Opinión - Derechos laborales - México

Zazil Collins

Tiempo de lectura: 6 minutos

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29.11.2020

Cuestionamientos alrededor de las violencias laborales que no cesan

A partir de su experiencia de despido injustificado por parte de la Secretaría de Cultura de la CDMX, la escritora Zazil Collins se pregunta sobre la normalización de los abusos laborales y la falta de iniciativa gremial entre trabajadores del arte y la cultura para una defensa común.

Ilota. m. y f. Persona que se halla o se considera desposeída de los derechos de ciudadano.
«La aspiración revolucionaria no tiene sino un problema concebible, siempre: el discurso del amo […] Como revolucionarios, ustedes aspiran a un amo. Y lo tendrán… porque son los ilotas de este régimen.»
— Lacan, 1969

¿Será acaso que cuando les autonombrades hijes de comunismos y exilios asuman sus duelos y defiendan lo público, como el mayor bien de una nación, mi país de ilotas sanará?

¿O cuando defiendan a la clase trabajadora, hagan suya su lucha, y por tanto señalen y subsanen los adeudos históricos del Estado, mi país de ilotas sanará?

¿Será acaso que cuando comiencen a enarbolar el derecho a la salud y el derecho de nombrar trabajador a todo trabajador, sin los eufemismos “colaborador” o freelance, mi país de ilotas sanará?

¿Será acaso que cuando los altos funcionarios dejen de crear y ver guerras en todo intento de diálogo y defensa de derechos, mi país de ilotas sanará?

¿Será acaso que cuando esos funcionarios sean obligados a vivir con seguros de desempleo de 1500 pesos al mes para pagar servicios básicos, incluida una renta y alimentación, mi país de ilotas sanará?

¿Será acaso que cuando los funcionarios dejen de sustituir derechos universales con paquetes de salud con nombres como “Fama y salud” y “Comienza tu éxito”, para hacer negocios personales, apoyados por un Estado omiso y mercader, mi país de ilotas sanará?

¿Será acaso que cuando los trabajadores de un Estado sean pagados a tiempo, cuando el Estado obligue a todo empleador a pagar a tiempo, mi país de ilotas sanará?

¿Será acaso que cuando el SAT defienda a los creadores, eximidos del IVA por su actividad, frente a los empleadores que nos obligan a entregárselos, mi país de ilotas sanará?

¿Será acaso que cuando las burocracias sean transparentes y comiencen por responder correos y solicitudes, porque asumirán que el tiempo de los otros es el tiempo del público-ciudadano (y el respeto al derecho ajeno), mi país de ilotas sanará?

¿Será acaso que cuando los movimientos de trabajadores dejen de alabar a funcionarios –trasnochados amos– que los han agredido en el pasado, mi país de ilotas sanará?

¿O cuando artistas/creadores comiencen a entenderse a sí mismos como trabajadores, al igual que el capital humano detrás de ellos?

Repitamos: trabajador/a, soy trabajador/a.

¿Será acaso que cuando podamos establecer axiomas entre trabajadores culturales, burócratas, artistas, sindicalizados y “prestadores de servicios”, que incluyan una prensa ética, mi país de ilotas sanará? Axiomas a partir de un lenguaje que no descalifique ni menosprecie a quienes denuncian. Axiomas de la cooperación.

Me solidarizaré con mis colegas y no los llamaré soberbios o conflictivos sólo por la exigencia de que sus derechos, que son también míos, sean respetados.

Yo, colega con visibilidad pública, acompañaré a mis otros, otras, otres colegas, en la denuncia de sus justas exigencias.

Etc.

¿Será acaso que cuando dejemos de pensar en que seremos incluidos en listas negras por alzar la voz, mi país de ilotas sanará?

¿Será acaso que cuando los burócratas de medios mandos dejen de generar listas negras, hostigar y coercionar a los trabajadores, mi país de ilotas sanará?

¿Será acaso que cuando reparemos en el Olvido, mi país de ilotas sanará? Olvido, con O. El Olvido que, como escribió Todorov, generan verdugos que se arrogan “el derecho de controlar la selección de elementos que deben ser conservados”.

¿Será acaso que cuando las autodenominadas izquierdas, por título heredado y no acción, se aparten de los privilegios, mi país de ilotas sanará?

¿Será acaso que cuando funcionarios dejen de presentarse como “zapatistas, feministas, horizontales, amigues” y asuman la lucha de las clases trabajadoras, mi país de ilotas sanará?

¿Será acaso que cuando sororidad signifique no guardar silencio frente al oprobio, hasta la ignominia, mi país de ilotas sanará?

¿Será acaso que cuando sororidad sea compañerismo y lealtad, no usar a los otros para fines personales, codiciosos, mi país de ilotas sanará?

¿Será acaso que cuando creadores y audiencias se cuestionen por qué consumen medios que abiertamente violan derechos laborales y de expresión, sin condicionar su consumo a que estos reviren o corrijan sus abusos y omisiones, mi país de ilotas sanará?

¿Será acaso que cuando se incentive y fortalezca la organización de una sociedad civil, que demande y vele por sus derechos, mi país sanará porque los ilotas romperán sus cadenas y dejarán solos a sus amos?

Hoy la disidencia es asumirse sociedad civil.

Estos son algunos cuestionamientos que durante la antropausa 2020 pienso, aunque comenzaron a visibilizarse desde diciembre 2018, a partir del fracaso administrativo en las políticas laborales, con las retenciones salariales y de contratación de los trabajadores de cultura de todo el país, sin rendición de cuentas.[1]

En un principio, se argumentó que se trataría sólo de una transición breve, mientras se tomaban las riendas de lo que antes era corrupción pura; sin embargo, los impagos, e incluso la ausencia y dilación de contratos, se convirtieron oficiales en donde laboraba como programadora musical y conductora: la estación de radio pública de la Ciudad de México, de la que fui despedida, sin justificación, reconocimiento, finiquito, etc., mientras me encontraba de vacaciones en enero de 2020, como un acto coercitivo por demandar el cumplimiento de mis derechos como trabajadora tiempo atrás, y también de libertad de expresión, al haber sido objeto de censura en el espacio que conducía.

Desde la entrada de la actual administración, muchos argumentos fueron expresados por los titulares: la corrupción previa, la desaparición de recursos,[2] hasta el planteamiento arquetípico de una lucha entre buenos y malos que no querían pagar impuestos y ocasionaban la falta de dinero en la Ciudad, etc., pero siempre en agradecimiento al “ponerse la camiseta” de los trabajadores, sin reformar la estructura ni reparar los daños.

Son de conocimiento público las protestas, en 2019, de movimientos de trabajadores y sus demandas frente a Bellas Artes (marzo) y Palacio Nacional (diciembre), por citar sólo algunas, pero la cohesión entre estos ha sido compleja. A nivel nacional ha tenido impacto, pero en el local ha sido menor.

El 15 de febrero de 2020 se llevó a cabo el Primer parlamento cultural de la CDMX, donde medianamente se expusieron las violencias laborales ejercidas por la Secretaría de Cultura de la ciudad, en una simulación de democracia participativa, pues de nueva cuenta las autoridades preservan sus adeudos este 2020, nombrado “Año de los trabajadores de la cultura”, y peor aún, pretenden ejercer el control de medios, convirtiéndolos en brazos propagandísticos e incluso proponiendo al poder judicial en sus mesas de editorialización, etc.[3]

Si este es el Año de los trabajadores de la cultura, y además, como ha declarado nuestro Presidente, el neoliberalismo no existe más, ¿por qué los trabajadores culturales adolecemos de contratos dignos en el sector gubernamental, con prestaciones de ley, pagos en tiempo y reconocimiento de relación laboral? ¿Por qué ex trabajadores nos encontramos entablando demandas tras despidos arteros, para que diversas Secretarías reconozcan y restituyan nuestras figuras laborales? ¿Dónde está la Secretaría del Trabajo? ¿Por qué las y los Secretarios de Cultura no defienden a sus trabajadores? ¿Por qué las y los Secretarios de Cultura se niegan a reconocer a quienes generamos y ejecutamos las ideas y proyectos con los que se regocijan en informes de gobierno? Durante el Primer parlamento cultural de la CDMX, Hebe Rosell tomó el micrófono para cantar un largo grito, adolorido, maltrecho, en nombre de les artistas ausentes en aquel recinto, el Museo de la Ciudad de México, grito que sigue resonando como protesta ante la indiferencia y explotación de los derechos culturales civiles.

Notas

  1. Para más información sobre la continua violencia laboral de parte del INBAL ver: Alida Piñón, “Artistas llevan 8 meses sin pago de Cultura CDMX”, El Universal, 27 de noviembre de 2019, Sección Cultura; disponible aquí; y “Protestan trabajadores del INBAL por falta de pagos”, La Jornada, 3 de noviembre de 2020, Sección Cultura; disponible aquí.

  2. Erika P. Bucio, “Exigen músicos que cumplan con promesas de retiro”, Reforma, 3 de marzo de 2020; disponible únicamente con suscripción al periódico aquí.

  3. Al respecto, se puede consultar una serie de pronunciamientos de la AMEDI, ante la inconstitucionalidad que representa la aún opaca Ley del Sistema Público de Radiodifusión de la CDMX.

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