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El desierto no es un lienzo en blanco, siempre hay una línea que lo atraviesa
Veronica Guerrero
Estados Unidos
2025.05.19
Tiempo de lectura: 8 minutos

La 5ª edición de Desert X –a cargo del director creativo Neville Wakefield y la co-curadora Kaitlin Garcia-Maesas– afirma al desierto como un lugar complejo, alejándose de la idea de su utilización como mero escenario o lienzo en blanco. La edición reafirma el papel del desierto no sólo como un espacio geográfico, sino como un territorio cargado de significados culturales, históricos y políticos.

Paredes de adobe bordadas por una máquina de impresión 3D generan pasadizos y muros que enmarcan nuestra vista de la tierra y el cielo. En el centro de la construcción se levanta una palmera, símbolo de la ciudad que cada dos años es la anfitriona de Desert X. Adobe Oasis es la obra del artista y arquitecto Ronald Rael que, inspirándose en prácticas de construcción ancestrales, se erige como “una alternativa poderosa” frente a la arquitectura moderna.

En el desierto de Palm Springs, lxs artistas se encuentran con un paisaje segmentado en el que la presencia humana es ineludible y la naturaleza nunca es vasta e inabarcable. El desarrollo de las inversiones en bienes raíces y los hoteles de lujo conviven con los complejos habitacionales que se extienden a lo largo del valle. El cableado de luz, con sus respectivas torres, son omnipresentes en el paisaje y las autopistas acompañan el horizonte, allá donde se voltea la mirada. 

La 5ª edición de Desert X –a cargo del director creativo Neville Wakefield y la co-curadora Kaitlin Garcia-Maesas– afirma al desierto como un lugar complejo, alejándose de la idea de su utilización como mero escenario o lienzo en blanco. La edición reafirma el papel del desierto no sólo como un espacio geográfico, sino como un territorio cargado de significados culturales, históricos y políticos. En lugar de tratarlo como un simple telón de fondo o un lienzo vacío, esta edición se compromete a explorar y respetar su complejidad intrínseca. Así, Desert X 2025 desafía las representaciones tradicionales del espacio desértico como deshabitado e inhóspito.

Lxs artistas en Desert X se enfrentan a un desierto herido, mutilado y segmentado debido a la huella humana y al desarrollo urbanístico dialogando con el paisaje de maneras diversas. Mientras algunas de las obras optan por hacerse presentes sobre el paisaje, como la de Sarah Meyohas, quien levanta en el desierto una estructura ondulatoria para irrumpir enseguida nuestra vista; otras, como la de Muhannad Shono, se mimetizan con el desierto.

What Remains es el título de la obra de Shono, una serie de telas que funcionan como montículos translúcidos sobre el yermo entorno. Los retazos se incorporan a las dunas que, por efecto del viento, ondulan sus formas y se cubren de arena. La obra consigue sincronizarse tanto con el desierto que nos hace levantar la mirada hacia la línea del horizonte atravesada por una autopista. Detrás de ésta, un tren de mercancías pasa a toda velocidad.

La obra de Raphael Hefti trabaja con la literalidad de la línea y, como si de un otro horizonte se tratara, levanta sobre el desierto una banda suspendida. A partir de materiales resistentes, al mismo tiempo que reflejantes, el artista genera un horizonte nuevo y artificial que emerge a veces como un elemento desconcertante y a veces como elemento mimético en el paisaje. Esta ambivalencia perceptual es similar al resto de líneas que conviven con la obra en el paisaje del desierto: horizontes oscilantes que afirman o niegan su presencia, dependiendo de qué tan perceptivxs estemos a ellas.

Las líneas se hacen presente también en la obra de José Dávila. The act of being together es una espacio escultórico generado a partir de inmensas rocas colocadas unas encima de otras. Rocas que, como explica el propio artista “parece que aparecieron como si provinieran de la nada” pero que, sin embargo, son rocas migrantes. Traídas desde México, éstas evocan la mayor de las líneas que atraviesa el desierto: el muro de frontera que, atravesándolo de este a oeste, lo mutila a la mitad. 

El desierto no es un lienzo en blanco; está atravesado por líneas, algunas de éstas son parte de infraestructuras que sostienen las comunicaciones, transportan mercancías o dan electricidad a ciudades, otras organizan y separan los cuerpos, limitan el libre tránsito y establecen quiénes tienen derecho a la vida.

Como el más poético de los oasis, The Living Pyramid de Agnes Denes levanta una estructura piramidal que llena de plantas para que, a lo largo de las semanas, vayan creciendo. Denes, pionera del arte ecológico, convierte el acto de plantar en un ejercicio simbólico y político, invitando a imaginar un futuro donde la vida pueda florecer incluso en los entornos más inhóspitos.

En sintonía con esta visión, la edición actual de Desert X nos impulsa a repensar el desierto no como un espacio vacío o desolado, sino como un territorio lleno de posibilidades, memoria y dignidad. Así como Denes hace florecer la vida, esta edición de Desert X nos deja imaginando cómo sería un desierto del futuro. Un desierto que honra a sus pueblos originarios y que no olvida a quienes dejaron su vida intentando cruzarlo.

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Paredes de adobe bordadas por una máquina de impresión 3D generan pasadizos y muros que enmarcan nuestra vista de la tierra y el cielo. En el centro de la construcción se levanta una palmera, símbolo de la ciudad que cada dos años es la anfitriona de Desert X. Adobe Oasis es la obra del artista y arquitecto Ronald Rael que, inspirándose en prácticas de construcción ancestrales, se erige como “una alternativa poderosa” frente a la arquitectura moderna.

En el desierto de Palm Springs, lxs artistas se encuentran con un paisaje segmentado en el que la presencia humana es ineludible y la naturaleza nunca es vasta e inabarcable. El desarrollo de las inversiones en bienes raíces y los hoteles de lujo conviven con los complejos habitacionales que se extienden a lo largo del valle. El cableado de luz, con sus respectivas torres, son omnipresentes en el paisaje y las autopistas acompañan el horizonte, allá donde se voltea la mirada. 

La 5ª edición de Desert X –a cargo del director creativo Neville Wakefield y la co-curadora Kaitlin Garcia-Maesas– afirma al desierto como un lugar complejo, alejándose de la idea de su utilización como mero escenario o lienzo en blanco. La edición reafirma el papel del desierto no sólo como un espacio geográfico, sino como un territorio cargado de significados culturales, históricos y políticos. En lugar de tratarlo como un simple telón de fondo o un lienzo vacío, esta edición se compromete a explorar y respetar su complejidad intrínseca. Así, Desert X 2025 desafía las representaciones tradicionales del espacio desértico como deshabitado e inhóspito.

Lxs artistas en Desert X se enfrentan a un desierto herido, mutilado y segmentado debido a la huella humana y al desarrollo urbanístico dialogando con el paisaje de maneras diversas. Mientras algunas de las obras optan por hacerse presentes sobre el paisaje, como la de Sarah Meyohas, quien levanta en el desierto una estructura ondulatoria para irrumpir enseguida nuestra vista; otras, como la de Muhannad Shono, se mimetizan con el desierto.

What Remains es el título de la obra de Shono, una serie de telas que funcionan como montículos translúcidos sobre el yermo entorno. Los retazos se incorporan a las dunas que, por efecto del viento, ondulan sus formas y se cubren de arena. La obra consigue sincronizarse tanto con el desierto que nos hace levantar la mirada hacia la línea del horizonte atravesada por una autopista. Detrás de ésta, un tren de mercancías pasa a toda velocidad.

La obra de Raphael Hefti trabaja con la literalidad de la línea y, como si de un otro horizonte se tratara, levanta sobre el desierto una banda suspendida. A partir de materiales resistentes, al mismo tiempo que reflejantes, el artista genera un horizonte nuevo y artificial que emerge a veces como un elemento desconcertante y a veces como elemento mimético en el paisaje. Esta ambivalencia perceptual es similar al resto de líneas que conviven con la obra en el paisaje del desierto: horizontes oscilantes que afirman o niegan su presencia, dependiendo de qué tan perceptivxs estemos a ellas.

Las líneas se hacen presente también en la obra de José Dávila. The act of being together es una espacio escultórico generado a partir de inmensas rocas colocadas unas encima de otras. Rocas que, como explica el propio artista “parece que aparecieron como si provinieran de la nada” pero que, sin embargo, son rocas migrantes. Traídas desde México, éstas evocan la mayor de las líneas que atraviesa el desierto: el muro de frontera que, atravesándolo de este a oeste, lo mutila a la mitad. 

El desierto no es un lienzo en blanco; está atravesado por líneas, algunas de éstas son parte de infraestructuras que sostienen las comunicaciones, transportan mercancías o dan electricidad a ciudades, otras organizan y separan los cuerpos, limitan el libre tránsito y establecen quiénes tienen derecho a la vida.

Como el más poético de los oasis, The Living Pyramid de Agnes Denes levanta una estructura piramidal que llena de plantas para que, a lo largo de las semanas, vayan creciendo. Denes, pionera del arte ecológico, convierte el acto de plantar en un ejercicio simbólico y político, invitando a imaginar un futuro donde la vida pueda florecer incluso en los entornos más inhóspitos.

En sintonía con esta visión, la edición actual de Desert X nos impulsa a repensar el desierto no como un espacio vacío o desolado, sino como un territorio lleno de posibilidades, memoria y dignidad. Así como Denes hace florecer la vida, esta edición de Desert X nos deja imaginando cómo sería un desierto del futuro. Un desierto que honra a sus pueblos originarios y que no olvida a quienes dejaron su vida intentando cruzarlo.