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Volver a la Tierra
Sara Garzón
Colombia
2025.06.11
Tiempo de lectura: 27 minutos

Desde los años cincuenta, la exploración espacial ha suscitado una serie de reacciones que cuestionan su complejo y multifacético impacto en cómo entendemos conjuntamente la naturaleza y la civilización humana. Mientras que las opiniones sobre la eficacia de los viajes al espacio se transforman, imágenes icónicas de la Tierra tomadas desde el espacio —como Earthrise [Salida de la Tierra] (1968, fig. 1) y The Blue Marble [La canica azul] (1972)— han tenido profundos efectos tanto ontológicos como epistemológicos. Por ejemplo, al mostrar el mundo en su “totalidad”, The Blue Marble desató reacciones contradictorias. Para algunxs, la imagen sentó las bases del pensamiento planetario contemporáneo. [1] La gente pudo verse a sí misma y a la Tierra como un todo integrado en lugar de una acumulación desarticulada de partes aisladas. Esto eventualmente inspiró una conciencia interespecie, que sería pivotal para los movimientos ecológicos de los años setenta alrededor del mundo. Para otrxs, en cambio, la imagen generó la posibilidad de buscar un nuevo hogar cósmico. Al haber convertido el mundo en imagen, como lo menciona W. J. T. Mitchell, a partir de ese momento, lxs entusiastas de los viajes al espacio pensarían la Tierra como el mero telón de la acción humana. [2] Priorizaron la expansión y reforzaron sus prácticas hegemónicas en una Nueva Frontera [3] de colonización a bordo y fuera de la Tierra.

La obra titulada A Study of Relationships Between Inner and Outer Space [Estudio de las relaciones entre el espacio interior y exterior] (1969), del artista argentino David Lamelas, es emblemática en relación a los sentimientos encontrados alrededor de la exploración espacial. En el video-performance de veinte minutos, observamos al artista encontrarse con transeúntes en las calles de Londres. Las entrevistas revelaron los múltiples puntos de vista de lxs peatonxs respecto a la importancia de la llegada del hombre a la Luna. Muchxs se manifestaron en contra, tomando en cuenta que millones de personas sufren de hambruna y marginalización en la Tierra. Otrxs manifestaron su entusiasmo; asombradxs, se jactaban del alcance de la innovación humana. Un tercer grupo se perdió el evento y no tuvo opinión respecto a lo que este logro representó. Sin embargo, lo cautivador de la pieza de Lamelas fue el hecho de que el artista tomó nota de cómo nuestra relación con el espacio y la naturaleza amplió las definiciones del arte. ¿Sería que la llegada a la Luna abrió un nuevo universo de “espacio” a reclamar por parte de lxs artistas, el arte y, en particular, la escultura en el campo expandido?

Aún así, mientras que la exploración espacial implicó una reconfiguración visual de la Tierra, el impacto que tuvo en nuestra relación ontológica con el planeta no era del todo nuevo. La teórica Mary Louise Pratt, al discutir el surgimiento de la planetariedad en el siglo XVIII, vinculó este cambio con la expansión del imperialismo europeo. [4] Pratt sostiene que el acto de “ver” la Tierra en su totalidad —comúnmente para poseerla— está vinculado con el auge de la identidad burguesa, la expansión capitalista en búsqueda de materia prima y las disputas por los territorios de ultramar. En este contexto, las visualizaciones de la Tierra que resultan de la exploración espacial, culminando con las misiones Apolo, se leen como la apoteosis de su tendencia histórica: el paso final para reducir la Tierra a un objeto para el consumo y la apropiación humana.

En línea con Pratt, y al considerar las implicaciones ontológicas más amplias de The Blue Marble, el académico decolonial Rolando Vázquez ha subrayado el hecho de que la llegada a la Luna no representó un nuevo hito en la evolución, sino su culminación: esto es, nuestra separación definitiva de la Tierra. Dicha separación, que resultó de la objetivación definitiva de la Tierra como recurso, ocasionaría un sentimiento de “desterramiento”, lo cual implicó una pérdida del enraizamiento en la Tierra como principio. Vázquez escribe: 

El 7 de diciembre de 1972, la tripulación de Apolo, compuesta por 17 miembros, tomó la primera fotografía de la Tierra: The Blue Marble. Esta fotografía cumplió el sueño de los geógrafos renacentistas de reducir el planeta Tierra a un objeto de representación; este es el momento en el que la mirada antropocéntrica alcanza, por así decirlo, su culmen histórico, el absurdo de su totalidad. La concepción de la Tierra como una prisión, el deseo de emancipar a lo “humano” de la Tierra y la reducción de la Tierra a una mera representación son todas manifestaciones del mundo moderno como un artefacto, su antropocentrismo y su pérdida de la Tierra como relación. Blue Marble significa la transmogrificación de la Tierra en un objeto de apropiación, representación, consumo y desperdicio. Significa olvidar a la Tierra como principio de enraizamiento. [5]

Esta separación, resultado de la objetivación del mundo como imagen, reflejó la negligencia, por parte de la civilización moderna, de los ecosistemas y nuestra propia humanidad. Este descuido, una negación de nuestra condición planetaria, trajo consigo la clasificación, apropiación y consumo de la naturaleza, y fue exacerbado por la privatización de los recursos y la proliferación de imágenes que representan a la Tierra como un objeto desechable.

Las protestas y reacciones contra la exploración del espacio han sido constantes desde los inicios de la carrera espacial. En 1969, el Reverendo Ralph Abernathy (1926-1990), líder en derechos civiles, se presentó en el sitio de lanzamiento del Apolo 11 junto con cientos de protestantes para denunciar los billones de dólares gastados en llevar el hombre a la Luna, mientras que lxs estadounidenses negrxs enfrentaban hambruna y pobreza [6] (fig. 2). Comunidades Navajo también desafiaron los viajes al espacio al enviar mensajes a lxs habitantes de la Luna, advirtiendo la llegada de astronautas para colonizar su territorio. [7] Mientras observaban el despegue del cohete, académicxs nativo americanxs comentaron que era “una pena para los indios y búfalos del espacio exterior”. [8] Esta declaración expresaba sus preocupaciones por lxs habitantes de la Luna, cuyo territorio se “consideraba desocupado, el cual podría ser reclamado por gobiernos con poder”. [9] Para las comunidades indígenas, negras y del sur global, los programas espaciales reforzaron ideologías alrededor de la idea de terra nullius —donde la Tierra “vacía” se encuentra disponible para ser colonizada. Estas críticas evidencian el permanente legado colonial incrustado en el entramado mismo de la exploración del espacio, tanto en su retórica como en sus prácticas. Aún hoy, y a pesar de los intentos hegemónicos de separación y negación, lxs artistas hacen un llamado y también demandan “volver a la Tierra”.

Siguiendo la provocación de Lamelas, artistas contemporánexs han continuado con la propuesta interseccional de perspectivas que enraízan nuestras reflexiones y nos conectan con las realidades urgentes de la gente. Artistas como Nuotama Bodomo (Ghana, 1988), Oscar Santillán (Ecuador, 1980) y Simón Vega (El Salvador, 1972) exploran las contranarrativas de la ciencia ficción que enfatizan la solidaridad, las alianzas interespecie y las conexiones ancestrales. Al imaginar alternativas de los viajes al espacio exterior, estxs artistas han hecho un énfasis en la urgencia por deconstruir las ideologías coloniales por medio de imágenes de re-territorialización, nuevas temporalidades y el reconocimiento de todas las formas de vida humanas y no humanas que viven y prosperan en nuestro planeta. Abogan por “volver a la Tierra”, lo cual implica una búsqueda de la terrenalidad y un principio de enraizamiento que delinea el entramado y la complejidad de la vida que nuestro planeta permite.

En 1964, justo antes de que Zambia se independizara de Gran Bretaña, el profesor y activista Edward Mukuka Nkoloso lideró la Academia Nacional de Ciencia, Investigación Espacial y Filosofía. Afronautas, un término acuñado por Nkoloso, describía a mujeres y hombres africanxs apropiándose de los espacios comunes de la humanidad con sus propias tecnologías y reclamando su pertenencia. [10] Para Nuotama Bodomo, pese a estar “basado en hechos reales”, el cortometraje Afronautas (2014) presenta la historia del Programa Espacial de Zambia como una pieza de ciencia ficción especulativa, explorando las implicaciones más amplias del envío de cuerpos negros al espacio en el marco de los movimientos independentistas africanos de los años sesenta. Dicho cortometraje ilustra los sueños comenzados por Nkoloso y que, posteriormente, continuó Bodomo, quien creó posibilidades para reclamar historias, defender territorios y afirmar la posibilidad misma de que personas afrodescendientes ocupen justamente espacios en la Tierra y el espacio exterior, así como en la ciencia y la tecnología. El film se centra en el personaje femenino Matha, una mujer de 19 años, a quien Mukuka Nkoloso consideraba la primera persona en llegar a la Luna (fig. 3). Los personajes en el film, especialmente el de Matha, dan cuenta de la urgencia de encontrarse con los futuros tecnológicos negros, destacando su particularidad frente a los paradigmas tecno-científicos existentes dedicados a la opresión y la acumulación.

El primer aterrizaje en la Luna durante 1969 fue comparado fuertemente con el descubrimiento de América, sugiriendo que el alcance y la complejidad de poner un pie en la Nueva Frontera dibujaba un paralelo con los cambios históricos forjados por Cristóbal Colón. Esta comparación, velada como una celebración de las proezas tecnológicas occidentales, reforzó en su lugar narrativas e ideologías coloniales. Paisajes “desérticos” o remotos, por ejemplo, fueron replicados en la fotografía lunar haciendo ecos a la idea de terra nullius. De hecho, imaginar la exploración espacial no tiene que ver tanto con lo extraterrestre, sino que está profundamente vinculado a la Tierra. Territorios en Islandia, el Amazonas o en Navajo son ejemplos de lugares empleados por la NASA, y otros programas espaciales, para probar y replicar las condiciones “extremas” que implican los viajes al espacio exterior.

La instalación del artista ecuatoriano Oscar Santillán titulada Chewing Gum Codex [Códice de la goma de mascar] (2020) expone y reconsidera estas relaciones coloniales. La obra de Santillán revisa la expedición de entrenamiento que Neil Armstrong realizó en Cueva de los Tayos, en Ecuador, en 1976 (fig. 5). [11] Por medio de la investigación de archivos, Santillán identificó a un soldado llamado Francisco Guamán (a la derecha de Armstrong) quien, junto con otros miembros de la comunidad Shuar, guio al astronauta a través de la cueva y hacia el centro de la Tierra. El artista descubrió que la familia de Guamán había preservado una goma de mascar desechada por Armstrong. Con este hallazgo, el artista procedió a extraer el ADN del chicle petrificado y lo insertó en el genoma de plantas, las cuales fueron sembradas y cuidadas en la superficie de la pieza. Santillán explica que “Chewing Gum Codex sugiere la posibilidad de que unx astronauta interespecie pueda viajar al espacio a largo plazo. Dicho de otra manera, en el futuro, Armstrong podría volver al espacio exterior, esta vez viajando a través de plantas”. [12] Al disputar la condición del viaje espacial y al reimaginar vocabularios que subvierten las narrativas de una colonización de la Nueva Frontera, el imaginario poético del artista crea la posibilidad de desafiar el marco antropocéntrico de la exploración interplanetaria, mientras que ofrece otra visión de los viajes multiespecie en el espacio-tiempo que, con humor, abordan la historia de despojo y ocupación tecnológica.

Sin embargo, las problemáticas de los viajes espaciales no sólo se reflejan en el despojo y la colonización de tierras indígenas y recursos del sur global, sino que también implican dimensiones militares. En el contexto de la Guerra Fría, las misiones espaciales se trataban del avance científico pero también de supremacía militar. La carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética servía como un frente de desarrollo de tecnologías que posteriormente fueron usadas para la vigilancia, los sistemas de defensa antimisiles y demás operaciones militares. La historia oculta de las tecnologías espaciales armadas ha sido abordada por el artista salvadoreño Simón Vega desde finales de los años noventa. [13] Al contrario del viaje al espacio utópico representado en las narrativas de la ciencia ficción, la investigación de Vega revela y denuncia cómo esta empresa ha servido como una justificación para desarrollar tecnologías de guerra que serían posteriormente utilizadas en El Salvador, durante la Guerra Fría. Por medio de materiales recuperados, Vega construye naves y estaciones espaciales como Tropical Mercury Capsule Crash Landing [Aterrizaje forzoso de la cápsula Tropical Mercury] (2016) y Tropical Space Hostel [Hostal espacial tropical] (2019), para interrogar la violencia del progreso tecnológico, subrayando la precariedad de comunidades en el sur global que se vieron atrapadas en medio del campo de guerra de las luchas por el poder a nivel mundial. Para ilustrar los efectos de esta violencia en curso, Tropical Space Hostel es un objeto escultórico colocado sobre una cápsula diseñada específicamente para un hotel espacial que fue desarrollado por la Agencia Espacial Rusa. [14] De hecho, esta serie no se enfoca en el pasado de los viajes interplanetarios, sino en su futuro —particularmente en el turismo espacial que hace ecos con la economía turística en la Tierra. La evidente ruina de las naves espaciales en las fotografías escenificadas de Vega subrayan la devastación del paisaje y el detrimento de las fallidas ideologías del progreso. También simboliza la destrucción provocada por las luchas de poder a escala mundial, así como los impulsos coloniales de las exploraciones espaciales del pasado y del presente.

La idea de los viajes interplanetarios, entendida como una forma de colonización, no se limita al contexto histórico de la carrera espacial pero es vigente aún hoy. Como lo señalan artistas como Vega, Santillán y Bodomo, las luchas por el espacio están indudablemente vinculadas a preguntas por la soberanía, identidad y justicia de la Tierra. “Volver a la Tierra”, tal como estxs artistas lo proponen es, en este sentido, no sólo un anhelo nostálgico por un tiempo menos complejo; sino que es un llamado por enraizar aquí nuestra imaginación en la apremiante realidad de la degradación ambiental, la desigualdad social y los legados coloniales. Al proponer acercamientos alternativos a la planetariedad, estxs y otrxs artistas han enfatizado la necesidad de deconstruir el entusiasmo alrededor de la colonización de la Nueva Frontera, ya sea ésta en el espacio exterior o en la Tierra. Es justo por ello que, siguiendo el estudio de la filósofa Kelly Oliver sobre ideologías contradictorias de la exploración espacial, volver a la Tierra, como se ha delineado líneas arriba, trae consigo preguntarse: “¿cómo compartimos la Tierra con aquellxs con quienes no compartimos el mundo?” [15]. Esta pregunta esclarece nuestra responsabilidad, ética, estructuras de cuidado y otros esfuerzos compartidos para reparar el quiebre en nuestra relación con el mundo y entre nosotrxs mismxs. En este sentido, los imaginarios artísticos pueden y deben seguir afirmando formas de re-existencia basadas en una conexión a la Tierra, el arraigo a la interdependencia y una responsabilidad mutua sobre las formas en que podemos ver e “imaginar” mundos dentro de la Tierra.

——

[1] Amy J. Elias y Christian Moraru, The Planetary Turn: Relationality and Geoaesthetics in the Twenty-First Century (Evanston: Northwestern University Press, 2015), xii.

[2] W. J. T. Mitchell, What Do Pictures Want?: The Lives and Loves of Images (Chicago: University of Chicago Press, 2005); Benjamin Lazier, “Earthrise; or, The Globalization of the World Picture”, en The American Historical Review 116, n. 3 (2011), 602-30.

[3] Nueva Frontera es un término acuñado por el expresidente de los Estados Unidos John F. Kennedy en su discurso de aceptación, en 1960, para describir la política interior y exterior de su administración, donde el programa espacial estaba también incluido.

[4] Mary Louise Pratt, Imperial Eyes: Travel Writing and Transculturation (Nueva York: Routledge, 2008), 7.

[5] Rolando Vázquez, “Precedence, Earth and the Anthropocene: Decolonizing Design”, en Design Philosophy Papers (2017), 4. Traducido del original en inglés.

[6] Eric Niiler, “Why Civil Rights Activists Protested the Moon Landing”, en History (11 de julio, 2019). Consultado en: https://www.history.com/news/apollo-11-moonlanding-launch-protests.

[7] M. Jane Young, “‘Pity the Indians of Outer Space’: Native American Views of the Space Program”, en Western Folklore 46, no. 4 (1987), 269-79.

[8] Ibid, 271.

[9] Ibid, 272.

[10] Ver: Namwali Serpell, “The Zambian ‘Afronaut’ Who Wanted to Join the Space Race”, en The New Yorker (11 de marzo, 2017). En: https://www.newyorker.com/culture/culture-desk/the-zambian-afronaut-who-wanted-to-join-the-space-race; Alexis C. Madrigal, “Old, Weird Tech: The Zambian Space Cult of the 1960s”, en The Atlantic (21 de octubre, 2010). En:       https://www.theatlantic.com/technology/archive/2010/10/old-weird-tech-the-zambian-space-cult-of-the-1960s/64945/; Tom Wolfe, “Columbus and the Moon”, en The New York Times (20 de julio,1979).      

[11] Jean West, “Neil Armstrong’s giant leap in Ecuador with a Scots engineer”, en The Sunday Times (30 de junio, 2019). En: https://www.thetimes.com/uk/science/article/neil-armstrongs-giant-leap-in-ecuador-with-a-scots-engineer-lwrt0gfvl.

[12] Studio ANTIMUNDO, Chewing Gum Codex (2020). En: https://antimundo.org/wp-content/uploads/2018/01/CHEWINGGUMCODEX2020-OscarSantillan.pdf. Traducido del original en inglés.

[13] Kency Cornejo, “Decolonial Futurisms: Ancestral Border Crossers, Time Machines, and Space Travel in Salvadoran Art”, en Robb Hernandez et al., Mundos Alternos: Art and Science Fiction in the Americas (Riverside: UCR ARTSblock, 2017), 23. 

[14] Justin Catanoso, “France seeks EU okay to fund biomass plants, burn Amazon forest to power Spaceport”, en Mongabay (23 de febrero, 2023). En: https://news.mongabay.com/2023/02/france-seeks-eu-okay-to-fund-biomass-plants-burn-amazon-forest-to-power-spaceport/.

[15] Kelly Oliver, Earth and World: Philosophy After the Apollo Missions (Nueva York: Columbia University Press, 2015), 3.

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Desde los años cincuenta, la exploración espacial ha suscitado una serie de reacciones que cuestionan su complejo y multifacético impacto en cómo entendemos conjuntamente la naturaleza y la civilización humana. Mientras que las opiniones sobre la eficacia de los viajes al espacio se transforman, imágenes icónicas de la Tierra tomadas desde el espacio —como Earthrise [Salida de la Tierra] (1968, fig. 1) y The Blue Marble [La canica azul] (1972)— han tenido profundos efectos tanto ontológicos como epistemológicos. Por ejemplo, al mostrar el mundo en su “totalidad”, The Blue Marble desató reacciones contradictorias. Para algunxs, la imagen sentó las bases del pensamiento planetario contemporáneo. [1] La gente pudo verse a sí misma y a la Tierra como un todo integrado en lugar de una acumulación desarticulada de partes aisladas. Esto eventualmente inspiró una conciencia interespecie, que sería pivotal para los movimientos ecológicos de los años setenta alrededor del mundo. Para otrxs, en cambio, la imagen generó la posibilidad de buscar un nuevo hogar cósmico. Al haber convertido el mundo en imagen, como lo menciona W. J. T. Mitchell, a partir de ese momento, lxs entusiastas de los viajes al espacio pensarían la Tierra como el mero telón de la acción humana. [2] Priorizaron la expansión y reforzaron sus prácticas hegemónicas en una Nueva Frontera [3] de colonización a bordo y fuera de la Tierra.

La obra titulada A Study of Relationships Between Inner and Outer Space [Estudio de las relaciones entre el espacio interior y exterior] (1969), del artista argentino David Lamelas, es emblemática en relación a los sentimientos encontrados alrededor de la exploración espacial. En el video-performance de veinte minutos, observamos al artista encontrarse con transeúntes en las calles de Londres. Las entrevistas revelaron los múltiples puntos de vista de lxs peatonxs respecto a la importancia de la llegada del hombre a la Luna. Muchxs se manifestaron en contra, tomando en cuenta que millones de personas sufren de hambruna y marginalización en la Tierra. Otrxs manifestaron su entusiasmo; asombradxs, se jactaban del alcance de la innovación humana. Un tercer grupo se perdió el evento y no tuvo opinión respecto a lo que este logro representó. Sin embargo, lo cautivador de la pieza de Lamelas fue el hecho de que el artista tomó nota de cómo nuestra relación con el espacio y la naturaleza amplió las definiciones del arte. ¿Sería que la llegada a la Luna abrió un nuevo universo de “espacio” a reclamar por parte de lxs artistas, el arte y, en particular, la escultura en el campo expandido?

Aún así, mientras que la exploración espacial implicó una reconfiguración visual de la Tierra, el impacto que tuvo en nuestra relación ontológica con el planeta no era del todo nuevo. La teórica Mary Louise Pratt, al discutir el surgimiento de la planetariedad en el siglo XVIII, vinculó este cambio con la expansión del imperialismo europeo. [4] Pratt sostiene que el acto de “ver” la Tierra en su totalidad —comúnmente para poseerla— está vinculado con el auge de la identidad burguesa, la expansión capitalista en búsqueda de materia prima y las disputas por los territorios de ultramar. En este contexto, las visualizaciones de la Tierra que resultan de la exploración espacial, culminando con las misiones Apolo, se leen como la apoteosis de su tendencia histórica: el paso final para reducir la Tierra a un objeto para el consumo y la apropiación humana.

En línea con Pratt, y al considerar las implicaciones ontológicas más amplias de The Blue Marble, el académico decolonial Rolando Vázquez ha subrayado el hecho de que la llegada a la Luna no representó un nuevo hito en la evolución, sino su culminación: esto es, nuestra separación definitiva de la Tierra. Dicha separación, que resultó de la objetivación definitiva de la Tierra como recurso, ocasionaría un sentimiento de “desterramiento”, lo cual implicó una pérdida del enraizamiento en la Tierra como principio. Vázquez escribe: 

El 7 de diciembre de 1972, la tripulación de Apolo, compuesta por 17 miembros, tomó la primera fotografía de la Tierra: The Blue Marble. Esta fotografía cumplió el sueño de los geógrafos renacentistas de reducir el planeta Tierra a un objeto de representación; este es el momento en el que la mirada antropocéntrica alcanza, por así decirlo, su culmen histórico, el absurdo de su totalidad. La concepción de la Tierra como una prisión, el deseo de emancipar a lo “humano” de la Tierra y la reducción de la Tierra a una mera representación son todas manifestaciones del mundo moderno como un artefacto, su antropocentrismo y su pérdida de la Tierra como relación. Blue Marble significa la transmogrificación de la Tierra en un objeto de apropiación, representación, consumo y desperdicio. Significa olvidar a la Tierra como principio de enraizamiento. [5]

Esta separación, resultado de la objetivación del mundo como imagen, reflejó la negligencia, por parte de la civilización moderna, de los ecosistemas y nuestra propia humanidad. Este descuido, una negación de nuestra condición planetaria, trajo consigo la clasificación, apropiación y consumo de la naturaleza, y fue exacerbado por la privatización de los recursos y la proliferación de imágenes que representan a la Tierra como un objeto desechable.

Las protestas y reacciones contra la exploración del espacio han sido constantes desde los inicios de la carrera espacial. En 1969, el Reverendo Ralph Abernathy (1926-1990), líder en derechos civiles, se presentó en el sitio de lanzamiento del Apolo 11 junto con cientos de protestantes para denunciar los billones de dólares gastados en llevar el hombre a la Luna, mientras que lxs estadounidenses negrxs enfrentaban hambruna y pobreza [6] (fig. 2). Comunidades Navajo también desafiaron los viajes al espacio al enviar mensajes a lxs habitantes de la Luna, advirtiendo la llegada de astronautas para colonizar su territorio. [7] Mientras observaban el despegue del cohete, académicxs nativo americanxs comentaron que era “una pena para los indios y búfalos del espacio exterior”. [8] Esta declaración expresaba sus preocupaciones por lxs habitantes de la Luna, cuyo territorio se “consideraba desocupado, el cual podría ser reclamado por gobiernos con poder”. [9] Para las comunidades indígenas, negras y del sur global, los programas espaciales reforzaron ideologías alrededor de la idea de terra nullius —donde la Tierra “vacía” se encuentra disponible para ser colonizada. Estas críticas evidencian el permanente legado colonial incrustado en el entramado mismo de la exploración del espacio, tanto en su retórica como en sus prácticas. Aún hoy, y a pesar de los intentos hegemónicos de separación y negación, lxs artistas hacen un llamado y también demandan “volver a la Tierra”.

Siguiendo la provocación de Lamelas, artistas contemporánexs han continuado con la propuesta interseccional de perspectivas que enraízan nuestras reflexiones y nos conectan con las realidades urgentes de la gente. Artistas como Nuotama Bodomo (Ghana, 1988), Oscar Santillán (Ecuador, 1980) y Simón Vega (El Salvador, 1972) exploran las contranarrativas de la ciencia ficción que enfatizan la solidaridad, las alianzas interespecie y las conexiones ancestrales. Al imaginar alternativas de los viajes al espacio exterior, estxs artistas han hecho un énfasis en la urgencia por deconstruir las ideologías coloniales por medio de imágenes de re-territorialización, nuevas temporalidades y el reconocimiento de todas las formas de vida humanas y no humanas que viven y prosperan en nuestro planeta. Abogan por “volver a la Tierra”, lo cual implica una búsqueda de la terrenalidad y un principio de enraizamiento que delinea el entramado y la complejidad de la vida que nuestro planeta permite.

En 1964, justo antes de que Zambia se independizara de Gran Bretaña, el profesor y activista Edward Mukuka Nkoloso lideró la Academia Nacional de Ciencia, Investigación Espacial y Filosofía. Afronautas, un término acuñado por Nkoloso, describía a mujeres y hombres africanxs apropiándose de los espacios comunes de la humanidad con sus propias tecnologías y reclamando su pertenencia. [10] Para Nuotama Bodomo, pese a estar “basado en hechos reales”, el cortometraje Afronautas (2014) presenta la historia del Programa Espacial de Zambia como una pieza de ciencia ficción especulativa, explorando las implicaciones más amplias del envío de cuerpos negros al espacio en el marco de los movimientos independentistas africanos de los años sesenta. Dicho cortometraje ilustra los sueños comenzados por Nkoloso y que, posteriormente, continuó Bodomo, quien creó posibilidades para reclamar historias, defender territorios y afirmar la posibilidad misma de que personas afrodescendientes ocupen justamente espacios en la Tierra y el espacio exterior, así como en la ciencia y la tecnología. El film se centra en el personaje femenino Matha, una mujer de 19 años, a quien Mukuka Nkoloso consideraba la primera persona en llegar a la Luna (fig. 3). Los personajes en el film, especialmente el de Matha, dan cuenta de la urgencia de encontrarse con los futuros tecnológicos negros, destacando su particularidad frente a los paradigmas tecno-científicos existentes dedicados a la opresión y la acumulación.

El primer aterrizaje en la Luna durante 1969 fue comparado fuertemente con el descubrimiento de América, sugiriendo que el alcance y la complejidad de poner un pie en la Nueva Frontera dibujaba un paralelo con los cambios históricos forjados por Cristóbal Colón. Esta comparación, velada como una celebración de las proezas tecnológicas occidentales, reforzó en su lugar narrativas e ideologías coloniales. Paisajes “desérticos” o remotos, por ejemplo, fueron replicados en la fotografía lunar haciendo ecos a la idea de terra nullius. De hecho, imaginar la exploración espacial no tiene que ver tanto con lo extraterrestre, sino que está profundamente vinculado a la Tierra. Territorios en Islandia, el Amazonas o en Navajo son ejemplos de lugares empleados por la NASA, y otros programas espaciales, para probar y replicar las condiciones “extremas” que implican los viajes al espacio exterior.

La instalación del artista ecuatoriano Oscar Santillán titulada Chewing Gum Codex [Códice de la goma de mascar] (2020) expone y reconsidera estas relaciones coloniales. La obra de Santillán revisa la expedición de entrenamiento que Neil Armstrong realizó en Cueva de los Tayos, en Ecuador, en 1976 (fig. 5). [11] Por medio de la investigación de archivos, Santillán identificó a un soldado llamado Francisco Guamán (a la derecha de Armstrong) quien, junto con otros miembros de la comunidad Shuar, guio al astronauta a través de la cueva y hacia el centro de la Tierra. El artista descubrió que la familia de Guamán había preservado una goma de mascar desechada por Armstrong. Con este hallazgo, el artista procedió a extraer el ADN del chicle petrificado y lo insertó en el genoma de plantas, las cuales fueron sembradas y cuidadas en la superficie de la pieza. Santillán explica que “Chewing Gum Codex sugiere la posibilidad de que unx astronauta interespecie pueda viajar al espacio a largo plazo. Dicho de otra manera, en el futuro, Armstrong podría volver al espacio exterior, esta vez viajando a través de plantas”. [12] Al disputar la condición del viaje espacial y al reimaginar vocabularios que subvierten las narrativas de una colonización de la Nueva Frontera, el imaginario poético del artista crea la posibilidad de desafiar el marco antropocéntrico de la exploración interplanetaria, mientras que ofrece otra visión de los viajes multiespecie en el espacio-tiempo que, con humor, abordan la historia de despojo y ocupación tecnológica.

Sin embargo, las problemáticas de los viajes espaciales no sólo se reflejan en el despojo y la colonización de tierras indígenas y recursos del sur global, sino que también implican dimensiones militares. En el contexto de la Guerra Fría, las misiones espaciales se trataban del avance científico pero también de supremacía militar. La carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética servía como un frente de desarrollo de tecnologías que posteriormente fueron usadas para la vigilancia, los sistemas de defensa antimisiles y demás operaciones militares. La historia oculta de las tecnologías espaciales armadas ha sido abordada por el artista salvadoreño Simón Vega desde finales de los años noventa. [13] Al contrario del viaje al espacio utópico representado en las narrativas de la ciencia ficción, la investigación de Vega revela y denuncia cómo esta empresa ha servido como una justificación para desarrollar tecnologías de guerra que serían posteriormente utilizadas en El Salvador, durante la Guerra Fría. Por medio de materiales recuperados, Vega construye naves y estaciones espaciales como Tropical Mercury Capsule Crash Landing [Aterrizaje forzoso de la cápsula Tropical Mercury] (2016) y Tropical Space Hostel [Hostal espacial tropical] (2019), para interrogar la violencia del progreso tecnológico, subrayando la precariedad de comunidades en el sur global que se vieron atrapadas en medio del campo de guerra de las luchas por el poder a nivel mundial. Para ilustrar los efectos de esta violencia en curso, Tropical Space Hostel es un objeto escultórico colocado sobre una cápsula diseñada específicamente para un hotel espacial que fue desarrollado por la Agencia Espacial Rusa. [14] De hecho, esta serie no se enfoca en el pasado de los viajes interplanetarios, sino en su futuro —particularmente en el turismo espacial que hace ecos con la economía turística en la Tierra. La evidente ruina de las naves espaciales en las fotografías escenificadas de Vega subrayan la devastación del paisaje y el detrimento de las fallidas ideologías del progreso. También simboliza la destrucción provocada por las luchas de poder a escala mundial, así como los impulsos coloniales de las exploraciones espaciales del pasado y del presente.

La idea de los viajes interplanetarios, entendida como una forma de colonización, no se limita al contexto histórico de la carrera espacial pero es vigente aún hoy. Como lo señalan artistas como Vega, Santillán y Bodomo, las luchas por el espacio están indudablemente vinculadas a preguntas por la soberanía, identidad y justicia de la Tierra. “Volver a la Tierra”, tal como estxs artistas lo proponen es, en este sentido, no sólo un anhelo nostálgico por un tiempo menos complejo; sino que es un llamado por enraizar aquí nuestra imaginación en la apremiante realidad de la degradación ambiental, la desigualdad social y los legados coloniales. Al proponer acercamientos alternativos a la planetariedad, estxs y otrxs artistas han enfatizado la necesidad de deconstruir el entusiasmo alrededor de la colonización de la Nueva Frontera, ya sea ésta en el espacio exterior o en la Tierra. Es justo por ello que, siguiendo el estudio de la filósofa Kelly Oliver sobre ideologías contradictorias de la exploración espacial, volver a la Tierra, como se ha delineado líneas arriba, trae consigo preguntarse: “¿cómo compartimos la Tierra con aquellxs con quienes no compartimos el mundo?” [15]. Esta pregunta esclarece nuestra responsabilidad, ética, estructuras de cuidado y otros esfuerzos compartidos para reparar el quiebre en nuestra relación con el mundo y entre nosotrxs mismxs. En este sentido, los imaginarios artísticos pueden y deben seguir afirmando formas de re-existencia basadas en una conexión a la Tierra, el arraigo a la interdependencia y una responsabilidad mutua sobre las formas en que podemos ver e “imaginar” mundos dentro de la Tierra.

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[1] Amy J. Elias y Christian Moraru, The Planetary Turn: Relationality and Geoaesthetics in the Twenty-First Century (Evanston: Northwestern University Press, 2015), xii.

[2] W. J. T. Mitchell, What Do Pictures Want?: The Lives and Loves of Images (Chicago: University of Chicago Press, 2005); Benjamin Lazier, “Earthrise; or, The Globalization of the World Picture”, en The American Historical Review 116, n. 3 (2011), 602-30.

[3] Nueva Frontera es un término acuñado por el expresidente de los Estados Unidos John F. Kennedy en su discurso de aceptación, en 1960, para describir la política interior y exterior de su administración, donde el programa espacial estaba también incluido.

[4] Mary Louise Pratt, Imperial Eyes: Travel Writing and Transculturation (Nueva York: Routledge, 2008), 7.

[5] Rolando Vázquez, “Precedence, Earth and the Anthropocene: Decolonizing Design”, en Design Philosophy Papers (2017), 4. Traducido del original en inglés.

[6] Eric Niiler, “Why Civil Rights Activists Protested the Moon Landing”, en History (11 de julio, 2019). Consultado en: https://www.history.com/news/apollo-11-moonlanding-launch-protests.

[7] M. Jane Young, “‘Pity the Indians of Outer Space’: Native American Views of the Space Program”, en Western Folklore 46, no. 4 (1987), 269-79.

[8] Ibid, 271.

[9] Ibid, 272.

[10] Ver: Namwali Serpell, “The Zambian ‘Afronaut’ Who Wanted to Join the Space Race”, en The New Yorker (11 de marzo, 2017). En: https://www.newyorker.com/culture/culture-desk/the-zambian-afronaut-who-wanted-to-join-the-space-race; Alexis C. Madrigal, “Old, Weird Tech: The Zambian Space Cult of the 1960s”, en The Atlantic (21 de octubre, 2010). En:       https://www.theatlantic.com/technology/archive/2010/10/old-weird-tech-the-zambian-space-cult-of-the-1960s/64945/; Tom Wolfe, “Columbus and the Moon”, en The New York Times (20 de julio,1979).      

[11] Jean West, “Neil Armstrong’s giant leap in Ecuador with a Scots engineer”, en The Sunday Times (30 de junio, 2019). En: https://www.thetimes.com/uk/science/article/neil-armstrongs-giant-leap-in-ecuador-with-a-scots-engineer-lwrt0gfvl.

[12] Studio ANTIMUNDO, Chewing Gum Codex (2020). En: https://antimundo.org/wp-content/uploads/2018/01/CHEWINGGUMCODEX2020-OscarSantillan.pdf. Traducido del original en inglés.

[13] Kency Cornejo, “Decolonial Futurisms: Ancestral Border Crossers, Time Machines, and Space Travel in Salvadoran Art”, en Robb Hernandez et al., Mundos Alternos: Art and Science Fiction in the Americas (Riverside: UCR ARTSblock, 2017), 23. 

[14] Justin Catanoso, “France seeks EU okay to fund biomass plants, burn Amazon forest to power Spaceport”, en Mongabay (23 de febrero, 2023). En: https://news.mongabay.com/2023/02/france-seeks-eu-okay-to-fund-biomass-plants-burn-amazon-forest-to-power-spaceport/.

[15] Kelly Oliver, Earth and World: Philosophy After the Apollo Missions (Nueva York: Columbia University Press, 2015), 3.