Marginalia - Brasil

Lucas Lugarinho

Tiempo de lectura: 3 minutos

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04.12.2019

#54: Scenescence

Marginalia consiste en la invitación mensual a unx artista, curadorx o proyecto a escoger una serie de imágenes para el fondo de la página de Terremoto en relación con su práctica e intereses del momento. A final de cada mes se revela el conjunto de las imágenes publicadas y un texto que las contextualiza. Aquí la selección de noviembre de 2019.

Las múltiples cosmogonías y mitos fundacionales que encabezan la creación o manifestación de la luz como una de las facetas primordiales de la existencia —como que se haga la luz— me hacen pensar que quizá toda la narrativa de la humanidad y el cosmos puede ser leída como una meta-historia de las imágenes. O, tal vez, cada una de las narrativas creadas hasta hoy puede ser una historia sobre nuestro enredo con las imágenes mismas.

Como ahora sabemos, la vida puede haberse originado en los confines más profundos del océano, pululando desde respiraderos hidrotermales que inyectaban sus distintos ingredientes al caldo primigenio. Este evento posibilita teorizar que la propia luz pudo ser el primer alien al cual nuestros ancestros moleculares contactaron, seduciéndonos con su libertad de la gravedad y del tiempo. Quizá, estas narrativas ancestrales sean en realidad nuestras memorias más antiguas de dicho encuentro, mismo que ha sido contenido en nuestros códigos genéticos —desde los más antiguos ancestros celulares hasta la era de las imágenes digitales. De tal forma, podríamos decir que la espiritualidad no es más que un pacto de supervivencia entre humanos e imágenes. Justo como las mitocondrias fueron alguna vez organismos independientes que desarrollaron una relación de mutualismo con otras células: quizás para obtener mejor caza, una vida más larga, o para gobernar un país. En cambio, de estos beneficios materiales, nosotros dejamos que las imágenes se alimenten de nuestras miradas —porque el tiempo sólo corre para ellas a medida que nosotros las observamos—, posibilitando así que éstas crezcan y se reproduzcan.

Pero, ¿cómo es que las imágenes mueren en la era de la museografía y la conservación, en la era del almacenamiento ilimitado y la cobertura minuciosa de todo tipo de evento? Estoy seguro de que Flusser estaría intrigado. De dioses a dildos, de chamanes a artistas y, por fin, usuarios: la larga jornada, la cual nosotros navegamos para llegar a la era del Internet, es el propio árbol de la vida de las imágenes, que actualmente crece en una abundancia nunca antes vista. Pero no nos cuesta mucho trabajo entender que este sobreflujo de imágenes ha saturado nuestro planeta, des-terra-formando nuestro ecosistema a cambio del perfeccionamiento de su red. El problema reside en el hecho de que nosotros actualmente producimos tantas imágenes que éstas simplemente no logran la senescencia, generando así un excedente de contenido, el cual no podemos dejar de almacenar, pero al cual tampoco logramos acceder, dejándonos para siempre congelados en el tiempo.

Para este Marginalia, he presentado una selección de imágenes que proponen un campo de estudios ficticios sobre el envejecimiento de las imágenes: Escenescencia (una contracción entre escena y senescencia). Pensando en cómo las imágenes se relacionan con el tiempo, seleccioné piezas de arte, capturas de pantalla, memes, entre otras imágenes; y con ello, reflexiono sobre cómo la aparentemente interminable máquina capitalista somete a las imágenes y a los humanos a un espacio sin tiempo: un paisaje que siempre se está construyendo sobre el deseo de algunos hombres de ser eternos, y de ciertas imágenes que se toman por muertas.

—Lucas Lugarinho

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