Marginalia - México

Alantl Molina, Paulina Camu

Tiempo de lectura: 5 minutos

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21.12.2022

#88

A través de esta sección, invitamos mensualmente a agentes del sistema artístico a compartir una selección de imágenes relacionadas con su práctica o intereses. Las imágenes se publican diariamente en el encabezado de nuestro sitio web y se comparten a través de nuestro perfil de Instagram. Al final del mes, la selección completa de imágenes es publicada junto con un texto que las contextualiza. Aquí la selección de diciembre del 2022.

De todas las artes el cine, como oficio, quizá sea el más quijotesco: requiere un esfuerzo creador equivalente al de la literatura, una capacidad de composición similar a la de la música y la habilidad de plasmar, o de crear una abstracción, muy parecida a la que se utiliza en la pintura. Además, a diferencia de quienes pintan, hacen música o escriben, si la persona que quiere hacer cine logra reunir todas esas cosas, aun no puede hacer películas: necesita una multitud variopinta en la que van técnicos, inversionistas, magos de la logística, asistentes, conductores y porristas, todes  actuando en concierto para materializar algo que nadie puede garantizar que saldrá bien.

A cambio de estas exigencias descomunales, el cine ofrece una recompensa inusual: es tal vez la única forma de arte que reúne los poderes de todas las demás en una sola. Tiene la capacidad de evocación de la música, la posibilidad de crear mundos alternos de la literatura, el poder visual de la pintura y la capacidad terapéutica de exploración personal -tanto para les participantes como para el público- que tiene el teatro. Además de esto, el cine es tal vez la única forma de arte que absorbe al espectador por completo; lo abstrae de su realidad personal y lo sumerge, con todos sus sentidos, en la realidad paralela que propone. Esa posibilidad de proponer mundos paralelos que se convirtieran en reales fue una de las cosas que nos llevó a hacer los fauxtogramas.

Los fauxtogramas nunca fueron un engaño. Lo que nos interesaba no era que la gente creyera que nuestras películas eran reales, sino que supieran que eran películas falsas, pero que contenían una realidad que podía imponerse y caminar por sí sola.

Vistos en Instagram, que es como la mayoría de la gente los encuentra por primera vez, parecería que los fauxtogramas son solo una foto con subtítulos, que es algo tan anodino, que ya incluso hay apps que lo hacen automáticamente. Pero en realidad son un juego de realidades más completo: además de la foto con el subtítulo hacemos la ficha completa de la película (nombre de la película, año, país y nombre del director o directora) y cada fauxtograma tiene una historia detrás, que puede ser la trama de la película, pero también alguna anécdota extravagante de la producción, una historia personal del director o directora, de los actores o les técniques, o la crónica de alguna reacción insólita sucedida al momento en que la película entró en contacto con el público.

Con este kit completo hemos ido armando una enciclopedia de cine ficticio que poco a poco fue ganando terreno en el mundo real. Algunos medios especializados publicaron reseñas de nuestras películas falsas (ej. 1, 2), algunas personas del mundo del teatro, el cine y la música grabaron cineminutos hablando de ellas (1, 2) y el Centro de la Imagen nos invitó a hacer una proyección de la serie, la cual se musicalizó en vivo con la banda sonora de una de las supuestas películas.

Para hacer los fauxtogramas, nos impusimos estos parámetros:

  1. Un cine de todas las regiones del mundo.
  2. Un cine con suficiente representación de mujeres y hombres. Queríamos crear desde estas ficciones el mundo en el que nos gustaría habitar: un mundo donde más mujeres tengan acceso a compartir sus creaciones.
  3. Usar el resto de los elementos que contaran lo que el subtítulo y la imagen no alcanzaban a contar: el título, el nombre de los directores, el año, tendrían que aportar sentido (sutil o evidente) y complementar la narrativa.
  4. Frases alejadas de la cultura del meme o la premisa psicoterapéutica. Queríamos alejar el proyecto de las narrativas de desecho inmediato y la explicitud rayana que no deja nada al espectador. Queríamos dejar que la fuerza semiótica de una imagen con una frase escrutable obrara en la mente de quien la viera; casi en la tradición de las máximas de Lao-Tse: enunciados anclados en una cadena inconclusa que, ante la insuficiencia narrativa, empujan a quien los lee a buscar un punto de claridad dentro de la vastedad de su propia imaginación.
  5. Tampoco queríamos hacer de ningún fauxtograma una suerte de diario personal. Creemos que el sentido es un fenómeno de la mente del espectador; no queríamos influir demasiado en la recreación de cada persona. Quizá a consecuencia de ser un trabajo a cuatro manos nunca fue un tema personal. No vamos a negar que en algún momento tuvimos deslices que afortunadamente el otro corrió a rechazar o, en su afán de querer entender más hizo preguntas que el otro, por no contestar, decidió recular. Ninguna prescripción, ningún diario personal.

Como en todo: la conceptualización antecede al primer paso. La guía de los fauxtogramas es lo anterior, pero, sobre todo, la antipatía con dos nociones de Occidente que creemos que han perturbado el disfrute personal del arte: la noción de Verdad, y la noción de Artista/genio-individual. A medida que nos acercamos al conocimiento de la mente, la neurociencia va encontrando que la realidad es realmente una suerte de consenso y no una entidad estática. Desde la Historia de los medios, sospechábamos que más bien es accesible y manipulable; desde la ciencia, que provisional. Creemos, siguiendo una idea puesta por escrito por Bajtín, que todo enunciado es un eslabón en una larga cadena de enunciados, únicamente surgido a propósito del anterior: que ninguna idea es original ni propia, sino una reelaboración personal siempre en deuda con la cadena de factores que la propiciaron: no hay Richard Prince sin Duchamp.

Con este cúmulo de consignas buscamos con los fauxtogramas construir ficciones que fueran indistinguibles de las realidades. Realidades que ni están en lo correcto, ni tienen razón, ni son únicas, ni son un portento o una vergüenza, sino lo que sus posibilidades creativas les permitan ser. Ficciones que fueran tan reales como la realidad es ficticia.

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