Edición 24: Cabeza de tierra

Tiziano Cruz

Tiempo de lectura: 4 minutos

A
A

28.11.2022

Hay una guerra desatada sobre nuestros cuerpos

Si la guerra es un oficio, ¿quiénes serán los afortunados soldados que acabarán con nuestros cuerpos?

Afortunados serán porque tendrán en sus manos sangre ancestral y de bastardes, porque nosotres, o al menos yo no soy mestizo, soy bastardo, porque la mezcla no fue horizontal, sino obligada, sometida y clandestina.

Quiero dejar en claro que para mí la escritura y el pensamiento son propios de la clase media alta, por tanto asumo el privilegio de poder estar escribiendo estas líneas,

porque de donde vengo el pensamiento sólo sirve en la medida que sea una herramienta para la subsistencia del día a día.

Permítaseme la generalización en esta afirmación que sólo tiene el fin de clarificar una de las tantas realidades que afronta mi región, en donde se nace, se aprende a hablar una lengua incrustada, con suerte se va a la escuela, con más suerte se aprende a leer y a escribir, luego se encuentra un compañero o compañera de vida, se tiene un hijo, una hija, casi como conquista de lo propio, se entrega el cuerpo como mano de obra barata, y se prepara para, finalmente, desaparecer, y el pensamiento sólo sirve o funciona en la medida que pueda ayudar a sostener y/o soportar esa estructura, y no así para escribir o generar un pensamiento para un libro o una revista.

Por eso mi escritura siempre está en un desesperado intento, no sólo por terminar el duelo de mi hermana muerta, sino también, como si creyera posible, una reconciliación con el mundo.

Salí de mi casa de la infancia huyendo de la pobreza y de la violencia, y aunque muches quisieran que esta afirmación sea una metáfora, siempre resalto que no existe alguna. Nací y crecí en un pueblo llamado San Francisco ubicado en el Departamento Valle Grande, Jujuy; una provincia al norte de Argentina, limítrofe con Chile y Bolivia, por aquellas tierras por las cuales corría de niño anteceden nueve comunidades aborígenes. Ahí la pobreza, la violencia, la pena, las pérdidas, y la injusticia social, económica y cultural, son reales; creo también que esta cruel realidad no sólo está en mis tierras, las cuales ya no son mías, sino también en diferentes pueblos a la periferia de cualquier ciudad capitalina.

Voy a hablarles sobre mí, porque quizás a nadie le interese hacerlo; mi vida, que es lo que más creo conocer, la misma ahora se exhibe como mercancía en las góndolas del mercado del arte contemporáneo, tanto en Argentina como en Europa, me he puesto al servicio del statu quo que se mantiene incólume, mi vida podrida y hedionda intentará enfermar aquellos cuerpos que me devoran para saciar el hambre en los banquetes del arte. Me ha tocado biológicamente un cuerpo, y me hago cargo de ello, no reniego, me asumo como el viejo mundo, el cual ha sido negado por la historia de la humanidad, y en un mercado del arte que todo lo devora mi cuerpo es como aquellas ofrendas que solía hacer con mi madre de pequeño con agua y harina de maíz.

Actualmente, me encuentro trabajando en una trilogía de obras familiares, una investigación sobre el rol del padre, la madre y les hermanes dentro de una estructura familiar. Indudablemente hice este proyecto para no morir, una vez más no hay metáfora. Mi única hermana, Betiana Cruz, ha sido víctima de la negligencia médica y social que existe en mi país, donde la dejaron morir a sus 18 años, por ser pobre, por tener rasgos aborígenes y por estar embarazada a tan corta edad. Un cuerpo como el de mi padre, mi madre, mis hermanes y el mío siempre ha estado en peligro, hemos nacido con puñales de hierro en nuestro corazón; tanta es la sangre que estoy completamente seguro que podría teñir los mares, porque la sangre es siempre más espesa que el agua.

Nuestros cuerpos sobreviven a una sociedad que anhela ser blanca,

y pareciera que contra el deseo de una desaparición física o simbólica no hay nada por hacer, pero nos ponemos de pie, por aquelles que hoy, lamentablemente, ya no están, y decidimos (decido) cuestionar y aceptar que hemos sido colonizades por las narrativas de un teatro eurocéntrico-aristotélico, que se ha incrustado en nuestra geografía, han estructurado nuestras cosmogonías, nos han hecho inmóviles y sin oportunidad de cambio, como una pieza de museo. Lo biográfico en mi práctica artística toma las luchas de esos pueblos que caminan la senda de la autoafirmación identitaria, el autoconocimiento, el posicionamiento político, porque quizás sólo así se pueda plantear una escena cuyo fin no sea únicamente ser una obra de arte en sí misma, sino que pueda contribuir a generar los escenarios de discusión sobre una exclusión social, sobre una sociedad racista, homofóbica y aporofóbica.

Este cuerpo ya cansado de que hablen de nosotres, cansades de que el centro diga y nos diga siempre cómo pensamos, sentimos y deseamos;

tomamos lo único que tenemos, nuestro cuerpo, y con nuestres hermanes e hijes construiremos un ejército, no para ejecutar, dejamos atrás la idea de que el exterminio del cuerpo de le otre es la salida, venimos acá deseantes de un mundo mejor, y que quede claro, en nuestras vida, donde no vivimos sino que sobrevivimos, la metáfora no existe. Estos cuerpos cansados no vendrán a reclamarles nada, sino a desear recomponer un mundo dañado por la violencia descomunal sobre cuerpos racializados. En esta lucha nuestra armadura estará bordada con lentejuelas desprendidas del mismo cielo.

Comentarios

No hay comentarios disponibles.

filtrar por

Categoría

Zona geográfica

fecha