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Salón ACME, una década después

México
2025.04.14
Tiempo de lectura: 17 minutos

Helena Lugo y Ana Castella hablan sobre las transformaciones, cambios y nuevos comienzos a más diez años del inicio de Salón ACME. Un proyecto que lleva trece años apoyando y visibilizando la práctica de artistas a nivel nacional e internacional. Una plataforma de encuentro, visibilidad, impulso y difusión a creadorxs emergentes que desarrollan su obra tanto en México como en el extranjero.

Helena Lugo: A doce ediciones de Salón ACME y a dos años que llevas en la dirección de esta plataforma ¿Qué ha cambiado? ¿Cómo se está reimaginando este proyecto a más de una década de su comienzo?  ¿Cómo se diferencia esta edición de las anteriores? 

Ana Castella: En estos 13 años, la plataforma ha crecido muchísimo, tanto en alcance como en estructura. Pasamos de recibir alrededor de 100 aplicaciones a casi 2,000 al año, lo cual habla de cómo se ha consolidado en la escena. También el edificio que originalmente albergó el proyecto ha cambiado, al igual que el equipo, que se ha fortalecido con los años.

Pero más allá del crecimiento en números, creo que lo más importante es que la plataforma ha madurado. Desde mi dirección, uno de los enfoques ha sido dar más claridad al formato, asegurarnos de que no se perciba como solo otra feria de arte, sino como un espacio con contenidos curados y bien cuidados. La idea era definir mejor las distintas secciones, y creo que eso ha ayudado a posicionarla no solo a nivel local, sino también en el circuito internacional.

La sección de Estado Invitado ha evolucionado para no quedarse solo en una exhibición dentro de cuatro muros, sino para ofrecer una experiencia más integral. Con Veracruz como protagonista, buscamos que su presencia fuera más palpable, no solo a través de la selección de artistas y proyectos, sino también en la gastronomía, la música y otros elementos que generan comunidad y enriquecen la experiencia.

Por otro lado, desde el  año pasado presentamos el Estudio ACME, un esfuerzo nuevo para investigar lo que está pasando en distintas regiones del país. Se trata de entender cómo influyen el paisaje y el territorio en las prácticas artísticas locales y de ampliar nuestra visión sobre el arte más allá de la ciudad.

Cada edición se distingue por sus contenidos, ya que los curadores cambian, al igual que el estado invitado. Pero para mí, como directora, esta edición es especialmente desafiante y exigente. Siento que es donde más se refleja el trabajo de dirección, con un enfoque más definido y claro.

El reto ha sido seguir elevando la calidad de los contenidos, cuidar la experiencia tanto de los artistas como de los curadores y el público, y mejorar el acceso y la relación con lxs invitadxs especiales. Además, en esta edición hemos logrado fortalecer alianzas y conseguir nuevos patrocinadores, lo que sin duda marca una diferencia notable.

A pesar de todos estos cambios, algo que se ha mantenido es la esencia del proyecto. La convocatoria y el estado invitado siguen siendo ejes centrales, y eso ha permitido que, aunque la plataforma evolucione y se profesionalice, conserve su identidad y propósito original.

HL: Salón ACME siempre se ha diferenciado de otras propuestas durante la semana del arte, por ser una plataforma de artistas para artistas y porque su sección principal se realiza a través de una convocatoria abierta. Esto permite dar espacio a nuevas propuestas a nivel internacional y conocer la práctica, preocupaciones y temáticas con las que trabajan los más de 2000 artistas que aplican cada año. En un contexto marcado por la incertidumbre planetaria, las crisis políticas que nos acechan en todo el mundo y el avance de la inteligencia artificial, ¿qué temas están atravesando el arte contemporáneo desde la perspectiva que ofrece ACME?

AC: En esta edición, se pueden ver varios temas que atraviesan el arte actualmente. Uno muy presente es la crisis ambiental, climática y ecológica, explorada a través de conceptos como lo postnatural. Muchos artistas trabajan con la idea de entes vivos —botánicos, animales— y su relación con la contaminación, la cohabitación con el ser humano o incluso su mutación.

También sigue habiendo un fuerte interés por los territorios, la migración y el extractivismo, cuestionando qué significa la explotación de la tierra y los recursos en términos de identidad nacional.

Otro tema importante es la comunicación en la era digital: cómo la geografía y las distancias se transforman con la tecnología, y cómo esto nos afecta. Además, siguen apareciendo reflexiones sobre la inteligencia artificial, pero a su vez las inteligencias naturales y post-naturales y su impacto en el arte y la sociedad. Este año sin duda, vimos menos trabajos en torno al cuerpo y la corporalidad, que por ejemplo el año pasado estuvo muy presente. 

HL: Este año, la sección de Estado Invitado —dedicada a visibilizar propuestas de distintas latitudes del país— tuvo a Veracruz como protagonista. ¿Qué artistas y temáticas fueron abordadas en esta edición? ¿De qué manera el paisaje y el territorio influyen en el desarrollo de las propuestas artísticas de la localidad?

AC:  La muestra de Veracruz ofreció una lectura muy rica y diversa. Destacó especialmente la exposición Contornos de una barca alucinada de Rafa Toriz, que abordó la diversidad geográfica del estado y su papel como punto de entrada para poblaciones migrantes en la historia de México. Un personaje clave en esta narrativa fue el sueco Per Anderson, quien fundó el taller de litografía de La Ceiba Gráfica, lo que sirvió como punto de partida para explorar cómo esta técnica influyó en la escena artística.  

También estuvieron muy presentes las letras y la literatura, algo fundamental en Veracruz. La muestra reflejó esta conexión con la poesía y el ensayo, con Rafa Toriz no solo como curador sino también como ensayista. Todo esto se articuló con el paisaje del estado, que abarca desde la costa y las lagunas hasta la sierra y el bosque de niebla.  

Además, la exposición incluyó artistas que no necesariamente son originarios de Veracruz, pero cuya trayectoria ha estado vinculada al estado, como Goro Kagei. También hubo un enfoque en prácticas artesanales, como la cerámica de baja temperatura en el trabajo de Florencia Rothschild.  

Por otro lado, la presencia del estado se sintió más allá de la exhibición con la gastronomía y la música. La participación del Güero Palmeros permitió que el público experimenta los sabores de la región, desde la costa hasta la selva y el bosque de niebla. La música también tuvo un sello especial gracias a Los Cojolites: completamente orgánica, sin instrumentos electrónicos, con sonidos de madera y una esencia muy arraigada en la tradición veracruzana.  

HL: Pensando desde Terremoto y lo latinoamericano ¿cómo integran y otorgan relevancia a las prácticas artísticas del continente al ser también una plataforma que se enuncia desde la Ciudad de México?

AC: La Ciudad de México se está consolidando cada vez más como una capital clave en la Semana del Arte y como un punto de encuentro para países de Latinoamérica. En la convocatoria de este año recibimos muchas aplicaciones de Colombia, Argentina y Chile principalmente. Vemos cómo la convocatoria sigue creciendo y alcanzando nuevos públicos. Además, con alianzas como la que hicimos con la Bienal de las Américas de Denver y el Premio del Salón, estamos consolidando la plataforma como un espacio que no solo impulsa a artistas mexicanos, sino que también integra y presenta propuestas de todo el interior de la República y de Latinoamérica. También tuvimos visitas de delegaciones de la Embajada Argentina y participaciones en la sección de proyectos, lo que refuerza aún más esta conexión internacional.

HL: ¿Nos puedes contar brevemente de las otras secciones de Salón ACME que no hemos mencionado? ¿Qué permanece y que se ha ido transformando?

AC: Bodega nos invita a ser más flexibles con los modelos expositivos. En esta edición, con la curaduría de Enrique Giner, exploramos una muestra de artistas que, aunque trabajan en la Ciudad de México, provienen de diversas nacionalidades. Su enfoque, desde la editorial, la arquitectura y el interiorismo, le dio una personalidad particular a la exposición.

El patio fue otro gran acierto con la invitación de Julieta Gil, una artista de la Ciudad de México que trabaja con mapeos digitales en espacios públicos. En esta ocasión, presentó una experiencia inmersiva que combinó el mapeo digital con lo botánico.

En la sección de Proyectos, hubo un giro hacia propuestas más colaborativas. Se ofrecieron espacios compartidos para apoyar a proyectos emergentes, dándoles su primera experiencia en un formato ferial. También se buscó generar conexiones entre galerías y espacios locales con espacios internacionales, creando una red de apoyo que funcionara como una mediación para entender la escena local.

La sala editorial, a cargo de Terremoto, fue muy bien recibida y se destacó la importancia de contar con estos espacios dentro de Salón ACME. Además, este año se sintió con más fuerza la colaboración entre marcas, patrocinadores y artistas, con proyectos como Volvo junto a Laura Elena Garruño y Don Julio con Federico Pérez Villoro, que permitieron la creación de instalaciones más ambiciosas y arriesgadas.

HL: ¿Qué sigue para Salón ACME? ¿Qué les preocupa como plataforma y qué podemos esperar de las siguientes ediciones.

AC:  Lo que sigue es explorar la expansión de Salón ACME con Estudio ACME y seguir colaborando con instituciones. Nos gusta este modelo porque creemos que tiene un gran potencial para encontrar un buen equilibrio entre la esfera pública y la iniciativa privada, que no tendrían por qué estar en conflicto. Queremos seguir explorando y buscando ese balance y esas colaboraciones.

Más que hacer crecer la plataforma en tamaño, el enfoque está en elevar la calidad de los contenidos, cuidar la experiencia del público y garantizar el acceso, que sigue siendo uno de los mayores retos. También estamos en un punto clave para repensar el Salón: ver si puede expandirse a otros espacios y edificios, sin necesariamente cambiar su formato, pero aprovechando las oportunidades que surgen con instituciones, tanto locales como internacionales, para ampliar la plataforma en sus distintas fases y secciones.

Quizá el próximo año veamos en la Sección de Proyectos un país invitado y la posibilidad de albergar galerías de ciertos países con los que estamos colaborando a nivel gubernamental, generando diálogos más amplios y una mayor conexión entre lo internacional y lo local.

En cuanto al Estado Invitado, aún tenemos que definirlo, pero queremos involucrarnos más: viajar al estado, estudiar su gastronomía, su música, y seguir buscando agentes, profesionales y colaboradores que se sumen a nuestro consejo. También queremos fortalecer el programa de invitados internacionales que tenemos en colaboración con Material, que en estos dos años ha dado muy buenos resultados y recibido excelentes comentarios de nuestra comunidad local.

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Helena Lugo: A doce ediciones de Salón ACME y a dos años que llevas en la dirección de esta plataforma ¿Qué ha cambiado? ¿Cómo se está reimaginando este proyecto a más de una década de su comienzo?  ¿Cómo se diferencia esta edición de las anteriores? 

Ana Castella: En estos 13 años, la plataforma ha crecido muchísimo, tanto en alcance como en estructura. Pasamos de recibir alrededor de 100 aplicaciones a casi 2,000 al año, lo cual habla de cómo se ha consolidado en la escena. También el edificio que originalmente albergó el proyecto ha cambiado, al igual que el equipo, que se ha fortalecido con los años.

Pero más allá del crecimiento en números, creo que lo más importante es que la plataforma ha madurado. Desde mi dirección, uno de los enfoques ha sido dar más claridad al formato, asegurarnos de que no se perciba como solo otra feria de arte, sino como un espacio con contenidos curados y bien cuidados. La idea era definir mejor las distintas secciones, y creo que eso ha ayudado a posicionarla no solo a nivel local, sino también en el circuito internacional.

La sección de Estado Invitado ha evolucionado para no quedarse solo en una exhibición dentro de cuatro muros, sino para ofrecer una experiencia más integral. Con Veracruz como protagonista, buscamos que su presencia fuera más palpable, no solo a través de la selección de artistas y proyectos, sino también en la gastronomía, la música y otros elementos que generan comunidad y enriquecen la experiencia.

Por otro lado, desde el  año pasado presentamos el Estudio ACME, un esfuerzo nuevo para investigar lo que está pasando en distintas regiones del país. Se trata de entender cómo influyen el paisaje y el territorio en las prácticas artísticas locales y de ampliar nuestra visión sobre el arte más allá de la ciudad.

Cada edición se distingue por sus contenidos, ya que los curadores cambian, al igual que el estado invitado. Pero para mí, como directora, esta edición es especialmente desafiante y exigente. Siento que es donde más se refleja el trabajo de dirección, con un enfoque más definido y claro.

El reto ha sido seguir elevando la calidad de los contenidos, cuidar la experiencia tanto de los artistas como de los curadores y el público, y mejorar el acceso y la relación con lxs invitadxs especiales. Además, en esta edición hemos logrado fortalecer alianzas y conseguir nuevos patrocinadores, lo que sin duda marca una diferencia notable.

A pesar de todos estos cambios, algo que se ha mantenido es la esencia del proyecto. La convocatoria y el estado invitado siguen siendo ejes centrales, y eso ha permitido que, aunque la plataforma evolucione y se profesionalice, conserve su identidad y propósito original.

HL: Salón ACME siempre se ha diferenciado de otras propuestas durante la semana del arte, por ser una plataforma de artistas para artistas y porque su sección principal se realiza a través de una convocatoria abierta. Esto permite dar espacio a nuevas propuestas a nivel internacional y conocer la práctica, preocupaciones y temáticas con las que trabajan los más de 2000 artistas que aplican cada año. En un contexto marcado por la incertidumbre planetaria, las crisis políticas que nos acechan en todo el mundo y el avance de la inteligencia artificial, ¿qué temas están atravesando el arte contemporáneo desde la perspectiva que ofrece ACME?

AC: En esta edición, se pueden ver varios temas que atraviesan el arte actualmente. Uno muy presente es la crisis ambiental, climática y ecológica, explorada a través de conceptos como lo postnatural. Muchos artistas trabajan con la idea de entes vivos —botánicos, animales— y su relación con la contaminación, la cohabitación con el ser humano o incluso su mutación.

También sigue habiendo un fuerte interés por los territorios, la migración y el extractivismo, cuestionando qué significa la explotación de la tierra y los recursos en términos de identidad nacional.

Otro tema importante es la comunicación en la era digital: cómo la geografía y las distancias se transforman con la tecnología, y cómo esto nos afecta. Además, siguen apareciendo reflexiones sobre la inteligencia artificial, pero a su vez las inteligencias naturales y post-naturales y su impacto en el arte y la sociedad. Este año sin duda, vimos menos trabajos en torno al cuerpo y la corporalidad, que por ejemplo el año pasado estuvo muy presente. 

HL: Este año, la sección de Estado Invitado —dedicada a visibilizar propuestas de distintas latitudes del país— tuvo a Veracruz como protagonista. ¿Qué artistas y temáticas fueron abordadas en esta edición? ¿De qué manera el paisaje y el territorio influyen en el desarrollo de las propuestas artísticas de la localidad?

AC:  La muestra de Veracruz ofreció una lectura muy rica y diversa. Destacó especialmente la exposición Contornos de una barca alucinada de Rafa Toriz, que abordó la diversidad geográfica del estado y su papel como punto de entrada para poblaciones migrantes en la historia de México. Un personaje clave en esta narrativa fue el sueco Per Anderson, quien fundó el taller de litografía de La Ceiba Gráfica, lo que sirvió como punto de partida para explorar cómo esta técnica influyó en la escena artística.  

También estuvieron muy presentes las letras y la literatura, algo fundamental en Veracruz. La muestra reflejó esta conexión con la poesía y el ensayo, con Rafa Toriz no solo como curador sino también como ensayista. Todo esto se articuló con el paisaje del estado, que abarca desde la costa y las lagunas hasta la sierra y el bosque de niebla.  

Además, la exposición incluyó artistas que no necesariamente son originarios de Veracruz, pero cuya trayectoria ha estado vinculada al estado, como Goro Kagei. También hubo un enfoque en prácticas artesanales, como la cerámica de baja temperatura en el trabajo de Florencia Rothschild.  

Por otro lado, la presencia del estado se sintió más allá de la exhibición con la gastronomía y la música. La participación del Güero Palmeros permitió que el público experimenta los sabores de la región, desde la costa hasta la selva y el bosque de niebla. La música también tuvo un sello especial gracias a Los Cojolites: completamente orgánica, sin instrumentos electrónicos, con sonidos de madera y una esencia muy arraigada en la tradición veracruzana.  

HL: Pensando desde Terremoto y lo latinoamericano ¿cómo integran y otorgan relevancia a las prácticas artísticas del continente al ser también una plataforma que se enuncia desde la Ciudad de México?

AC: La Ciudad de México se está consolidando cada vez más como una capital clave en la Semana del Arte y como un punto de encuentro para países de Latinoamérica. En la convocatoria de este año recibimos muchas aplicaciones de Colombia, Argentina y Chile principalmente. Vemos cómo la convocatoria sigue creciendo y alcanzando nuevos públicos. Además, con alianzas como la que hicimos con la Bienal de las Américas de Denver y el Premio del Salón, estamos consolidando la plataforma como un espacio que no solo impulsa a artistas mexicanos, sino que también integra y presenta propuestas de todo el interior de la República y de Latinoamérica. También tuvimos visitas de delegaciones de la Embajada Argentina y participaciones en la sección de proyectos, lo que refuerza aún más esta conexión internacional.

HL: ¿Nos puedes contar brevemente de las otras secciones de Salón ACME que no hemos mencionado? ¿Qué permanece y que se ha ido transformando?

AC: Bodega nos invita a ser más flexibles con los modelos expositivos. En esta edición, con la curaduría de Enrique Giner, exploramos una muestra de artistas que, aunque trabajan en la Ciudad de México, provienen de diversas nacionalidades. Su enfoque, desde la editorial, la arquitectura y el interiorismo, le dio una personalidad particular a la exposición.

El patio fue otro gran acierto con la invitación de Julieta Gil, una artista de la Ciudad de México que trabaja con mapeos digitales en espacios públicos. En esta ocasión, presentó una experiencia inmersiva que combinó el mapeo digital con lo botánico.

En la sección de Proyectos, hubo un giro hacia propuestas más colaborativas. Se ofrecieron espacios compartidos para apoyar a proyectos emergentes, dándoles su primera experiencia en un formato ferial. También se buscó generar conexiones entre galerías y espacios locales con espacios internacionales, creando una red de apoyo que funcionara como una mediación para entender la escena local.

La sala editorial, a cargo de Terremoto, fue muy bien recibida y se destacó la importancia de contar con estos espacios dentro de Salón ACME. Además, este año se sintió con más fuerza la colaboración entre marcas, patrocinadores y artistas, con proyectos como Volvo junto a Laura Elena Garruño y Don Julio con Federico Pérez Villoro, que permitieron la creación de instalaciones más ambiciosas y arriesgadas.

HL: ¿Qué sigue para Salón ACME? ¿Qué les preocupa como plataforma y qué podemos esperar de las siguientes ediciones.

AC:  Lo que sigue es explorar la expansión de Salón ACME con Estudio ACME y seguir colaborando con instituciones. Nos gusta este modelo porque creemos que tiene un gran potencial para encontrar un buen equilibrio entre la esfera pública y la iniciativa privada, que no tendrían por qué estar en conflicto. Queremos seguir explorando y buscando ese balance y esas colaboraciones.

Más que hacer crecer la plataforma en tamaño, el enfoque está en elevar la calidad de los contenidos, cuidar la experiencia del público y garantizar el acceso, que sigue siendo uno de los mayores retos. También estamos en un punto clave para repensar el Salón: ver si puede expandirse a otros espacios y edificios, sin necesariamente cambiar su formato, pero aprovechando las oportunidades que surgen con instituciones, tanto locales como internacionales, para ampliar la plataforma en sus distintas fases y secciones.

Quizá el próximo año veamos en la Sección de Proyectos un país invitado y la posibilidad de albergar galerías de ciertos países con los que estamos colaborando a nivel gubernamental, generando diálogos más amplios y una mayor conexión entre lo internacional y lo local.

En cuanto al Estado Invitado, aún tenemos que definirlo, pero queremos involucrarnos más: viajar al estado, estudiar su gastronomía, su música, y seguir buscando agentes, profesionales y colaboradores que se sumen a nuestro consejo. También queremos fortalecer el programa de invitados internacionales que tenemos en colaboración con Material, que en estos dos años ha dado muy buenos resultados y recibido excelentes comentarios de nuestra comunidad local.