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09.06.2019

Consonancia

Heart Ego, Monterrey, Nuevo León, México
2 de mayo de 2019

Es natural que la música anime a todo ser vivo,
porque el alma celeste que anima al universo se originó a partir de la música.

Macrobio, Comentarios al sueño de escipión, 400 a.C.

Durante la Antigüedad Clásica se concebía una relación directa entre el hombre y el sonido del universo. La música estaba vinculada al orden cósmico: los tonos nacieron de la proporción natural y las escalas de la armonía universal. Los intervalos estaban ligados a las formas ideales y al sonido de las esferas. Por este motivo, durante la Edad Media la música se estudiaba como parte del quadrivium, junto con la aritmética, la astrología y la geometría.

En la sociedad contemporánea, heredera de los procesos de secularización del conocimiento y de especialización de la modernidad, el sonido y la música son entendidos como entidades solamente físicas o culturales, desvinculadas del orden del universo y de cualquier relación entre este y el ser humano.

Contra esta visión contemporánea, Pedro Magaña retoma el modelo de la Antigüedad para preguntarse por el vínculo del hombre con el universo a partir de la música y el sonido. La serie de trabajos presentes en su primera exposición individual en la galería Heart Ego, explora precisamente el timbre y la tesitura de esta Consonancia.

Varios de los planteamientos del proyecto provienen del tratado de Boecio (Siglo V d.C.) Sobre el fundamento de la música, un extenso compendio de la concepción griega del sonido. A partir de estos textos, y de una serie de proyectos que ha hecho a lo largo de los años, Magaña realizó diversos trabajos escultóricos, pinturas y dibujos en las que es posible escuchar la resonancia del universo.

En las piezas de Magaña aparecen generalmente diagramas y esquemas gráficos, resultado de un sistema de traducción creado por el artista con el que interpreta visualmente datos científicos, como pueden ser la ubicación espacial de una pintura rupestre, la resonancia del campo magnético o la composición química de un meteorito. Estas construcciones diagramáticas entrelazan la ciencia contemporánea con las tradiciones alquímicas y místicas, abriendo la pregunta sobre nuestro ser en el mundo desde una perspectiva que contempla también tradiciones pre-modernas.

Además, la exhibición contempla 370–33, una instalación en la que el artista propone una relación directa entre la dimensión aural y el cuerpo a través de un mecanismo sensible al movimiento, así como una serie de trabajos donde se encuentran las claves para descifrar el conocimiento cifrado de sus construcciones visuales.

Con sus diagramas, fórmulas y traducciones, Magaña nos invita a leer rítmicamente nuestra presencia en el mundo y a escuchar la Consonancia entre nuestro ser y la música de las esferas.

 

—Texto y curaduría por Esteban King Álvarez

www.heartego.com

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