Reseñas - Cuba Estados Unidos

Patricia Restrepo

Tiempo de lectura: 10 minutos

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13.05.2017

Adiós Utopia: Dreams and Deceptions in Cuban Art Since 1950 en Museum of Fine Arts, Houston

por Patricia Restrepo, Houston, Texas, EE.UU.
5 de marzo de 2017 – 21 de mayo de 2017

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La presentación de Adiós Utopia: Dreams and Deceptions in Cuban Art Since 1950 en el Museo de Bellas Artes de Houston (MFAH) es la más completa y (autodeclarada) significativa presentación de arte cubano contemporáneo y moderno exhibida en los Estados Unidos desde 1944, cuando Modern Cuban Painters fue montada en el Museo de Arte Moderno en Nueva York. Considerando los superlativos de la exposición conectados con el reciente cambio de relaciones, aún tenues, entre los Estados Unidos y Cuba, no dudé de la relevancia o importancia de esta exposición. Sin embargo, a pesar de incluir algunas singulares y fuertes obras, así como técnicas curatoriales innovadoras, incluyendo la incorporación de fotografías históricas, Adiós Utopía presenta ausencias evidentes por su presentación unidimensional y simplificada de la historia cubana. Finalmente, la exhibición tiene carencias de una perspectiva matizada en cuanto al arco de la historia cubana, ya que no proporciona un espacio para narrativas alternativas y persuasivas.

En primer lugar, examinemos el “quién es quién” de esta exhibición, dado que la exhibición maneja diferentes agendas. Adiós Utopía fue concebida por la Cisneros Fontanals Fundación para las Artes (CIFO Europa) y Cisneros Fontanals Art Foundation (CIFO EUA), comisariada por tres curadores cubanos independientes –Gerardo Mosquera, René Francisco Rodríguez y Elsa Vega–, y organizada en colaboración con el prestigioso Departamento de Arte Latinoamericano del MFAH y el Walker Art Center. Los artistas presentados nacieron o se encontraron en Cuba en algún punto de su vida, sin embargo, los parámetros específicos de inclusión no son claramente delineados.

Wilfredo Prieto, Apolítico (2001)

El ingreso a la exhibición no decepciona. Ascendiendo al piso superior del edifico con un diseño de Mies van Der Rohe, fui recibida por Apolítico (2001) de Wilfredo Prieto, una obra que constituye en 30 banderas monocromáticas, desprovistas de su diferenciación: su coloración nacionalista. Enseguida, me acerque a la sección de la exhibición dedicada al arte del cartel revolucionario. A pesar de algunos problemas de instalación, los propios carteles son una visualización aturdidora de la fuerza del espíritu revolucionario y su capacidad de aprovechar el potencial estético y la innovación gráfica para difundir mensajes políticos. Incluyendo más de 50 diseños por diseñadores como Olivio Martínez y Antonio Fernández Reboiro, estos carteles se mantienen como una de las obras con más potencia visual en la exhibición.

Colindando con los carteles, el texto introductorio de la exhibición establece su contexto y significado. Éste hace afirmaciones, tales como que la exhibición no sería cronológicamente directa sino que se enfocaría en las conexiones temáticas presentes en 65 años de trabajo. La exhibición reúne cerca de 100 obras entre pintura, diseño gráfico, fotografía, video e instalación creadas por más de 50 artistas y diseñadores cubanos. El texto también afirma que se enfocaría en las narrativas sin contar de artistas cubanos. Como declara el material educativo, “Adiós Utopía presenta al público estadounidense eventos clave dentro de la historia cubana y explora como esta historia afectó a artistas individuales, forjando el carácter del arte producido en la isla y condicionando la recepción del arte cubano tanto en Cuba como en el extranjero.”  A su vez, debemos cuestionar cómo esta exhibición en específico puede condicionar la aceptación del arte cubano y significativamente pero no explícitamente, la lectura de la historia moderna de Cuba.

La exposición abre con una muestra impresionante del Concretismo de la década de 1950, estableciendo el inicio del linaje de arte cerebral. Aunque estas obras no-figurativas juegan con la abstracción geométrica, fueron impregnadas de ideales políticos por muchos de sus creadores, notablemente por Los Diez Pintores Cubanos.

Este grupo intentó establecer nuevas realidades dentro de la innovación de su trabajo; al cabo de unos años, cambiaron la abstracción de un terreno enfocado en la obra no-figurativa a un campo conceptual que podría ser empleado para fines políticos y sociales. De particular interés fueron las obras del artista de origen rumano Sandú Darié. Sus estructuras pictóricas le permitieron explorar la premisa del enmarcado y su relación al espacio. A pesar de la intención de la exhibición en presentar obras temáticamente más que cronológicamente, esta sala establece la búsqueda predominantemente cronológica de la exhibición con obras simbólicamente anacrónicas. Un caso aislado de una obra contemporánea en esta sala, es el video Malevich, de la serie tutoriales de uñas (2010) de Yaima Carranza. La didáctica asociada con este video sienta las bases para la conclusión final de la utopía fallida de Cuba al declarar que este video demuestra «las diferencias entre los ideales revolucionarios y la realidad».

Lazaro_Saavedra-El_Corazon_Sagrado

La siguiente sala traza la formación y uso de los ideales e iconos revolucionarios cubanos, tales como la bandera de Cuba. En una sala relativamente sencilla y directa, el espacio es elevado por la obra cronológicamente aislada de Juan Francisco Elso, For America (José Martí) (1986), una escultura que representa al líder revolucionario José Martí como un mártir religioso. La inclusión de fotografías históricas junto con obras de arte es presentada aquí, una estrategia curatorial empleada en otras salas pero a menor escala. Fotografías icónicas por Alberto Korda, Raúl Corrales y otros documentalistas de los años 60s son llevabas a un diálogo democrático con obras de arte relacionadas a las mismas. Fotografías históricas son esparcidas a lo largo de la exhibición, permitiendo que el trabajo que es usualmente sometido a un rol de documentación, sea visto como obra de arte cargada de significado icónico y simbólico.

El espacio siguiente procede a deconstruir los ideales revolucionarios. No todas estas obras pueden ser leídas como críticas al Estado; en cambio, ejemplifican manifestaciones de diálogos de artistas con el gobierno. Dibujos lúdicos del dúo artístico compuesto por Eduardo Ponjuán y René Francisco utilizan el humor de forma refrescante para demostrar algunas de las contradicciones e irracionalidades de la política cubana en los años 80s. Esta sala también contiene la única obra que abiertamente hace referencia a los Estados Unidos: El Sagrado Corazón (1995) de Lázaro Saavedra, la cual presenta una versión del Sagrado Corazón de Jesús, en la cual, la figura del corazón esta rellena con la bandera de Cuba; su globo de diálogo encierra al martillo y hoz del Comunismo, y su globo de pensamiento contiene la bandera estadounidense.

La exhibición continua explorando el rol de las palabras: por ejemplo, como el discurso formó la ideología revolucionaria y el impacto de la censura gubernamental. Con estas exploraciones literales de las cámaras políticas de Cuba y un dispositivo para monitorear la censura, esta primera sala es demasiado evidente; de forma refrescante, la segunda sala explora representaciones metonímicas de los medios de comunicación a través de representaciones viscerales de partes de la boca. Destacan las obras alegremente coloreadas y grotescas de Umberto Peña. Entre estos espacios hay una sala que alude a temas que yo hubiera deseado fueran más provocativos: el sufrimiento cubano ocasionado por las políticas gubernamentales estadounidenses, así como la inestabilidad del futuro cubano dada la inversión extranjera que se avecina. La instalación de Tonel, El Bloqueo (1989) se compone de un conjunto de bloques de cemento organizados de acuerdo a la forma de la isla de Cuba, sobre la cual descansa amenazadoramente la frase “El bloqueo”. Aunque leí esto como una crítica a EE.UU. y sus esfuerzos por regular a los cubanos, la didáctica de la exhibición podría sugerir un “auto-bloqueo” cubano. Además, hubiera deseado que se expandiera la discusión en la exhibición acerca de la creación de una fuerza cada vez más neoliberal en la Cuba contemporánea, tema brevemente abordado en Nueve Leyes (2014) de Reynier Leyva. Esta obra visualiza el área, volumen y peso de la tinta en los manuscritos e impresiones claves de legislación aprobada por el gobierno cubano. Esta pieza tiene una referencia convincente para el futuro de Cuba con una representación de la Ley de Inversión Extranjera de 2014. La obra, la cual abarca dos grandes paredes con un amplio espacio vacío, es también un hermoso eco del arte concreto que se presenta en la primera sala.

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La muestra concluye con exploraciones de las “ilusiones perdidas y la utopía invertida”. Para mi, la forma de abordar este tema debilita la exposición. Muchas de las obras utilizadas invierten los símbolos de la Revolución en su sentido más literal; es demasiado fácil, obvio y excesivamente señalado. Faro Tumbado (2006) de Los Carpinteros, por ejemplo, representa de forma escultórica el icónico faro de La Habana recostado, insinuando fuertemente un paralelo entre la caída del régimen de Castro y su sueño comunista. También hay una escultura llena de petróleo de Yoan Capote que funciona como presagio de mala suerte (que lamentablemente estaba sin funcionar durante mi visita), así como fotografías de sitios abandonados relacionados a la industria azucarera por Ricardo G. Elias. La obras más ambigua de Glenda León, Añoranza (2004), es un respiro de bienvenida después de intensos mensajes;  una mariposa con sus alas retenidas está montada en el muro arriba de mi cabeza. ¿Las alas están atrapadas, literalmente sin poder volar de limitaciones externas impuestas, o es la polilla comenzando a emerger? No se nos da una respuesta. A pesar de unas cuantas pausas, no cabe duda de que estas representaciones temáticas finales del martillo son acerca del descontento de artistas cubanos con su contexto. El atractivo video de Javier Castro, La edad de oro (2012), contiene los sueños de niñxs cubanxs incluyendo el deseos de querer ser “extranjero” y el sueño de ser “dictador”. El video presenta un futuro bastante sombrío en cuanto a las perspectivas de los niños. Dentro de la temática de la exposición, el video es una perspectiva limitada de los sueños y los deseos del pueblo cubano.

Al final de la muestra yo estaba repleta de preguntas. ¿Por qué ésta obra es exhibida ahí? Me parecía que esta exhibición era una excelente oportunidad para abordar piezas que se acercaran críticamente a los Estados Unidos –su historia de intervenciones cuestionables y los actuales inversionistas sedientos de dólares (incluyendo inversionistas de arte). Así mismo, me pareció que hizo falta presentar perspectivas alternativas que exploraran el presente y pasado de Cuba fuera de la Revolución, como es el caso de la pieza Fábrica de utopías (2014) de René Francisco, por ejemplo. ¿Dónde estaban las obras que intentan reanimar aspectos románticos del pasado Revolucionario mientras reconocen el desencanto con otros aspectos, como las acciones poéticas de Felipe Dulzaides en su proyecto Utopía posible (1999 – en curso)? Igualmente, se siente la ausencia de Wilfredo Lam, así como de la exploración e importancia del visionario proyecto de Cuba de Escuelas Nacionales de Arte, Instituto Superior de Arte, el cual ha generado una gran masa de talento artístico y que a su vez sirve como una metáfora de la historia revolucionaria de Cuba. Por último, faltaron obras que exploraran el complejo paisaje racial de Cuba, como lo es el proyecto Queloides. La única obra que insinúa el mosaico racial de la identidades cubanas fue la maravillosa pieza de Tania Bruguera, Estadística (1995 – 2000), una bandera cubana hecha a partir del tejido de cabello humano.

 Tania Bruguera, Estadística (1995 – 2000). Photo courtesy of the Museum of Fine Arts Houston.

Claramente, esta avalancha de conceptos e ideas es demasiado expansiva para cualquier exhibición; sin embargo, una presentación más matizada hubiera resultado en una narración más compleja y convincente sobre esta historia cubana. Es claro que, Adiós Utopía tiene una tesis que es abiertamente representada pero no explícitamente manifestada: cada una de las salas parece continuar con el arco de la exhibición hacia una demostración del experimento fallido de la Revolución Cubana. El título por si mismo se lee como un obituario para el fallecimiento de los intentos revolucionarios. Por último, ¿cómo podría una exhibición de arte cubano centrada en EE.UU. no ser política a niveles más allá del arte político contenido dentro de la propia exposición?

Aunque fallida la exhibición tiene tropiezos que le dificultan alcanzar algunos de sus nobles objetivos, esta exposición realmente permite al público relacionarse conceptualmente con un arte al cual normalmente no tienen acceso, permitiéndonos ver concepciones cubanas de su nación —advertencia: concepciones cuidadosamente seleccionadas— en lugar de las conocidas nociones estadounidenses sobre Cuba.

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