07.06.2021

El trauma es digestivo

A través de un llamado a reconocernos en un espacio no-binario a partir de nuestro ano en movimiento, la artista Jenny Granado, a.k.a. Maldita Geni Thalia, interpela la negación actual del fin de un mundo para profundizar sobre el impulso vital que yace en el cuidado recíproco y la auto-defensa.

 

ABRÁZAME QUE EL TIEMPO PASA Y ESE NO SE DETIENE
— Juan Gabriel, Abrázame muy fuerte

Are you really gonna stand there staring at me?
— Abra, Fruit

Podcast Instinto Perreo para acompañar la lectura y dejar sonando luego que termine.

PRELUDIO
Alguna vez escuché a una lideresa indígena crenaque describir una metáfora del tiempo presente. Ésta hace referencia a los actuales tiempos apocalípticos, así como a la falta de capacidad de los gobiernos para cuidar y respetar la soberanía de las pluralidades de pueblos indígenas de Abya Yala, haciendo énfasis en el abandono de proyectos que salvaguarden los pueblos originarios que ven por la cuenca amazónica. Esa imagen habla no sólo del mundo en el que estamos inmerses, sino que está en coalición con otros: también habla de mí, de ti, y todes nosotres; se trata de la imagen de una canoa en la cual estamos montades. Estamos en ella y ya no podemos saltar, está sobre el planeta Tierra y se está hundiendo.
En 2014, empecé a sentir una fuerte fiebre que sigue oscilando hasta el día de hoy. Esa fiebre me hizo migrar de Brasil a México, a ver si la cosa mejoraba un poco, aunque nunca fue así. Hace dos años y medio me di cuenta que toda la Tierra tiene temperatura, por eso ya no importa a dónde me mueva… En un momento u otro, se va a prender fuego en todas las esquinas. Así que no dejo de sudar, mientras mi boca está cada vez más seca.

Abro Twitt*r y sudo, Instagr*m y F*cebook, sudo, y así con cada red social, las noticias o los convertidores online de divisas. Me siento quebrada. Me preocupa mi familia, mi salud, mi economía, mi vida afectiva y sexual. La única manera que he encontrado para atravesar esa angustia es respirar profundo y estar en el presente. Si pienso demasiado me hundo antes que la canoa.

 

Según Robert Farris Thompson, la palabra funk, cuyo origen semántico es «lu-fuki» en la lengua kikongo, significa, a partir de la traducción hecha desde el inglés, mal olor corporal, el cual resulta del ejercicio de vitalidad. El músico e investigador afrobrasileiro, Tiganá Santana, comenta que en la cosmología bantú-kongó, los líquidos como la saliva, la sangre o el sudor evocan la posibilidad fluida de experiencia. A partir de ello, respirar el sudor de una persona mayor, de quien ha vivido más, y por ende, sudado más, es en parte recibir una porción de su fuerza, de su experiencia.

¿Acaso estamos respirando el sudor que provoca la fiebre de la Tierra? ¿Será que nuestra visión ya está empañada de tanto sudar?

En las primeras décadas del siglo pasado, el adjetivo de “mal olor” fue utilizado como término peyorativo por la población blanca estadounidense como parte de una narrativa y sus conductas racistas contra la comunidad afrodescendiente. No es casualidad que el movimiento musical Funk —que a su vez tiene herencia del Jazz, del Blues, del Gospel y de las tradiciones africanas— se haya apropiado de dicha injuria como una manera de protestar y preservar el valor de sus raíces, mismas que contienen la posibilidad de fuerza, de reconocimiento y de reconciliación.

¿Qué tanto apesta esta canoa? ¿Si empezamos a aspirar el olor de la Tierra, podremos empezar a desaprender y atravesar juntas esa calentura global que excede nuestros pensamientos colonialmente centralizados en un sistema binario, ficcional y racista? ¿Y si hacemos eso mientras bailamos y activamos todo el seguimiento pélvico con un reggaetón intenso o un baile funk?
Sueño todos los días con una gran amenaza a la ficción colonial: un espacio-tiempo para sudar y sentir colectivamente al ritmo del movimiento cóncavo y convexo de las caderas. Tal vez, sudando y sintiendo podemos elevar los espacios políticos, tal vez podemos transicionar a espacios que también sean emocionales. Sudar con el cuerpo, sudar con la tierra, dejar de pensar.

Estoy cansada de pensar.
Pienso demasiado y no tengo las respuestas correctas,
y también estoy exhausta de que esperen que las dé.
No hay más oráculo que la intuición,
la cual me ha costado golpes.
Escribir sobre algo que va más allá de mi posibilidad de explicación,
me tensiona el nervio vago,
me corta la garganta.
Hablo de esto porque no puedo perder la oportunidad de no quedarme callada.

Tigná Santana hace una pregunta que me parece sumamente poderosa: “¿Qué plataformas son instauradas para que la vida se dé? Al mismo tiempo, ¿qué plataformas son instauradas para la vida que se da?”

Este mundo que llega a su fin es un macho. Un macho que habita dentro de mí, que me frena cuando quiero llorar. Quiero llorar más. ¿Qué masculinización hegemónica compulsoria de los sentimientos fue y es la que educó a mi familia consanguínea y, ella, a mí? Mi herencia. “Sé fuerte, sé una mujer fuerte”.

Ser fuerte cansa, ¿sabes?
También quiero que me cuiden.
Quiero tiempo para descansar, para gozar.

El trauma es también digestivo. Mientras hablo desde el fin de este mundo, voy aprendiendo a digerir algunos sentimientos en el estómago y a cagar sin estreñimiento o diarreas nerviosas. Hacer funcionar mi bio-máquina, hackear un organismo autodestructivo sin perder las tripas en el intento no es fácil. Estoy seca, mi boca está seca, mi piel está seca, mis pensamientos se secan. Lo único que sigue mojado es mi vagina, no es casualidad, aunque eso es un asunto para otra ocasión. Mi cuerpo se está secando de tanto buscar respuestas a los problemas de una sociedad enferma y encerrada en sí misma, una sociedad donde la exclusividad está sobrevalorada y los abrazos restringidos por razones obvias que me causan más ansiedad. Me angustia siempre que tengamos que ser yo y mis amigues transfeministas, cuirs, cimarrones, quienes tenemos que responsabilizarnos de buscar estrategias, tácticas y nuevas formas de organización mientras ustedes siguen sin cuestionarse a sí mismes quiénes son, en dónde están y qué condiciones nos y les llevaron hasta aquí.
¿Quieres respuestas? ¿Desde dónde te paras en esa canoa? ¿En serio te vas a quedar parade ahí, mirándome?¿Qué pronombres usas? ¿Ya te cuestionaste por qué tu sistema económico es cis? ¿Por qué tus cuerpos y pantalones son cis? ¿Por qué ese cis está del lado del progreso, del extractivismo, del racismo, del abuso, de las coorporaciones? ¿Qué tanto de eso de lo que te quejas es el síntoma de la enfermedad que es el cis-tema? Te quejas del daño pero, ¿cómo te cuidas y a quiénes cuidas? ¿Quiénes te validan?

Me enferma que gran parte de mi trabajo artístico existe porque como sociedad estamos dándonos un balazo en el pie. Como individuos, estamos ahogándonos. Mi fiebre aumenta al pensar que necesito construir una estabilidad económica o emocional, al mismo tiempo que no creo en el escalamiento acumulativo ni en un camino seguro. No existe camino seguro sin extractivismo ni acumulación. No creo en la seguridad, creo en la confianza. De la seguridad se encarga la policía y mira cómo funciona. Me enferma que mi feminidad pueda costarme la vida. Me enferma que quieran emblanquecer mi trabajo para que pueda ser asimilado. Pero me hace más daño quedarme callada con miedos que no son míos. Ya no tengo miedo de dar respuestas erradas y quedarme sin trabajo, si ya ni hay trabajo; hace mucho que tengo que inventar un lugar para mí misma. Estoy respirando el sudor, concentrada en mi presente, aprendiendo a elegir mis batallas.

Cómo dice Musa Matiuzzi, increíble artista y amiga: “Ya no puedo hablar con quien no entendió que el mundo ya se acabó”.

No puedo hablar con quienes no entienden de qué fin del mundo hablo. De los sistemas del mundo que se están cayendo de los cuales no necesitamos buscar más su validación, buscar dar respuestas correctas que compacten con un catálogo de preguntas equivocadas y antropocéntricas, hechas desde la promesa del progreso para un futuro que se quedó atrás. Un futuro aséptico, diseñado desde un blanco que ciega. Tal vez el pasado está delante de nosotres una vez más. Tal vez sea un tiempo en que podemos ver con los ojos cerrados.

Ver a través de la oscuridad.
A través de lo empañado.
El pasado ya no lo van a colonizar.
Como diría el extraterrestre Bilú: busquen conocimiento.

INTRODUCIÓN/LUBRICACIÓN

Si todavía vivimos sin reconocernos a nosotres mismes o sin saber de dónde venimos o por cuáles territorios nos movemos, entonces, ¿cómo es posible reconocer a les demás? ¿Respetar la soberanía de los pueblos indígenas? ¿Entender dónde termina el límite de le otre y empieza el mío?

Reconocer. No descubrir. Reconocer.
Toma tu tiempo para calmar tu respiración inhalando profundo por la nariz y exhalando lento por la boca.
Acomoda el sacro.

Desde Desculonización, movimiento, plataforma y práctica de baile, de cuerpo, frecuencias y presencia que inicié en 2015, propongo que creemos consciencia de nuestros propios cuerpos y compartamos entre comunidad aprovechando nuestras singularidades; relaja el ano, una orden invisible del movimiento para la apertura de otras existencias en el presente, así como dibujar posibilidades de hackear ese sistema, hackear nuestro cuerpo y nuestras ideas; si tienes, relaja la vagina; re-situarnos, desaprender, hacer rupturas, encontrar nuestras potencias, reconocer nuestras vulnerabilidades también, llorar, acomoda el sacro, creo que un componente de sabiduría ancestral es compartir, y compartir fluidos entre quienes no pueden vivir sus corporalidades en ese mundo sin correr riesgos es muy potente; gente rara, perras, porque aunque ocupemos esos múltiples paisajes en las jerarquías de poder, no todes corremos los mismos riesgos, inhala, sostén, suelta el ano, exhala, hay que aprender a sensibilizar la escucha ante tantas frecuencias silenciadas.
En el culo residen muchos traumas. Culpas. ¿Qué, quiénes, qué sucesos y desgracias nos trajeron y nos permitieron no sólo ocupar, sino permanecer en estos espacios? ¿Es posible digerir con el culo? Presentificar nuestres cuerpes en este espacio y en el tiempo que pasa mientras me pregunto por qué sigo aquí y cómo.

¿De qué lado pasa el tiempo? ¿Hay algún lado? ¿Es para adelante, para atrás, de abajo para arriba, en transversal, en espiral? ¿Perreándole duro? ¿Cómo el tiempo perrea mi cuerpo?

No estoy hablando de dios, estoy hablando de construcciones históricas, con «s» al final de cada una de ellas. Qué historiaS, sucesoS, tragediaS y sueñoS me permitieron ocupar y permanecer en ese espacio. ¿Cuánto de eso se queda en mis vísceras? Trauma. ¿Y esas historias que me contaron están en algún costado del tiempo? ¿De qué lado estoy? ¿Estoy del lado que me asignaron estar, estoy cis, estoy trans? ¿Cómo se practica un espacio? ¿Cómo se practica un espacio no binario?

¿Cuál es el impulso vital que me mantiene viva? ¿Cuántas de les míes antes de mí han muerto? ¿Y cuántes de mí han muerto para que ese otre yo pudiera vivir?
Me rehúso a definir desculonización. Si acaso, le definen cuerpos. Hay mucho más allá de lo que cabe en conceptos o slogans. Mi trabajo no es definirlo, es moverlo. Me parece importante nombrar aquello que muchas veces nos incomoda nombrar. Sé que el nombramiento genera diferentes experiencias, pero también estoy consciente de que no quiero caer en una taxonomía enyesada o en una armadura que es el lenguaje en un sistema racionalizante y occidental que atrapa mi pensamiento.
Abrázame que el tiempo pasa y ese no se detiene.

Acompañamiento Textual: Aranza Cortés Karam
Corrección de estilo: Fuego Andrea

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