpo/tierra.

En las piezas que reúne el programa, cuerpo y territorio se enredan, creando figuras de límites difusos, uno se alimenta del otro en un flujo constante. Nada está desconectado de la influencia del otro, todo es un principio y un devenir. El cuerpo es el primer territorio. Así, la visión individual se desdibuja, sugiriéndonos ver la complejidad de todas sus interrelaciones.

¿Cuál es la distancia entre mi cuerpo y la tierra? Nada es nuestro, ni siquiera nosotres mismes.

 

Tlacochahuaya, Oaxaca, abril de 2023

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