Edición 2: Las cosas

Carolina Sanín

Tiempo de lectura: 11 minutos

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29.06.2015

La salvación por la metáfora

Partiendo de la inagotable novela de Lewis Carroll, Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, Carolina Sanín reflexiona sobre la creación artística de metáforas como figuras de negociación entre mundos posibles.

1book41Sir John Tenniel, Alice’s Adventures in Wonderland (Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas), 1865.

I

El juicio de la reina de las cartas

En el país de las maravillas, Alicia acaba encontrándose como rea en un juicio. Oye que la reina le dice que primero vendrá la sentencia y luego el veredicto, y replica que eso es un sinsentido. La reina le ordena que se calle, y ella dice que no lo hará. La reina emite, entonces, la sentencia: ordena que a Alicia se le corte la cabeza. Alicia pregunta a quién le importan ellos (la reina y su corte), si no son más que un mazo de cartas. Las cartas se le abalanzan, y ella lanza un pequeño grito. Trata de derribarlas para defenderse, y entonces se encuentra a la orilla del río, allí mismo donde se había puesto a leer un libro antes de que apareciera el conejo y ella lo siguiera al submundo. Tiene la cabeza sobre el regazo de su hermana, que está quitándole de la cara unas hojas muertas que han caído de los árboles (1). Terminan las aventuras y, poco después, termina el libro.

Tras oír su sentencia, Alicia ha despertado en otro mundo. Ha pasado del país de las maravillas a un país siguiente, en el que las cartas ya no son cartas, sino que son hojas muertas. Ese país siguiente es su antiguo país, el anterior al de las maravillas; el de la vida cotidiana, de donde ella no ha salido a pesar de haber estado en otra parte. Sin embargo, el mundo del regreso no es el mismo mundo de antes, pues en él se ha revelado ahora que las hojas que caen de los árboles son también cartas de una baraja que existe en otro lado. Alicia ha despertado en un tercer mundo.

El país al que Alicia pasa (en el que despierta) contiene el país anterior y lo explica. La manera como el país siguiente —La nueva vigilia— significa el anterior —el sueño— es a través de la metáfora (donde se dice “hojas” se dice “cartas”). Además de vincular los dos mundos y servir de vehículo para ir de uno a otro, la metáfora constituye un objeto nuevo, una obra de arte.

*

La primera cosa que Alicia puede observar a su regreso —o la primera cosa que podemos observar los lectores al regreso de Alicia— desmiente la última observación que ella ha hecho en el otro mundo antes de regresar. “Ustedes no son más que un mazo de cartas”, ha dicho, y al despertar resulta que ha dicho una falsedad. Sus atacantes no eran solo cartas: además de ser una corte capaz de matarla, y de ser una baraja incapaz de hacerlo, había una tercera posibilidad: sus atacantes eran hojas de árboles —y no eran atacantes—.

Quizás no sea posible permanecer en un mundo en el que se ha llegado a decir: “Tú eres tal cosa”. El juicio de identidad marca el fin del mundo en el que se juzga y da paso a un mundo nuevo en el que la identidad observada se muestra como provisional y como una de varias posibles (“Tú eres tal cosa y tal otra cosa”). ¿Pero es suficiente emitir un juicio de identidad para pasar a otro mundo —librándose del otro juicio, del que se es reo— , o es necesario sufrir un ataque tras la enunciación —como el que Alicia sufre por parte de las cartas decapitadoras— para despertar en otro mundo? ¿El sujeto debe tratar de defenderse? ¿Debe advertir un sinsentido en la promulgación de la sentencia y notar la inanidad de los jueces? Quizás sea necesario dar un pequeño grito como el de Alicia, “medio de miedo, medio de rabia” (124), que señale el desdoblamiento entre la resistencia y el padecimiento, entre el deseo y la aceptación, para que se abra la grieta y suceda el despertar al mundo siguiente.

*

Las hojas de la vigilia, que en el sueño se han convertido en cartas, son hojas muertas que han caído de los árboles. Es después de haber muerto y haberse desprendido de su mundo (el árbol), que la hoja se asemeja a otra cosa y puede pasar a ser esa otra cosa. El cumplimiento de la sentencia —morir— es el despertar, que es el fin de un mundo y el comienzo de otro. Pero ni la cabeza queda cortada, ni el país de las maravillas termina —en tanto que leemos el libro, y en tanto que, en adelante, las hojas caídas serán cartas, es decir, el país de las maravillas habitará en el país de la orilla del río—, y ni siquiera las hojas mueren —pues se transforman en las cartas que no acaban de caer—. El paso de un mundo a otro no implica la aniquilación del mundo anterior, aunque entraña su cierre (no hay nada más que ocurra en el país de las maravillas tras la sentencia; en él se han acabado los sucesos, se ha agotado el tiempo).

*

Digamos que la obra de arte se produce en el instante del despertar, cuando se desdibuja el estar fuera de lugar, cuando se recobra el lugar y se experimenta —y se acepta— el doblez del lugar. En el despertar la imagen recuerda su sueño, explica su composición y muestra que es un objeto hecho de dos mundos y de dos tiempos. No es el país de las maravillas —que es la obra del sueño—, ni es tampoco el país de la vigilia anterior al sueño del país de las maravillas —que es la realidad material—, sino el país en el que se despierta después de la aventura: es Alicia en el país de las maravillas, el libro, que es la evidencia del fin del mundo y del resurgimiento en un mundo nuevo. Representa el contorno y el término del país de las maravillas y del país de la materialidad, y muestra por tanto que también él mismo puede ser contenido por otro país, o acabado por un despertar ulterior, o contado en un libro mayor, que a su vez puede estar contenido en otro, y así sucesivamente.

La obra de arte es el mecanismo de enmarcación. En la medida en que sella mundos, en que muestra la finitud y la limitación de los mundos, trasciende los mundos y da la noticia de que el número de estos es infinito. En la medida en que dice, hace y es el fin del mundo, la obra de arte salva el mundo.

*

La sentencia no puede cumplirse en el país en el que se promulga (no solo efectivamente las cartas no decapitan a Alicia, pues ella desaparece del país en el que es juzgada y aparece en otro, sino que unas cartas no pueden cortar una cabeza); entonces abre otro mundo para poder cumplirse, y, al cumplirse en él, se cumple también en otro sujeto. En el país donde Alicia despierta, los árboles han perdido sus hojas, o algunas de sus hojas: además de ser metáfora de las cartas, las hojas son también metáfora de la cabeza que Alicia habría perdido (son al mismo tiempo el arma que habría cortado y lo cortado). En el despertar que sigue al sueño del juicio de identidad se hace evidente la multiplicidad de la identidad: si las cartas no son solo cartas, sino que también son hojas, entonces también pueden ser cabezas y ser una cantidad infinita de otras cosas.

Los árboles que pierden sus hojas sin morir son una metáfora de Alicia, que ha sido condenada a perder la cabeza y no ha muerto. La metáfora por la cual se ha transitado de un mundo a otro es una operación solidaria. Cuando Alicia pasa al mundo siguiente, la sentencia puede cumplirse en los árboles, sin violencia y en virtud de una ley (la de gravedad) que Alicia puede aceptar y entender. En adelante, Alicia sobrevivirá en el tercer mundo —aquel en el que la sentencia se cumple por obra de arte— viviendo en los árboles que han tomado su lugar; transformada en aquellos que se han transformado solidariamente en ella.

La salvación—el despertar—, además de haber sido posible por la metáfora de los árboles, ha sucedido gracias al el gesto piadoso de la hermana de Alicia, que ha barrido las hojas del rostro de su hermana. La cabeza de Alicia, en peligro de caer, ha estado durante el sueño —durante el juicio— literalmente sostenida por el cuerpo de su semejante.

Consideraciones

La obra de arte es la alternativa al juicio.
La obra de arte es el indulto a través del paso a otro mundo.
La obra de arte procede de la observación de la semejanza.
La obra de arte es la manifestación de la piedad.
La obra de arte recobra el mundo anterior al juicio y los juicios.
La obra de arte es el mundo reconciliado.

II

El juicio del rey de los mundos

Hay otro juicio que, como el del país de las maravillas, clausura un mundo. Sin embargo, de él el reo no puede escabullirse acusando su sinsentido como hace Alicia, pues el juicio tiene sentido y da sentido a cuanto le precede. El reo no puede librarse emitiendo un juicio de identidad que resulta limitado, ni desafiando la prohibición de hablar, ni lanzando un grito. Sabe por qué está siendo juzgado. A diferencia de lo que sucede en el país de las maravillas, no hay al otro lado una obra de arte en la que se cumpla la sentencia, que se cumple en el propio cuerpo. No hay otro lado. El día del Juicio viene “como cuando uno (…) / al entrar en casa, / apoya una mano en la pared / y le muerde una culebra…” (Amós 5: 19) (2).

Jesús separa a unos de otros. Pone a los justos a su derecha y los invita a recibir “la herencia del Reino preparado (para ellos) desde la creación del mundo” (Mateo 25: 32-46). Les da el mundo de la salvación, que es el mundo real (que es el mundo siguiente y es, como aquel al que despierta Alicia, el mundo de antes, el que ha estado desde siempre y está durante el otro mundo), y explica que lo hace porque ellos le dieron de comer cuando estuvo hambriento, le dieron de beber cuando estuvo sediento, lo acogieron cuando fue forastero, lo vistieron cuando estuvo desnudo, lo visitaron cuando estuvo enfermo y acudieron a Él cuando estuvo en la cárcel. Ellos le preguntan cuándo hicieron eso (como si lo hubieran hecho en un sueño, como si lo hubieran hecho en un mundo cuyo recuerdo han perdido), y entonces les dice: “Os aseguro que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. (Mateo 25:40). La sentencia no se cumple metafóricamente como en Alicia en el país de las maravillas, sino literal y eternamente. En cambio, la obra que se juzga es hecha con alguien que está en lugar del otro; con un sujeto que es una metáfora del Rey.

*

¿Es la obra de arte una obra de misericordia?

¿Podrá juzgarse que el artista, con su obra, habrá dado de comer al hambriento, dado de beber al sediento, vestido al desnudo, acogido al forastero, visitado al enfermo y acudido donde el preso? Es decir, ¿pueden las obras de arte ser consideradas metafóricamente en el Juicio Final? ¿Puede decirse que el artista hace obras de misericordia aunque no las haga literalmente? Aunque no evite que el sujeto sea juzgado, como evita que Alicia lo sea en el país de las maravillas, ¿la metáfora también puede salvarlo en el Juicio Final?

Si la obra de arte es un mundo en el que se puede entrar, ¿será justo decir que el artista ha dado un mundo al que estaba perdido, al que juzgaba y era juzgado? ¿Entonces se verá al artista como el árbol que da fruto, y no se le arrojará al fuego, como el árbol que no lo da (Mateo 7:19)? ¿Será el artista juzgado como quien cumple la ley, ya que vive por la ley de la metáfora, y esta y la de la misericordia parecen proceder de un mismo principio, el de reconciliar mundos y poner una cosa en lugar de otra semejante?

*

En el poema “El problema de los Talleres” de Kipling, el diablo le dice a Adán, que acaba de hacer un dibujo en el suelo: “Es bonito, ¿pero es arte?”, y luego les hace la misma pregunta a todos los sucesores de Adán que hacen cosas. Quizás también hay un ángel que nos dice, a Adán y a sus hijos, cada vez que terminamos uno de nuestros dibujos —cada vez que hacemos una de nuestras metáforas—: “Es arte, ¿pero es una obra?”.

Notas:

(1) Carroll, Lewis. Alice’s Adventures in Wonderland. En The Annotated Alice. New York and London: W.W. Norton & Co., 2000. P. 124.
(2) Todas las citas de la Biblia corresponden a la traducción de la Biblia de Jerusalén. Bilbao: Desclée de Brower, 2009

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