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AFROntera

Tiempo de lectura: 27 minutos

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08.03.2022

Manifiesto AFROntera 2.0

En el marco de su lectura en vivo este 9 de marzo de 2022, compartimos el segundo manifiesto de AFROntera.

Desenmascarando la continuidad colonial de los feminismos, desarmando las políticas estatales reterritorializantes de la vida y combatiendo los esencialismos que nos fragmentan.

Este año, nos reunimos a escribir de nuevo porque nuestro Manifiesto es un texto vivo. Nos negamos a creer en verdades absolutas y en posiciones fijas que encarcelan la posibilidad de transformación y que no permiten la duda y el cuestionamiento como espacio político oportuno para habitar. Preferimos posicionarnos desde el movimiento de las ideas, porque así, nos desplazamos de esos dogmas y mantras políticos que se convierten en sectarios al construirse desde lugares estáticos y de posiciones, muchas veces, esencialistas, que hacen que nos sintamos apretadas, encerradas y asfixiadas. Definitivamente, son espacios donde no queremos estar, no solo porque nos parecen problemáticos debido a sus profundas cargas totalizadoras, sino también porque no cabemos. Este Manifiesto está vivo, porque el cambio es una apuesta política que nos permite desplazamientos de fuga a otros mundos posibles, capaces de abrazar la contradicción, la pluralidad de vivencias y construir localizaciones no moralmente seguras de enunciación.

Escribir juntas un texto es algo que nos reta de varias formas, porque nos obliga a reflexionar, coordinarnos y hallar consensos y mediaciones. En este sentido, creemos que crear un texto juntas, en el ejercicio de la escritura colectiva, es un acto contrahegemónico porque no hay autores ni propietaries. Este Manifiesto contiene las voces de todas y, por eso, nos pertenece a todas.


La fuerza que nos mueve
Como colectiva decidimos cuestionarnos y cuestionar las narrativas, prácticas y políticas públicas de uno de los movimientos sociales de mayor influencia mediática, política y social de nuestra cotidianidad. A pesar de esto, su impacto no implica una ruptura con el CIStema heteropatriarcal racista. Por el contrario, creemos que, hasta el día de hoy, su proliferación sólo perpetúa la brecha entre los sujetos humanos y no humanos, el racismo y la precarización bio y necropolítica de la vida. Desde luego, cuando hablamos de NOSOTRAS, hablamos de las racializadas, empobrecidas, periferizadas, disidentes sexuales y  corporalidades negadas, que pretenden ser homologadas en categorías universales y que terminan capturadas en políticas identitarias blancas, blanqueadas, binarias y separatistas.

Lo mencionamos desde el primer Manifiesto y lo reiteramos: ¡abandonamos al feminismo y toda su plantación! Porque nació moderno y blanco. El feminismo es la teoría propia de las amas, es clasista y reproduce el regimen heterosexual. Abandonamos el feminismo por dicotómico, por europeo, por euronortecentrado, por racista, separatista y punitivista. Por liberal, por querer inclusión y no la destrucción de la plantación, por buscar la redistribución del poder, por aceptar tan vehementemente la imposición colonial del sistema sexo- género, por ejercer la persecución y la cancelación. Por puritano, por moralmente superior, por violentamente epistémico, por salvacionista, por sectario y universalizador. Creemos que lo anterior solo reproduce los mecanismos de control del Estado y sus aparatos ideológicos, por ello, sostenemos que el feminismo no se traduce en una fuga de los sistemas de opresiones que nos gobiernan; al contrario, lo perpetúa y lo modifica a su modo, para modernizarlo en beneficio de unas pocas.

No somos feministas, ni nos interesa serlo. Estamos verdaderamente cansadas de insistir en reformar el feminismo para que se reconozca nuestra humanidad. No queremos reformas, queremos libertad. La libertad cimarrona de nuestras ancestras negras e indígenas, que fueron pioneras de las luchas antipatriarcales, anticoloniales y antirracistas. Respetamos profundamente los ejercicios pioneros de sistematización y de crítica que, desde las prácticas políticas de estas mujeres racializadas, han realizado diferentes corrientes de los feminismos negros, chicanos, del tercer mundo y postcoloniales. Sus aportes para comprender el carácter simultáneo de las opresiones de les sujetes racializades ha sido fundamental para nuestro trabajo. Entendemos que el uso para ellas de la categoría feminista ha supuesto más, un uso estratégico porque en la práctica confrontaron la blanquitud, el clasismo, el heterosexismo y el racismo.

Nos desmarcamos del proyecto feminista como programa hegemónico-moderno, como proyecto eurocentrado, ilustrado y salvacionista. Abandonamos el feminismo por racista, pero también por transfóbico, el terfismo es un discurso  de odio que niega la existencia, la autonomía y la identidad de las mujeres, hombres trans y personas no binarias. Creemos que el verdadero borrado lo hacen las terfs-transodiantes al negar derechos y posibilidades de vidas otras, a quienes se escapan del regímen colonial biologicista binario de sexo-género. Reclamamos la autonomía de no vernos obligadas a nombrarnos feministas, ya que lo que verdaderamente importa son nuestras prácticas de resistencia, de construcción de vida en colectividad y de fortalecimiento del tejido comunitario entre personas racializadas.

Analicemos lo siguiente: 

El punitivismo como la cultura de la colonialidad: enfrentando los dolores y las violencias internas

El punitivismo es un cáncer que rompe con la vida. Nos sorprende profundamente cómo se ha convertido en una apuesta política ferviente dentro de muchos movimientos sociales. Es necesario recordar que la cultura punitiva se materializa a través del Estado con sus dispositivos racistas como las cárceles, las penas, la policía y las leyes. El derecho penal es la herramienta que el Estado utiliza para convertir en delito cualquier problemática que se escape de su control y así poder encarcelar a más gente racializada y empobrecida.

Basta mencionar cómo la grave situación de violencia que viven las mujeres en el país ha servido como justificación para que el feminismo blanco-burgués mexicano pida medidas carcelarias más duras. En un contexto donde el uso injustificado de la prisión preventiva oficiosa es la norma, nunca estaremos a favor de las cárceles, porque como lo hemos dicho una y otra vez, son campos de concentración que asesinan en vida a las personas que menos importan.

En un país como México, en el que la impunidad es de más del 90 por ciento, dudamos que las personas que están dentro de las cárceles sean culpables de algún delito. La fabricación de delitos es una práctica tan común y tan arraigada en el sistema de in-justicia que cuesta creer que quienes están ahí adentro son violadores y asesinos. Los delitos que cada día se fabrican a sujetes racializades y empobrecides son la estrategia mediante la cual los gobiernos demuestran que cumplen con su mediocre labor de salvaguardar a la gente con poder, a la gente blanca.

Si eres priete y pobre, el Estado, en complicidad con las multinacionales, puede encerrarte más de diez años en una prisión de máxima seguridad por supuestamente robar 500 pesos, como es el caso de Kenia Hernández, mujer amuzga, defensora de derechos humanos y presa política de la 4T, quien ha sido brutalmente criminalizada por ejercer su derecho legítimo a la protesta. Si eres priete y pobre, es muy probable que el Estado en complicidad con el poder traanacional corporativo, te acuse sin prueba alguna de asesinato, narcotráfico, robo, secuestro o extorsión.

Sin embargo, reconocemos que, como sujetes colonizades, también reproducimos diferentes formas de violencia que interiorizamos a través del disciplinamiento dentro de la plantación Estado-nazional. Violencias racistas, heterosexistas y coloniales que aprendimos como táctica de sostenimiento de la colonialidad, cuyo propósito es fragmentar los lazos comunitarios y las formas de solidaridad al interior de nuestras comunidades racializadas. 

Hemos vivido en carne propia las violencias sexistas, lgbtfóbicas y heterosexistas de los hombres racializados. Reconocemos que existen prejuicios que se reproducen entre personas negras e indígenas. Las divisiones por acusaciones de colorismo entre mujeres negras y las diferencias de clase social entre las mujeres racializadas nos han llevado a reproducir formas de clasismo entre nosotras mismas y un sinnúmero de violencias de menor o mayor intensidad entre personas subalternas no blancas

Pero retomamos las sabias reflexiones generadas por feministas negras como Audre Lorde o las integrantes de la Colectiva del Río Combahee… hemos aprendido que la respuesta frente a estas violencias que se reproducen entre las mismas comunidades racializadas no tienen una salida simple. ¿Quién dijo que era simple? Nuestras propuestas son más complejas, pues requieren un carácter integral y un proceso de confrontación. Nuestras propuestas deben estar acompañadas de una práctica política que tenga una dimensión imbricada. Si bien es cierto que tenemos que enfrentar el sexismo, la homo-trans-fobia y el heterosexismo de nuestros compañeros racializados, también creemos que, al mismo tiempo, es indispensable trabajar junto con ellos para eliminar el colonialismo interno que les despropia y les convierte en carne de cañón al servicio de las máquinas de guerra, como bien lo ha señalado nuestra hermana y maestra, Yuderkys Espinosa.

adrienne maree brown dice que la justicia transformativa es crucial para avanzar hacia una sanación colectiva. Según ella, imaginar otros tipos de justicia no punitiva es una forma en que podemos desarraigar el daño de nuestras comunidades y sembrar nuevas formas de estar juntes. Queremos sanar con nuestros compañeros, no castigarlos ni expulsarlos ni exponerles.

Angela Davis, en su crítica al complejo industrial carcelario, nos ha dejado muy claro que no podemos cederle el poder a la policía y a las instituciones judiciales punitivistas. En nosotras está el poder de diligenciar y resolver los problemas de manera autónoma entre nuestras comunidades racializadas y con nuestros compañeros negros, prietos e indígenas. Si hay que resolver algo, no queremos jueces, no queremos instituciones, no queremos más leyes, no queremos mediadores, no queremos la in-justicia racista que gobierna este mundo colonial y violento. Si hay que resolver algo, hagámoslo nosotras, ya dejemos esta maldita timidez.

Rechazamos el mito del violador negro que la blanquitud crea y reproduce constantemente en los medios, en los memes y en el feminismo. Una justicia antipunitivista nos exige ver la complejidad de los problemas que nos atraviesan, no ser condescendientes, pero tampoco ser crueles. Implica escuchar la versión tanto de la víctima como la del considerado victimario. Confrontarlas, ir más allá de los hechos evidentes y profundizar en las causas ocultas, reconstruir el contexto de las acusaciones y analizar sus implicaciones estructurales y cotidianas. No creemos en el mantra feminista “yo te creo” a secas, porque han sido muchas las violencias justificadas que se han permitido detrás de la edificación de estos esencialismos. Si bien reconocemos la gravedad de la violencia machista, también sabemos que no todas las mujeres son oprimidas, tampoco son víctimas y que muchas son opresoras con privilegios y poder. 

Por eso, nos distanciamos del feminismo blancoide y burgués que cree que la violencia hacia niñas y mujeres se resuelve con penas carcelarias. En cambio, abrazamos con todo nuestro ser, formas otras de justicia, más amorosas, comunitarias y transformativas. Sabemos que la in-justicia hegemónica del Estado no tiene arreglo, está podrida. No creemos en reformar el Estado, ni la policía, ni sus otras instituciones, apostamos por eliminarlas. Hacemos un llamado urgente para replantearnos lo que entendemos por justicia y construir juntes nuevas formas de solventar nuestros conflictos. Partimos del hecho de considerar que el conflicto no es malo en sí y que puede significar una oportunidad de transformación. Pensar nuestros espacios, relaciones y comunidades sin conflictos es producto de la falsa idea de amor romántico de occidente y del colonialismo que nos gestiona.

 

Anulación de la voz del otre: la cancelación como estrategía de los amos  

Porque nos preguntamos día y noche cómo abolir las cárceles, también decidimos llevar el tema del abolicionismo a nuestra cotidianidad, con quienes nos relacionamos diariamente: nuestras familias, amistades, parejas, vecines y compañeres de trabajo. Creemos que la cancelación es una expresión del punitivismo y que es urgente alejar de nuestros espacios, dinámicas dañinas como la cancelación, la exposición pública y el escrache que apelan a una supuesta justicia. La cancelación es unilateral, busca la muerte social de otres y es colonial por definición.

Colón siempre tuvo la palabra, la blanquitud siempre tuvo la razón, la Inquisición tuvo la verdad, Europa se fundó como superior. Apostar por prácticas que anulen el diálogo es una injusticia y en eso no creemos. Diligenciar de forma constructiva y transformativa los conflictos que ocurren al interior de nuestros espacios es un compromiso político que decidimos asumir, porque creemos que de nada sirve promulgar un abolicionismo carcelario, si replicamos en nuestras colectividades las lógicas de castigo estatal como el aislamiento, la expulsión y la completa negación de la existencia social del otre.

Consideramos que romper con las lógicas de la cancelación en nuestros espacios colectivos y comunidades, implica un ejercicio de descolonización profunda de nosotres mismes. Es un ejercicio que implica cuestionar y confrontar al raci-fascista que hemos interiorizado y que muchas veces reproducimos. Eso implica reconocer que los ejercicios de poder y dominación no vienen únicamente desde afuera, sino que se han hecho efectivos porque los hemos asimilado de forma interna.

En nuestras prácticas políticas estos ejercicios muchas veces se encuentran profundamente arraigados, al punto de que nos cuesta reconocerlos, porque los hemos naturalizado, incluso, de manera inconsciente. Siendo conscientes de esta situación, asumimos que es nuestra responsabilidad política ejercer una constante práctica de autocrítica al interior de nuestras dinámicas colectivas. Que debemos estar abiertes a la autoevaluación, al diálogo desde nuestras diferencias, a construir desde el disenso y no sólo desde el consenso, a validar la heterogeneidad de nuestras experiencias, aunque todes seamos sujetes racializades.

Apostamos por una política del estar dispuestes a construir desde nuestras diferencias ideológicas y nuestras distintas formas de asumir e interpretar el mundo. Apostamos a estar abiertes a construir redes de apoyo, económico, emocional y afectivo, pues creemos que la política pasa también por validar nuestras emociones, nuestros procesos de crisis y sanación. Debemos afinar y fortalecer más nuestros procesos de acompañamiento con les compañeres del colectivo que atraviesan dificultades de cualquier tipo. 

Creemos en un amor que mata al amo-r. Un amor que parta de estar dispuestes a hacer llamados de atención cuando estemos cometiendo errores desde la sinceridad radical y la empatía. Un amor que está dispuesto a reconocer los errores que se cometen sin tener que pasar por procesos de enjuciamiento, linchamiento o juzgamiento punitivo entre pares. Hay que recordar que nuestres compañeres no son el Estado. 

La cancelación no es más que interiorizar la lógica del punitivismo del Estado y de sus aparatos ideológicos en nuestras vidas cotidianas y en nuestros espacios políticos. La cancelación nos lleva a asumir a nuestres compañeres de lucha como nuestros enemigos, a desconfiar entre nosotres y a invertir mayor esfuerzo y energía en el matoneo interno que en el desarrollo de estrategias políticas para enfrentar y denunciar las violencias del Estado y de la élite del poder blanca y capitalista que nos tiene contra el suelo presionando sus rodillas en nuestros cuellos. Toda esta mierda de la cancelación nos distrae de la urgente tarea del fortalecimiento del tejido colectivo de nuestras comunidades racializadas, urbanas y rurales. ¡YA BASTA!

 

La interseccionalidad como el parche liberal del feminismo 

De la  feminista radical a la salvadora blanca interseccional solo hay una línea narrativa despolitizada e “inclusiva” de distancia. No es casual que el capitalismo liberal haya cooptado las narrativas del feminismo (de por sí blanco) y las haya modificado con el transcurrir del tiempo. Es necesario precisar que la temporalidad no es el factor determinante, sino la despolitización. Esto quiere decir que las feministas suelen abstraer críticas y discusiones que se generan alrededor del movimiento para vaciarlos de relevancia política, apropiándose de conceptualizaciones ajenas para justificar que el feminismo es la única posibilidad de resistencia.

Les hemos gritado que nuestras experiencias vivenciales, corporalidades e historias, como racializadas y subjetividades no binarias, no caben en sus teorías y prácticas. Entonces, ellas comienzan a construir “nuevas” narrativas que intentan incluirnos: utilizan la interseccionalidad, la cual es una herramienta jurídica, para hacernos creer que estamos incluidas y que las opresiones que vivimos son el resultado de una suma. Por suma, nos referimos a cuando nos definen como mujeres, más racializadas, más empobrecidas, más periferizadas, etcétera. El resultado de esta suma es: “ya nos dimos cuenta que tenemos privilegios de raza, clase y sexualidad” y con eso creen que, construyendo un lugar de enunciación desde las amas, se soluciona algo.

Al convertir la imbricación de opresiones en una simple sumatoria para, supuestamente, reconocernos, nos tokenizan y terminan en el juego de darnos voz, “porque no tenemos”. Estamos hartas de ese discurso violento que dice: “ponemos nuestro trabajo a su disposición y le damos voz a quienes no tienen”, ¡hipócritas! Creemos que de esta manera, la culpa cristiana de la buena feminista se redime, cuando tratan de “cuestionar” su posicionamiento que, desde la génesis, ha sido blanco. No necesitamos sus reconocimientos ni su inclusión, no necesitamos sus voces ni sus banderas interseccionales que se limitan al puro marketing derechohumanero. No necesitamos sus buenas voluntades ni sus declaraciones que incluyen a todas, ¡YA BASTA! Lo que queremos es que cuestionen el mundo que nos hace las otras, las negras, las monstruas, las enfermas, las migrantes,  las mariconas, las trabas, las desviadas… y que al mismo tiempo, las construye a ustedes, blancas, como mujeres realmente liberadas y ciudadanas. Es que tenemos claro que este mundo CISheteroPatriarcalBlanco necesita de la subalternidad para que ustedes puedan SER los sujetos del mundo y ocupar la casa de la plantación, ser los y las liberadas del mundo y encarnar la identidad ciudadana a la que todas debemos aspirar, según sus miradas moralmente superiores. 

El error de la ecuación es que esto no se trata de fórmulas. La interseccionalidad, por más que sea una propuesta de una mujer negra (lo cual no es garantía de nada porque entonces estaríamos apelando a las políticas de identidad reterritorializantes en esencialismos biológicos), sólo describe identidades. La interseccionalidad no desarticula la violencia y las opresiones que in-vivimos como corporalidades, vidas y experiencias de quienes no somos mujeres ni somos hombres, ni somos binarias, ni heterosexuales, ni sanas, ni normales… 

Así es, la interseccionalidad a las feministas sólo les sirve para demostrar que leyeron a una mujer negra, pero obviaron hacer un análisis de esa propuesta teórica para no entender que no hay jerarquía de opresión entre les condenades de la tierra, pero sí en las relaciones de dominación. Además, esta realidad se hace extensiva a toda la comunidad, una comunidad donde el sujeto político, desde luego, no solo somos las mujeres racializadas, porque no sólo las mujeres racializadas somos quienes vivimos la imbricación de opresiones. 

 

El terfismo del antirracismo se llama colorismo

Como colectiva no hemos realizado únicamente criticas al feminismo, sino que también expresamos nuestra preocupación al interior de ciertos sectores del movimiento de mujeres negras y del movimiento negro mixto, por el avance en nuestro contexto antirracista y, desde hace algunos años, de una política esencialista que aplica criterios coloristas entre les propies sujetes racializades.

El colorismo valida la autenticidad de un discurso político en detrimento de otros que a su criterio, por tener las pieles más claras, son menos subalternos y más “privilegiados”. Al respecto del privilegio, nos preocupa enormemente el mal uso que hacen de esta palabra, sin darse cuenta que los privilegios solo se tienen cuando se posee poder y recursos dentro de la matriz cis-hetero-capitalista-blanca y colonial, donde el poder te lo da la blanquitud y la condición de ciudadanía. Privilegio no es tener acceso a derechos y condiciones de vida fundamentales. Estas olimpiadas de la opresión nos están matando y cuando entramos en estas lógicas, quien en realidad gana es el Estado y sus aparatos ideológicos. Nos preocupa que esta lógica colorista que ha aplicado históricamente el Estado para clasificar a sujetes racializades, es la que hoy autoaplicamos y ejercemos entre nosotres mismes, entre pares para fiscalizar la autenticidad de la experiencia y la identidad negra o racializada.

Creemos que es sumamente peligroso que en el marco de las políticas antirracistas se esté reproduciendo el papel del colonizador que clasifica a la propia gente racializada de acuerdo a sus niveles de melanina y que pretende determinar quién es más oscuro o claro, asociando mecánicamente, los tonos más oscuros de piel a una mayor legitimidad política. Nunca más volveremos a permitir que una persona negra del norte global invalide nuestra negritud y nos diga: “cállate para que hable la más oscura”. ¿Así o más biologicista?

Consideramos que esto manifiesta una interpretación muy limitada del racismo como sistema de poder y de su relación imbricada con otros sistemas de opresión como la clase, el sexo y la sexualidad. La racialización no solo está definida por el color de piel y sus diferentes tonos, sino fundamentalmente con la inferiorización de la subjetividad completa de las personas negras, indígenas y no europeas o no portadoras del privilegio de la blanquitud, es decir, con su animalización. El racismo no solo tiene que ver con la racialización de características físicas de los cuerpos, sino también con la racialización de las culturas, las geografías, de la naturaleza, de los territorios, de las filosofías y las creencias, de todas las relaciones sociales en su amplio espectro. 

En este sentido, no estamos negando que el colorismo o la pigmentocracia ha sido una de las estrategias usadas por el colonialismo europeo y las élites criollas de las naciones latinoamericanas y caribeñas para imponer jerarquías entre les sujetes racializades y dividirnos, generando separaciones y fracturas entre nosotres, haciéndonos creer por la vía de la ideología del mestizaje que dicta que entre “más claros” seamos, más ventajas podríamos obtener y mayor movilidad social podríamos alcanzar. Sin embargo, sabemos que la ideología del mestizaje no logra hacernos blankes a todes, sabemos que el juego del blanqueamiento tiene límites, porque por mucho que nos alicemos el cabello en cualquier momento o espacio, seremos tratades como negres, indies y no blankes.

Entonces, preguntamos como ya lo hizo Ochy Curiel en un candente debate en redes sociales: ¿para qué nos sirve aplicar una política colorista entre les racializades dentro de una política antirracista? Consideramos que el colorismo solo sirve para fragmentar más de lo que ya los sistemas de poder nos tienen fracturades y para hacernos creer que por la vía del juego de las olimpiadas de las opresiones lograremos reparar a quiénes supuestamente consideramos que están en peores condiciones de violencia o de calidad de vida, cuando lo que realmente necesitamos es del apoyo comunitario entre sujetes racializades.

Como ha expresado Yuderkys Espinosa, no nos liberaremos de uno en uno, nos liberaremos en colectivo. Quien termina “liberado” en lo individual, está realmente asimilado en los tentáculos colonizantes del Estado. Claro que reconocemos que les sujetes racializades no somos iguales, que los sistemas de opresión no nos atraviesan de la misma manera, que algunos cuentan con mayores privilegios de clase, otros cuentan con privilegios en razón de su sexualidad, vía la heterosexualidad, pero lo que sí sabemos es que ¡la gente prieta no somos blancas!

En algunos contextos se puede tener ciertas ventajas por ser hombre, y bueno, tenemos claro que las opresiones se imbrican de maneras más complejas que las que estamos nombrando aquí. Algunes de nosotres sufren los embates de las opresiones de manera más profunda, no pretendemos equiparar las experiencias de violencia que puede vivir un hombre prieto recogedor de basura frente a una mujer negra profesional con mejores condiciones económicas. No obstante, lo que sí tenemos claro es que la profundidad de las violencias imbricadas no se explica solamente por tener la piel más clara o más oscura, sino por la complejidad con la que funciona la matriz de opresiones. 

En el ejemplo que usamos, el hombre prieto recogedor de basura podría perfectamente tener la piel más clara que la mujer negra profesional y, sin embargo, contar con peores condiciones de vida. La cuestión aquí y lo que debería importarnos, es que ninguna de estas dos personas escapan o están libres de vivir violencias racistas, aunque sus experiencias tengan características distintas y usen diferentes capacidades de confrontación y negociación frente a las violencias. Porque dentro de una política antirracista lo que debería importar es la forma en la que ambas personas racializadas se coalicionan y se apoyan entre sí para la denuncia de esas violencias, reconociendo sus diferencias experienciales, localizadas y poniendo las mayores ventajas que una de ellas pueda tener al servicio de la otra. Pero nunca negando el dolor ajeno, midiendo el sufrimiento e invalidando la experiencia de alguna de las dos, o estableciendo que solo una es la que tiene derecho a hablar y que la otra debería callar para siempre y desaparecer del panorama político dentro de un movimiento antirracista que, por definición, debería ser plural.

Habría que cuestionar profundamente, si cuando aplicamos políticas de identidad que recaen en políticas coloristas para medir la autenticidad de la experiencia y de la actuación política, lo hacemos verdaderamente en razón de reparar a “las más oscuras”, tratándolas además de forma victimista y paternalista, o si lo hacemos como una forma de invalidar las voces que no nos gustan, las voces que son incómodas, porque hemos visto en la práctica que “las oscuras” se vuelven “claras” y las “claras” se vuelven “oscuras” cuando se trata de invalidar el discurso y la práctica política de aquellas compañeras que no nos caen bien o con quiénes hemos podido tener alguna diferencia política o personal. ¿Entonces se trata realmente de colorismo o se tratará más bien de la política amigo-enemigo basada en la idea de que “quién no está conmigo, está contra mí”? Lo dejamos hasta ahí como un tema pendiente porque creemos que es justo aquí donde hace falta dar un debate más profundo, ojalá cara a cara y no solo a través de la comodidad que permite la acusación colorista a través de redes sociales.

 

La representación como mecanismo de captura

La representación sin proyecto político es asimilación y captura. Luchar por estar, por la visibilidad, por ocupar un lugar, por aparecer, por participar sin llevar de la mano un proyecto colectivo que escape del individualismo y que cuestione el racismo, el clasismo, el heterosexismo, el capacitismo, las lógicas androcéntricas del mundo y toda toda la antropología de la dominación no sirve para nada más que reactualizar y modernizar el funcionamiento consumista del capitalismo estatal. Se tienen que cuestionar las políticas afirmativas neoliberalizantes que reterritorializan los cuerpos desbordados del mundo a favor de la matriz heterocapitalista que digiere las vidas subalternas para saciar sus necesidades, a costa de nuestros dolores, convirtiéndonos en productos de consumo en el dinamismo de mercado. Por esta razón, la representación de Disney no funciona. La representación, incluso, no debería ser un horizonte de emancipación, sino la construcción de espacios otros fuera de las instituciones estatales y corporativas.

No estamos en contra de que aparezca un sujeto indio, marika o negro en la tele o esté en alguna institución. Lo que estamos diciendo es que tener un presidente negro, una primera ministra negra, una protagonista indígena o un funcionario disco no romperá las cadenas del amo. Las acciones que buscan estar dentro terminan siendo tácticas de ocultamiento de la colonialidad, detrás de las cuáles hay una clara intención de capitalización y monetización de las identidades. Ante esto, nuestra propuesta es no apostar a la representación como proyecto, sino a la articulación comunal, colectiva y comunitaria entre les condenades del mundo, que busque descolonizar nuestra subjetividad, construyendo espacios anti-sistémicos donde nuestra episteme esté al centro y el cimarronaje sea un veneno indigerible en el maldito estómago del heterocapitalismo.  Lo que sí tenemos claro, es que la representación no puede ser un fin, porque la inclusión y el caber nunca han sido una opción en la plantación.

El racismo internalizado de las organizaciones de la sociedad civil en México que trabajan en derechos humanos y el salvacionismo blanco como apuesta política de organizaciones feministas

Estamos cansadas de estas feministas blancas liberales, con máscaras interseccionales, que apuestan a “despatriarcalizar” el Estado, sin entender que el Estado es una violencia por definición. Estas feministas no comprenden que las instituciones coloniales que generan opresión no se despatriarcalizan porque son ellas las que reproducen las peores violencias racistas, heterosexistas y coloniales en el mundo. No creemos en estas narrativas reformistas que solo lavan la cara de la colonialidad sin mover un ápice de las lógicas y privilegios que construyen sujetos de primera y de segunda. 

Hay una culpa blanca feminista rondando los activismos que es tan lamentable como el mismo feminismo blanco que es abiertamente racista. Son feministas, blancas, con pedestal epístémico, con maestrías y doctorados en el norte global, habitantes de la zona del ser, con privilegio de clase y cis-sexualidad, que sin renunciar a participar en las lógicas neoliberales y estatales de la plantación, ocupan su lugar en la mesa de la humanidad y usan su pase de la representación en el heterocapital para ser las más incluyentes, chidas e interseccionales.

Creemos que la violencia racista también se ejerce cuando las feministas, de cualquier color, apuestan a las políticas afirmativas del Estado, cuando apoyan las lógicas partidistas de las naziones, cuando creen que los cambios se logran con las instituciones y apuestan a reformas que traten mejor a la gente encarcelada sin buscar la abolición total de las prisiones. Es raci-feminismo cuando se construyen protocolos de actuación para policías sin perseguir la destrucción de la policía como institución, cuando se crean protocolos de actuación ante la violencia de género sin darse cuenta que la violencia es la colonialidad del capitalismo que organiza el mundo. Es femi-racismo creer en el derecho como una forma de justicia e insistir en los cambios reformatorios que no transforman nada. 

Estamos muy cansadas de estos sujetos que usan la interseccionalidad como muletilla para verse muy progres, mientras siguen apostando a las lógicas institucionales de las políticas públicas. Sabemos que con políticas públicas, leyes y programas de igualdad no se fuga de la casona de la ama y el amo. También sabemos que no hay fuga ni la mínima posibilidad de transformación con acciones que limiten su análisis al paradigma occidental de la perspectiva de género y sus narrativas salvacionistas e interseccionales que se agotan en la descripción de las diferencias y que no cuestionan las construcciones de dichas diferencias coloniales. Estamos hartas de que diseñen banderas interseccionales sin que renuncien a los privilegios ni enfrenten las colonialidades heterocapitalistas que constituyen sus espacios. Son muy tokenistas y aman tener a la diferencia en sus proyectos de la cooperación internacional, pero solo lo hacen para verse avanzadas e incluyentes, porque en lo profundo siguen siendo las mismas salvadoras blancas de siempre. Si quieren cambio, renuncien y tiren el mantel que sostiene las copas de los amos.

Somos enfermas: sí, sidosas

Somos sidosas también y abrazamos la enfermedad. Si atraviesa a una, nos atraviesa a todas. No creemos en luchas fragmentadas. Las pandemias son un efecto producido por el colonialismo, son una clara consecuencia necro y biopolítica de la gestión de la vida, que surge de la violencia colonial contra la pluralidad de ecosistemas en el mundo. Las vidas heterodisidentes, maricas, travestis, trabas y no heteroblancas, siempre están al margen. Son las fronteras sexuales y raciales que hacen posibles los normales del mundo. Cargamos juntas el estigma, el dolor, el malestar de la enfermedad, la rabia, los señalamientos y las pesas depositadas por el aparato ideológico clínico que nos ve de reojo con mucha cautela para no ser infectadas. Somos infectadas, como enfermas, somos VIHpositivas, por eso abandonamos la “H” de humanidad y preferimos habitar el dolor y la frontera de la salud, que ser sanas ciudadanas.  

A modo de hasta luego: este texto respira con tanta vida como tú

Este Manifiesto no concluye. La escritura en un mundo donde al sujeto racializade y marginal se le fue negada, concluir nunca será una opción. Escribiremos hasta que se nos caigan las manos y lo haremos en todos lados y en todos los formatos. Escribir, para nosotras, es una acto descolonizador de venganza, es un ejercicio constante descentralizador de verdades norte-euro-blancas. Escribir lo impertinente es una tarea diaria y un tema personal para cada una de nosotras. Este Manifiesto como el primero, viene a reafirmar que está vivo, que late como al ritmo de nuestros corazones que ahora mismo son uno solo. Estar vivo se traduce en sabernos habitantes de un no lugar, nada aquí escrito pretende ser verdad, son nuestros piensos, nuestra carne, nuestras vivencias, no queremos que sea dogma ni regla alguna. Mañana, quizás, regresemos a reescribir y es posible que, incluso, no estemos de acuerdo con les nosotres de hoy. Lo único que hoy sabemos con claridad es que preferimos hablar de frente que a espaldas. No decimos cállate blanca bajito, lo decimos claro y de cara. Como María Lugones, no queremos hablar por ti, queremos hablar contigo, hablemos ya y dejemos estas indirectas que nos fragmentan.

Y así como soñaba Celia Cruz cuando contaba Bemba Colorá, estas líneas significan algunos trazos en la construcción de nuestro camino en busca de la libertad: “como el pájaro quiero, mi libertad recobrar”.

Desde la sinceridad radical, con dureza contra el problema y con amor hacia ti, persona, lo dejamos aquí. 

 

AFROntera Colectiva

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