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06.01.2022

«Al revés de la intemperie», exhibición colectiva en Policroma Arte Contemporáneo, Colombia

Curada por Karen Grimson y con la participación de 18 artistas egresados del programa Compromiso D que se realiza anualmente en el Museo de Arte Moderno de Medellín, esta exhibición estará hasta el 15 de enero de 2022 en Policroma, Medellín

Al revés de la intemperie reúne el trabajo de 18 artistas colombianos, cuyas obras en materia de artes visuales, música, y danza indagan en sus propias circunstancias con ánimos de deconstrucción. Para la mayoría de estos artistas, egresados todos ellos de las ediciones 2018 y 2019 del Compromiso.D*, el confinamiento obligatorio que vino a paliar la pandemia presentó una oportunidad para explorar los espacios de pliegues, cuestionar los vínculos que nos sostienen, ir en busca de lo inaudible. Frente al detenimiento de un mundo herido, mirando hacia afuera desde cada claustro aislado, el aire libre quedó lejos. En la aventura de los nuevos modos de este mundo al revés, la intemperie se convirtió para ellos en el más osado de los paraísos posibles. Aunque algunas de estas obras anteceden al accidente de las cuarentenas, resuenan igualmente con la actualidad, ya sea porque venían explorando la deconstrucción de los binarios, o porque anunciaban la catástrofe reciente.

A modo de episodios, las obras se suceden en la exposición con un encanto teatral. Luces de neón obligan al silencio en la sala: los murmullos de Camila Botero anticipan la subida del telón. Adentro, abundan las aproximaciones a razonamientos del pensamiento crítico. Con la mirada puesta en los vínculos familiares, Jonathan Chaparro y Luis Sebastián Sanabria ponen en tela de juicio las carencias y las abundancias de esas relaciones, intentando reparar lo que años de desconfianza, hostigamiento, y oídos sordos nos han dejado. John Zelextheron continúa esa mirada auto-reflexiva en su abordaje analítico de la materialidad, una preocupación pictórica que resuena en su vecindad con Diego Ruiz, cuya práctica viene entrelazando las bellas artes con la identidad campesina y la dignidad agrícola desde hace años. Sobre la fertilidad de esos cuestionamientos se alza el piso alterado de Liliana García, un ejercicio escultórico que desestabiliza la retícula del plano con su preocupación fundamental por la movilidad consciente y la inclusividad de todo tipo de cuerpos.

Ancladas en el límite entre el juego y la violencia, las bombas de Camilo Correa Quintero nos enfrentan a uno de los problemas centrales del arte—la permanencia de lo efímero— y actúan también como umbral entre dos salas. De los discursos de la deconstrucción, pasamos al sentido construccionista del arte, la obra que refiere al trabajo: obra que es verbo y acción, y define a su sujeto. Yo obro, ella obra. Primero, la instalación de Yuliana Bustamante Sosa suspende la aparente incompatibilidad entre el trabajo y el goce con una cartografía que escenifica, con sabor y textura, los procesos productivos manuales en los departamentos paneleros de Colombia.

Azúcar, sudor, y lágrimas. Ahondando en los aspectos irracionales de la productividad, Yamith Quiroz revierte la utilidad de las herramientas de trabajo, insinuando que el trabajo significa (más de lo que dignifica) al habitar la verticalidad. Frente a ellos, los retratos de Andrés Felipe Valencia Murillo construyen una imagen positiva de esa industria láctea tan atravesada por el desprestigio, recordándonos el lugar indiscutible del rito y el mito en los procesos de la modernidad. Estos diálogos acontecen en un horizonte Antioqueño por antonomasia, abordado desde la mirada panóptica de Harold Ortiz, o con la visión extendida, anti-inmediata y psicodélica de Laura Herrera. Las pinturas digitales de Wilson Arango inventan paisajes posibles allí donde no los hay, mientras Ana María Tarazona improvisa movimientos que recogen la sutileza, y la potencia, de la marea oceánica.

Finalmente, un coro de voces congregadas se distingue por su pluralidad cohesiva. Dibujos y grabados de Yuliana Ocampo, Felipe Campuzano, Angélica Cordero y Jorge Barco sugieren que la naturaleza (mineral, vegetal, telúrica) es hermana del pensamiento; que los estados más transformadores son los que nos atraviesan dimensionalmente; y que, en materia de salud mental, el pensamiento, no por natural, logra eludir estigmas. Todo esto bajo el halo acústico de Barco, cuyas grabaciones capturan los sonidos magmáticos del Volcán Nevado del Ruiz, recordándonos que de donde venimos, y hacia dónde vamos, se parece poco a la intemperie que conocemos.

Karen Grimson
Curadora

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