Marginalia

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06.12.2016

MARGINALIA #20

Héctor Jiménez Castillo
1 de noviembre de 2016 – 30 de noviembre de 2016

Marginalia consiste en la invitación mensual a un artista, curador o proyecto a escoger una serie de imágenes para el fondo de la página de Terremoto en relación con su práctica e intereses del momento. A final de cada mes se revela la identidad del invitadx y se pueden descubrir las imágenes en conjunto.

 

Leer historias de santos es leer a la humanidad y sus deseos, sus relatos mítico-fantásticos se cruzan con la disciplina del cuerpo y la realidad del dolor infligido por otros o por uno mismo. Estudiar en una escuela de ultraderecha fue crecer rodeado de imágenes, contradicciones y violencia. Recuerdo haber pasado los últimos tres años de primaria con la singular sensación de estar haciendo el mal todo el tiempo. Mis actos y pensamientos se convertirían; casi instantáneamente, en pecados de todo tipo. Aprendí a confesarme cada cierto tiempo con el temor de un niño de once años que pretende ganarse su lugar en el reino de los cielos. Así que mi vida era así: hacía mal, pensaba que lo hacía y luego, luego, me arrepentía.

Durante esa época rezábamos al unísono el rosario en el patio de la escuela, esto sucedía en el mes de octubre. La hora y cacho que duraba la verborrea repetida mecánicamente valía la pena cuando llegaban las letanías lauretanas. Mi fervor (si a eso de aprenderse de memoria las letanías se le puede llamar así) se elevaba al escuchar: Madre purísima. Madre castísima. Madre sin pecado original. Virgen prudentísima. Virgen digna de veneración. Virgen fiel. Espejo de justicia (ruega por nosotros). Trono de la verdadera sabiduría (ruega por nosotros). Causa de nuestra alegría (ruega por ellos). Vaso digno de honor (ruega por los otros). Rosa mística (ruega por ustedes). Torre de David (ruega por esto). Torre de marfil (ruega por aquello). Casa de oro (ruega porque no vuelva al poder). Arca de la Alianza (ruega por el pop). Consuelo de los afligidos (ruega por todos)… Entonces, mi imaginación de niño de once años lanzaba imágenes tan potentes, vívidas y poéticas que algunas veces fuera de la escuela recitaba para mis adentros: Reina de los ángeles (ruega por nosotros). Reina de los patriarcas (ruega por nosotros). Reina de los profetas (ruega por nosotros). Reina de los apóstoles (ruega por nosotros).

Les tenía envidia a esos santos, misma que terminaba por volverse ofensa porque la envidia es pecado.
Les envidiaba por sus superpoderes y sus ropas. Ellos, los mártires que habían entregado su cuerpo a la fe. Unos se habían entregado al enemigo sin cortapisas, ponían la otra mejilla y se descalzaban frente al peligro. Cómo deseaba esa fuerza que les permitía cargar sus cabezas entre los brazos después de haber sido cruelmente degollados. Cercenados y quemados en vida, sonreían con el más grande de los éxtasis porque conocían su destino: el reino de Dios. Ellas, las vírgenes que habían intercambiado el cuerpo por mirada; porque si de algo estoy seguro es de que las vírgenes son pura mirada y aflicción, que su cuerpo no existe y que merecen uno nuevo. En ese entonces estaba seguro de otra cosa, que ni sus ropas ricas o poderes súper humanos me salvarían de la palizas que mis compañeros me propinaban con ruidosos y gastados sinónimos de la palabra homosexual.

Para este Marginalia he decidido explotar esas imágenes que me dejaron los santos y la maestra-monja que nos daba la materia de Ética y valores (católicos) para con ellas reafirmar mis deseos. Propongo utilizar el espacio que me han dado como un Santoral/Martirilogio, un calendario especializado en santos y mártires con imágenes que he creado a partir de leerles como el resultado de un proceso artístico especializado en el Vaticano. Artistas disciplinados que exploran la escultura, la moda, la literatura y todos los derivados afiches híbridos que resulten de las historias de estos héroes divinos en iglesias, museos y tianguis.

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