27.08.2024

​​“Presente”: Tejer memorias a pesar de la amnesia

Insistir, la colonización de la sensibilidad sostiene las múltiples formas del fascimo, sea desde el fascismo nacional hasta las dictaduras militares. Insistir. A propósito de los casi 51 años del golpe de Estado en Chile, recordamos PRESENTE en el Museo de Arte Contemporáneo (CL) curada por Joselyne Contreras Cerda, Sebastián Vidal Valenzuela, Diego Parra Donoso, exposición colectiva transgeneracional que enunció la relación del arte y sus implicaciones políticas desde septiembre de 1973.

 

Dentro de las numerosas actividades en torno a la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado en Chile, en el 2023 el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) presentó una programación relativa a dicho momento y contexto histórico. Una de las muestras fue “Presente”, en la que se propusieron tres núcleos de lectura para exhibir el trabajo de diecisiete artistas de distintas generaciones, quienes han venido explorando diversas formas en las que el arte se ha vinculado políticamente con lo acontecido desde septiembre de 1973.

El pasado reciente –en especial los hechos que ocurrieron en Chile– posee una vigencia que se manifiesta fundamentalmente en dos aspectos: la realidad política que impone el ordenamiento constitucional de 1980, que determina la vida de la ciudadanía en todas sus dimensiones, y las violaciones a los derechos humanos, que mediante el terrorismo de Estado torturó, asesinó, desapareció, apresó y exilió a miles de chilenxs.

50 años han pasado desde el golpe de Estado y, a pesar de la insistencia de las pruebas, aún encontramos historias que tergiversan los hechos, condicionando así nuestra relación con lo público por aquellas argucias que determinan modos de sentir, pensar y actuar

Estos delitos de lesa humanidad son entendidos como una deuda que no se extingue, porque el Estado durante décadas no garantizó políticas de justicia, reparación y no repetición, dejando a miles de víctimas y familiares de ejecutados a la deriva. Esta es una situación pendiente que ha profundizado las heridas en todo el cuerpo social, pues la dictadura instaló un modelo político y económico mediante la muerte y la desaparición de miles de personas.

Tomando lo anterior como premisa, “Presente” exhibió una selección de obras y propuestas que buscaron darle relevancia a una pluralidad de prácticas y lenguajes para visitar ese pasado reciente, dando cuenta de aquel momento inconcluso, del acontecimiento que no da tregua al tiempo y que sigue haciéndose presente en cada momento.

Atender al presente

Cada vez que volvemos a la memoria de la dictadura, hacemos presente que su legado doloroso sigue vivo, allí donde la imagen, la palabra y el cuerpo constituyeron una tríada efectiva para denunciar la violencia de Estado. A través de diversos medios como la pintura, la performance, la fotografía, el video o la gráfica, lxs artistas activaron prácticas que les permitieran exponer el carácter sistemático de la muerte y la censura durante aquel tiempo, así como representaciones para manifestar –desde lo crítico y lo afectivo– un malestar en contra de aquella anulación de la libertad.

Dadas sus condiciones temporales, muchas de las obras toman como base el archivo para recomponer, desde la visualidad, la presencia de la imposición de silencio y clandestinidad. De esta forma, la propuesta de Constanza Urrutia Wegman visitó y actualizó el último discurso del presidente Salvador Allende, para recordarnos aquel camino socialista que fue desviado mediante la imposición de la violencia; mientras que Nury González recuperó la memoria del día del golpe, en palabras de alguien que no vivía en Santiago, sino en un sector rural, desde una mirada que está fuera de los grandes relatos oficiales. Así mismo, el Colectivo de Acciones CADA se hace presente con el primer remontaje en Chile de su icónica instalación Residuos Americanos (1985), realizada en 1985 en el Washington Project for the Arts, que consistió en el envío de un cajón con ropa de segunda mano como forma de protesta a la intervención norteamericana en la desestabilización del gobierno del presidente Salvador Allende. Acompañaron este núcleo dos pinturas de Patricia Israel, que exploran su relación afectiva con el exilio y la tortura. Además, estuvo presente la documentación de una performance que Elías Adasme realizó en el centro de Santiago, en 1980, en la que activó el reparto callejero de una declaración artística y política que concluyó con su apresamiento. Devolver la escala humana a la historia es el efecto que tiene trabajar con las memorias, que son individuales y colectivas, parciales e incompletas.

Hacer presente

El “Presente”, inaugurado por los hechos que las obras refieren, instaló la incertidumbre como principio básico de la vida. Por ello, algunas de las propuestas de la muestra se situaron en una zona que trabajó con el recuerdo y el registro, dando pie a activaciones que esbozaban y hacían legible lo ocurrido, para actualizar lo que el poder olvida y atender lo que está ocurriendo.

Si bien los primeros años de la transición tuvieron como telón de fondo los testimonios de víctimas y familiares, así como también las investigaciones judiciales, los gobiernos no operaron con la fuerza y persistencia reparadora respecto a la envergadura del daño ejercido por el propio Estado. Apenas 50 años del golpe después, se asumió como política de Estado la búsqueda de detenidos desaparecidos, una acción que resulta imperiosa dado el resurgimiento de miradas negacionistas que cuestionan la veracidad de hechos sancionados por la propia justicia.

Javier Rodríguez ofreció en este núcleo un mural realizado especialmente para la exposición. En este recreó a modo de viñetas de historietas –en fondo negro con lápiz blanco– escenas de dos documentales sobre Chile, realizados a pocos días del golpe por la televisión francesa (Chile, a la sombra de las espadas de Jacques Grignon-Dumoulin, y el Especial Chile, de Jacques Segui). Este contraste intermedial se colocó de sobrerelieve con una serie de dibujos en papel, recreando el traumático caso conocido como La caravana de la muerte, en el cual cientos de chilenos fueron detenidos y asesinados. Este oscuro mural estuvo en diálogo con otra obra monumental, se trata de La Sábana, de Nicolás Franco, una pintura negra en la que destaca la referencia a uno de los archivos más importantes utilizados por los abogados de derechos humanos de la Vicaría de la Solidaridad (organización vinculada a la Iglesia católica y creada en dictadura para la defensa de los DDHH) para encontrar a las personas desaparecidas: La Sábana. Este archivo consistía en varios papeles unificados en donde se anotaban datos de las víctimas y se pegaban en los muros de las oficinas de la Vicaría. En tanto documento, hoy se vuelve a hacer presente cuando el presidente Boric dio a conocer, en el mes de septiembre del pasado año (2023), el Plan Nacional de Búsqueda de Verdad y Justicia, primera política de Estado enfocada en esclarecer las desapariciones forzadas.

Frente a esta pintura, se instaló el video La sangre de Cronos, que fue realizado por el destacado teórico chileno Ronald Kay, el cual correspondía a la última edición de la documentación de un happening (Tentativa Artaud) que fue parte de un seminario dedicado a la obra de Antonin Artaud, realizado en 1974, en el Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad de Chile. Esta fue una experiencia performativa y medial que apuntaba a explorar el dolor y la imposibilidad del habla en tiempos de censura y represión. Finalmente, la obra Estrellato, de Elías Freifeld, tuvo como inspiración directa el emblemático caso del asesinato de tres profesores -Guerrero, Parada y Nattino-, en 1985, conocido como “El caso degollados”. Sobre una tela, Freifeld dibujó cabezas y estrellas que luego fueron cubiertas con una pintura de color azul ultramar. Mientras realizaba la pintura, el artista grabó el proceso y al finalizarlo golpeó reiteradamente la pintura con su cuerpo, como acto de agresión e impotencia frente al contexto que vivía.

Estar presente

50 años han pasado desde el golpe de Estado y, a pesar de la insistencia de las pruebas, aún encontramos historias que tergiversan los hechos, condicionando así nuestra relación con lo público por aquellas argucias que determinan modos de sentir, pensar y actuar. En estos entramados narrativos, las imágenes y prácticas artísticas han tenido un lugar central en la profundización no solo de los relatos en relación a los crímenes de la dictadura, sino también en su potencial para ingresar en la discusión política. En este núcleo, se exploró el complejo vínculo entre la autonomía y la responsabilidad social, a la vez que se dio cuenta de la necesidad de volver a mirar aquello que es urgente traer al espacio público y conservar en la memoria.

La obra de Rainer Krause explora un archivo personal e íntimo que va desde su propia experiencia documental hasta los murales pintados en distintas poblaciones en Santiago, a mediados de los años ochenta: un registro fotográfico callejero que ha sido guardado durante 50 años y se exhibe en la muestra por primera vez. En este vemos cómo la población se resistió al silencio y recurrió a las imágenes como método de denuncia, pero también como ocasión de producir monumentos populares a la memoria de sus caídos. Con la calle como centro, las fotografías de Francisca Montes nos presentan el espacio público en permanente disputa; en sus vistas aéreas de la marcha del 11 de septiembre de 2011, en el Cementerio General de Santiago, se muestran efluvios de la memoria que siguen presentes en la sociedad chilena.

 

Para cuestionar la política estética de la dictadura, que intentó forzar la celebración de los próceres militares mediante el cambio de nombres de plazas, calles y edificios públicos, así como instalando sus propios monumentos ―desde llamas “eternas”, pasando por grandes estatuas y pequeños bustos―, Paz Errázuriz retrata estos últimos en su serie Próceres, con imágenes que muestran una fundición en la que se realizaban pequeñas estatuas que poblaron plazas públicas en prácticamente todos los municipios de Chile: Bernardo O’Higgins, José Miguel Carrera, Arturo Prat y, en menor medida, Manuel Rodríguez, reconocidos como padres de la patria ―siempre hombres, siempre militares―, que se convierten en artefactos ridículos, en simples objetos que parecen ser exorcizados de su aura histórica y monumental. En la misma línea, Gonzalo Díaz exhibe el políptico Política de la perspectiva, compuesto por cuatro paneles realizados en serigrafía, donde las imágenes de la pintura de Paolo Uccello, La Batalla de San Romano (1456), son contrapuestas a recortes de prensa del diario La Tercera, donde vemos a carabineros a caballo contra los manifestantes, en una marcha en el marco del proyecto del gobierno de Sebastián Piñera que buscaba reformular la ley “anti-terrorista”, fragmento de legislación que tiene su origen en la dictadura y que es el instrumento jurídico mediante el cual se ha protegido el modelo político de la Constitución de 1980, vigente y ratificada por el último plebiscito en Chile. Este instrumento, efectivamente, aun permite la represión de las multitudes que salen a manifestarse en las calles, como si no pudiera existir progreso cuando el disenso se hace protagonista del debate público. Finalmente, el artista Pablo Rivera nos presenta una poderosa fotografía del Palacio de la Moneda, completamente cubierto por una tela negra, que fue tomada por el artista en momentos en que el edificio se encontraba en remodelación, en 1999. El temporal oscuro manto que recubrió el Palacio de Gobierno contrasta con la serie de banderas chilenas que se izaron en la contigua Plaza de La Constitución. Este luto arquitectónico remarca que, en la actualidad, la memoria política, a pesar de los intentos de reparación, sigue siendo una deuda profunda.

Puntos de entrada y salida

En las propuestas de Enrique Ramírez, Claudia del Fierro y Alfredo Jaar, el complejo de volver a exhibir, visibilizar, para mirar nuevamente en el presente aquello que es necesario traer al espacio público para conservar en la memoria.

La obra de Alfredo Jaar ¿Es usted feliz?, pregunta por la felicidad en una sociedad que se reconoce como llena de miedos e incertezas, donde la precarización de la vida nos ha llevado como ciudadanía a desvalorizar la democracia. El gran letrero que recibió al visitante y podía ser visto desde la calle, instaló con cierta impertinencia una pregunta que alberga diversas respuestas, algunas que quizá no nos sintamos cómodos de escuchar. Esta pieza, con las características y dimensiones de los carteles publicitarios carreteros, ofreció al espectador la potencia invasiva de una pregunta simple y aguda en su atemporalidad.

Activando el cierre y apertura de la exposición, las obras audiovisuales de Ramírez y Del Fierro nos acercan a visiones que, aunque parezcan distantes, son la trama con la que se ha tejido la memoria de la dictadura. Por un lado, Enrique Ramírez, en Brisas (2008), interpela al espectador con la visión de un hombre que retorna desde el mar para caminar por el centro de la ciudad hasta llegar a la Casa de Gobierno. Esto es una metáfora de lo intempestivo que es el recuerdo, el modo incontrolable en que la memoria de los que ya no están aparece en el cotidiano; es una forma poética de hacer un recordatorio sobre la deuda que el Estado tiene con las víctimas. Mientras que Claudia Del Fierro en El Complejo (2014), produce una pieza documental que revela historias que la transición democrática prefirió obturar, ya que no coinciden con el relato oficial de la lucha contra la dictadura (la idea de que solo se venció a Pinochet con un plebiscito, sin violencia de por medio). El video exhibe cómo parte de la sociedad chilena quiso desafiar activamente a la dictadura mediante las armas y, a su vez, la forma en que esta última logró deshacer dicha iniciativa usando toda su violencia y poder. Las heridas que quedaron luego de este proceso son tan profundas que aún hoy el territorio de Neltume (donde ocurrieron los hechos que relata Del Fierro), sigue cargando con ellas, mientras es asolado por la industria maderera y turística.

Con el recuerdo aún vivo de los acontecimientos difíciles que Chile vivió con el estallido o revuelta social, donde las demandas de igualdad y justicia social se manifestaron furiosamente en las calles, “Presente” activó desde el pasado cuestionamientos similares, en los cuales, los mismos problemas se heredaron y perpetraron durante los años democráticos. Se trata de visibilizar cómo el Estado y nuestra sociedad civil no han logrado desarrollar una política de memoria histórica que facilite, por un lado, el recuerdo de las víctimas (con la correspondiente justicia), y por otro, prolongar la cultura de derechos humanos hacia el presente, fortaleciendo la democracia y asegurándose de que nunca más ocurran hechos como los que tuvieron lugar durante la dictadura.

Artistas:
Paz Errázuriz, Alfredo Jaar, Gonzalo Díaz, Nicolás Franco Guzmán, Nury González, C.A.D.A., Javier Rodríguez, Ronald Kay, Rainer Krause, Pablo Rivera, Francisca Montes, Patricia Israel, Elías Adasme, Constanza Urrutia, Claudia del Fierro, Enrique Ramírez y Elías Freifeld.

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