03.10.2024
El periodista e investigador de origen afrocolombiano Cristian Baena Cera escribe sobre las implicaciones del océano, el texto racial y la discusión sobre colonialismo en la escena mexicana a partir de The Ocean is the Axis, curada por Igor Simões para la galería Mariane Ibrahim en Ciudad de México.
El arte puede funcionar como un idioma que supera la capacidad de comunicar palabras, sonidos y símbolos. Sus mensajes no esconden mentiras, sino que nos revelan los más profundos dolores e historias que el sistema tradicional busca esquivar. Las historias que se representan en algunas de las obras de esta muestra colectiva pretenden reconocer la necesidad de traer aquel pasado esclavista a este presente que agoniza y demanda reparación, pero que además encarna sentimientos y un accionar colonial —cuyas prácticas estructurales, más que cotidianas, se mantienen vivas. A través del diálogo entre las obras en sala, el arte se convierte en un mapa nuevo, donde las rutas coloniales se reinventan y las historias silenciadas encuentran su voz. La exposición The Ocean is the Axis, curada por Igor Simões en la Galería Mariane Ibrahim, Ciudad de México, es un viaje a las profundidades de la memoria a través del poder simbólico del océano, propuesto por obras de artistas racializadxs de Brasil de los siglos XX y XXI. El eje, aquella línea que puede ser muchas cosas, nos atraviesa y nos intercepta con el vasto lienzo de la historia. El océano, un ser en movimiento que ha sido un camino de promesas rotas y vidas naufragadas, es un corredor líquido que teje historias de encuentros y desencuentros. Las olas, testigos mudos que han llevado consigo los ecos de un pasado colonial, susurran relatos de conquistas y sumisiones de encuentros violentos entre el viejo y el nuevo mundo.
Con la misión de representar el arte contemporáneo africano y su diáspora, esta galería —que, desde el 2023, aterrizó en Ciudad de México— fue el escenario para la muestra. En esta ocasión, la instalación da cuenta de una selección de artistas cuyas voces exponen realidades más que humanas y diversas. Este es un gesto importante, ya que propone nuevos diálogos en una ciudad donde coexisten subjetividades múltiples, misma que aún necesita explorar la mirada hacia perspectivas afrodiaspóricas. Quizá estos movimientos provenientes de diferentes puntos cardinales terminarán despertando la necesidad de hablar sobre las raíces negras en México y, con ello, cuestionar la historia contada y la representación de estos grupos poblacionales en el país.
La exposición contó con una variada gama de medios y enfoques que van desde la pintura, la escultura y la alfarería, hasta la instalación y el videoarte. El enfoque curatorial de Simões asume una responsabilidad histórica al ampliar los medios expositivos y, a su vez, sensibiliza la forma de comunicar una historia desde diferentes planteamientos. Cada artista y su obra conversan entre sí, sin importar la técnica o el tiempo. Se trata de una sanación por medio de las historias que nos brindan señales de la sociedad en la que hemos vivido, en donde el arte circunda como un espíritu en pena que retumba entre paredes y espacios, diciendo que aún hay una deuda histórica por el reconocimiento de saberes ancestrales, prácticas religiosas, símbolos y procesos idiomáticos. Estos son vínculos que han sobrevivido a través del tiempo en una sociedad que busca estandarizar las conductas humanas desde el pensamiento civilizatorio de la blanquitud.
El título de la exposición nos invita a considerar al océano no sólo como un vasto cuerpo de agua, sino también un eje central en nuestras sociedades y cómo éstas se han interconectado a manera la de una fuerza primordial que influye en la cultura, la ecología y la psique humana. Simões, un curador conocido por su enfoque innovador y su habilidad para conectar temas contemporáneos con prácticas artísticas históricas, ha logrado reunir una serie de obras que exploran estas dimensiones desde diferentes ángulos. En esta muestra se observa el poder de la mixtura racial, de ideas artísticas y políticas que se han formulado desde Brasil por artistas que no le temen a lo político, pero que no se separan de piezas contemplativas fundamentadas en conceptos que se han heredado, como el pensamiento antirracista y los movimientos sociales que reivindican la memoria afro. Este espíritu sanador es aquello que convoca la muestra. En el caso de Rubem Valentim (1922 -1991), en su momento, encontró una forma de crear un vocabulario distintivo compuesto por la abstracción geométrica y el desarrollo de composiciones que incorporan símbolos y referencias a sus raíces culturales, además de figuras religiosas, adoptando un lenguaje alejado de los lugares comunes frente a las corrientes de ese momento.
Por otro lado, la visión del curador y su intención de recuperar la historia del arte desde la perspectiva de artistas afrodiaspóricxs es una ofrenda necesaria para sumergirnos en la historia racial de Brasil y la influencia de la diáspora en la construcción de relatos históricos. En el ámbito del arte contemporáneo afrobrasileño, se manifiesta una expresión vibrante y multifacética que desafía las clasificaciones técnicas. Aunque sus raíces están en Brasil, estas obras trascienden fronteras abordando experiencias universales relacionadas con el arte y la diáspora africana. Cuando vi la obra de Valentim, pensé en Carybé como un contraejemplo de la época y, sin duda, puedo vincularla con la obra de la artista Esther Mahlangu, que ha sido ubicada en la pintura mural tradicional del pueblo ndebele sudafricano. Ella ha logrado configurar en su obra un relato semiótico vivo de su cultura, entre la estética originaria ndebele y la creación de una afinidad entre arquitectura, diseño y simbolismo dentro de su trabajo, mismo que representa parte del patrimonio cultural de su pueblo.
Al iniciar el recorrido por la exposición, la obra de Dalton Paula —artista que recién fue galardonado con el CHANEL Next Prize— se enfoca en aquellos individuos que han permanecido invisibles en la historia de Brasil. Encuentra en archivos, documentos y fotografías, un mundo de historias para explorar las representaciones de los cuerpos negros brasileños de la diáspora africana, desde la época colonial hasta el presente. El uso del retrato es y será una herramienta política que nos ha mostrado la corporalidad del poder. Hoy, esta figura es revalorizada desde lo análogo, lo pictórico y lo digital para transformar aquellos matices de la representación y del poder. Lo que brinda un nuevo capítulo en el autorreconocimiento individual de quienes somos y el poder que ejerce la imagen sobre las personas.
The Ocean is the Axis es una muestra que combina una profunda sensibilidad estética con una reflexión crítica sobre el estado del mundo natural. La curaduría de Igor Simões y la selección de obras en la Galería Mariane Ibrahim logran un equilibrio entre la admiración por la belleza del océano, mismo que impregna conciencias de forma aguda sobre los desafíos que enfrentan las interconexiones humanas, desde lo ecológico, político y social. La exposición no sólo ofrece una experiencia visual y sensorial, sino que también nos impulsa a pensar de manera más profunda sobre nuestro lugar en el mundo y nuestra responsabilidad hacia el mismo. Simões tiene una habilidad notable para establecer un diálogo entre la cultura y el contexto en el que se presenta la exposición. Considera el tono cultural y social al desarrollar la curaduría, lo que le permite crear exposiciones que son relevantes tanto local como globalmente. Este enfoque contextualiza las obras y facilita una mayor comprensión e impacto en lx espectadorx. Las exposiciones curadas por Simões suelen incorporar elementos que crean una experiencia inmersiva entre la obra y quien la mira. Esto puede incluir instalaciones interactivas que nos desplazan por el lugar, donde la disposición de la luz y el diseño de espacios involucran a lxs visitantes de manera física y emocional.
Por otro lado, Agrade Camíz nos confronta con un paisaje urbano y arquitectónico: escenas cotidianas e íntimas que nos hablan de emociones y corporalidad. El simbolismo de rejas metálicas es puesto en diálogo con el símbolo de corazón, mismo que deriva de símbolos Adrinka —tradicionales en Ghana y que hacen eco en Brasil. Son varios paisajes que se juntan y hacen un guiño a la influencia colonial en el desarrollo de la arquitectura en el Caribe y el trabajo con hierro en comunidades negras. También, su trabajo nos invita a repensar los diálogos alrededor de la seguridad y las barreras entre comunidades y las necesidades básicas para vivir.
Entrelazar la obra de Agrade Camíz con la de Rebeca Carapiá resulta escencial justo por el sentimiento de la materialidad y el lenguaje que resalta en la obra de ambas. Topografias da maré soterrada IX, Topografias da maré soterrada XIX (2021) y Maré Cheia 1 (2023), son las piezas con las que Carapiá participa. Nos solicitan prestar una máxima atención a los símbolos que se crean en cadena, mientras que las piezas se sostienen en horizontal y vertical, transformando la forma de leer un paisaje a un texto. Ambas artistas encuentran en el metal un elemento que complementa o define su obra, lo que permite interpelar la forma y el contenido del mismo en la exposición. Tanto Camíz como Carpía proponen un mundo alterno, analizando el lenguaje y sus significados a partir de los materiales, cuestionando el sentido de la precariedad y la violencia interpuesta a los cuerpos racializados, una constante de la violencia sistemática de la opresión racial. Aquí, encontramos la polisemia del metal cantando su propia epopeya en un idioma artístico, antiguo y reverberante.
Ver la obra en blanco y negro de No Martins me conectó con muchos procesos y experiencias como persona afrocaribeña. Regras do Jogo (2023) marca un escenario tradicional de la hegemonía, haciendo presente su intención de cuestionar la centralidad del poder en las pocas manos y cuerpos que comparten semejanza de clase, raza y género. El artista nos muestra en el colorismo una de las capas estructurales del acceso a derechos y representa la población negra de Brasil, la más extensa fuera de África.
En la profundidad de la muestra, Lidia Lisbôa nos presenta cuerpos escultóricos de texturas inspiradas en los termiteros. Este diálogo entre la unidad y la comunidad es lo que se hace presente al interpretar los códigos con los que nos encontramos en el recorrido. La artista piensa la feminidad como símbolo de creación y fuerza a través de grandes piezas tejidas en croché que caen suspendidas y cuya disposición nos permite observar sus formas y cromática: matices diversos de la humanidad y la figura humana como agente de transformación y destrucción se manifiestan al mismo tiempo. Simões se destaca por abordar temáticas globales y de relevancia contemporánea en sus exposiciones. Su enfoque no se limita a un estilo artístico específico o a una región geográfica, sino que explora cuestiones universales que afectan a la sociedad actual. Esto permite que sus exposiciones resuenen con una audiencia diversa y global.
Así, esta exposición, al mostrarse especialmente en Ciudad de México, logró crear una idea sobre el arte brasileño a lxs locales, acercarlxs a los problemas estructurales que compartimos como continente, emergiendo como una ola que, al romper en la orilla, no sólo renueva la historia, sino que también crea una nueva narrativa sobre la identidad y el poder. Voy encontrando muchas alertas durante este recorrido; la muestra me sumerge en diferentes ecosistemas que comunican diversas urgencias, pero al final llegan a un mismo punto: desde la otredad, la falta de conciencia nos ahoga.
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