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18.04.2022

Cuando el mundo llegue a su fin nadie se salvará, reconstruiremos nuevos mundos

Una pancarta con la frase “Desierto Herido” producida bajo el contexto convocado por el Laboratorio de Artes Gráficas del Desierto de Atacama (LAGDA 2021) motiva a le investigadore danie valencia sepúlveda a preguntarse sobre la relación entre capital, libertad y salud mental: ¿Y si la vida no es útil?

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Quiero el final de la historia oficial escrita en papeles blancos y como una forma de oponerme a la continuidad de la historia que borra la existencia de nuestros pueblos, voy a romper con sus citas incrustadas en mi cuerpo
—Karkará Tunga[1]

En 1959, dentro de sus textos clínicos, Frantz Fanon hablaba de la patología de la libertad en referencia al propio trastorno mental, en donde la enfermedad sitúa al paciente en un mundo en donde su libertad, su voluntad y sus deseos son violentados por obsesiones, inhibiciones y angustias, de tal forma que el sentimiento de libertad sólo se sostiene y experimenta en oposición a quien oprime, alejándose de la idea de poder construir la misma libertad fuera de los parámetros que el propio médico ha designado.

¿No es la libertad una forma específica de producción de subjetividades y una forma de minar las colectividades aún en nuestro contexto? ¿No es la libertad uno de los paradigmas vehiculares para el capitalismo?

Hay en el aire el murmullo de un mensaje que se nos está intentando hacer llegar, se repite una y otra vez como si de un sigilo se tratase, hay en el aire la imposibilidad de la captura y, sin embargo, en ese mismo aire contaminado, envenenado, dominado y capitalizado por la supremacía blanca se administra la falsa idea de libertad. El mensaje que transita es que se han agotado de leer/escuchar/enfrentarse con términos específicos que se han colocado como una herramienta clave para la búsqueda de vitalidad(es): blanquitud, colonialidad, extractivismo epistémico, racismo, colonialismo, anticolonialidad, REPARACIÓN, restitución, blancura, comunalidad(es), crononorma, justicia social, resistencia, reapropiación, cisgeneridad, transfobia, COLONODESCENDIENTE, herida, trauma, ANCESTRALIDAD, nombres y apellidos.

Escribo este texto a dos manos pero a más de diez voces que han venido resonando con las ideas que ahora comparto aquí, con la finalidad de hacer de la provocación un canal que transmita la infección, encuentre la interlocución, y con ello propicie el quiebre.

¿Qué relación hay entre la reactualización del discurso opositivo entre «derechas» e «izquierdas» coloniales, del fortalecimiento de la violencia en sus formas total y parcial, la censura o “moderación del discurso” en medios, redes sociales de corte aliadas-progresistas en Abya Yala[2] y la expansión del exterminio como proyecto estético? ¿Será que dicha relación es la que permite que el mundo tal como lo conocemos no termine de morir y, por lo contrario, resurjan viejas formas de producción del mundo conocido? Para las profesoras Rizvana Bradley y Denise Ferrerira da Silva,[3] el genocidio es un régimen estético, pues es a partir de lo estético que la base ontológica sobre la que se nos ha dicho que estamos se convierte en experiencia. Es decir, aquello que la profesora Ferreira da Silva nombra como el-mundo-tal-como-lo-conocemos se configura a partir de la experimentación de las violencias totales y simbólicas que el mundo administra, distribuye y difunde. Experiencia cuyo principal fundamento se da a partir de la extracción del valor total de las tierras nativas y del trabajo de personas esclavizadas.
Como parte de la residencia artística ocurrida de octubre a noviembre del 2021, en San Pedro de Atacama, Chile, y convocada por el Laboratorio de Artes Gráficas del Desierto de Atacama (LAGDA), el colectivo Pésimo Servicio,[4] radicado en el mismo territorio, incitó a les participantes de la residencia a caminar por el pueblo con un lienzo enorme entre las manos que ponía con todas sus letras DESIERTO HERIDO, acción que se desprendió del ejercicio el cuerpo del delito, no es desarrollo es saqueo. La suma de acciones artísticas y obras generadas dentro del LAGDA fueron puestas en circulación en el espacio público con un tono de clara denuncia: construimos en el transitar un nuevo sendero que recorrimos con la historia a cuestas, una nueva ruta posible que persevera frente a la muerte […] somos el desierto herido y no estamos dispuestxs a abandonarlo, porque su monumentalidad y verdad nos habita y en ella todxs los bosques, aguas y cuerpxs. Desde ese todo resistimos a la empresa de la muerte.[5] Este mensaje fue sembrado en la tierra saqueada y esparcido en el mismo aire sobre el que, desde temporalidades definidas por el pinochetismo y durante 17 años, se susurraron cualquier tipo de ideas contra toda vitalidad mientras se esparcían huesos, cuerpos y memorias. Estas mismas ideas que son ahora reverberaciones de la muerte matada, del exterminio y el fortalecimiento del neoliberalismo como gestor de los malestares psíquico, económico, social y espiritual bajo esa misma forma de producir mundo. Una configuración específica, anquilosada incluso en el binario político izquierda-derecha determinado por la modernidad.

Esta última formulación (izquierda-derecha) constituye una de las trampas más peligrosas de la epistemología occidental, no sólo por el hecho de determinar los únicos dos campos de acción, sino por la codependencia relacional que se establece en el quehacer social. Dejando de lado el papel fundamental que el entramado colonialismo-capitalístico juega dentro de la construcción de mundo, aun dentro del delirio que sustenta la idea de la democracia como cúspide de la libertad, es que Ailton Krenak nos instiga dentro de su libro La vida no es útil lo siguiente:

“El capitalismo nos quiere vender hasta la idea de que nosotres podemos reproducir la vida, que tú puedes incluso reproducir la naturaleza. Acabemos con todo, después hacemos otro [mundo], acabemos con el agua dulce para después ganar una fortuna desalinizando el mar y si esto no es suficiente para todo el mundo, eliminaremos una gran parte de la población humana para dejar solo a los consumidores en potencia. Una especie de Big Brother gobernando al mundo desde el deseo del capitalismo”.[6]

Así, los modelos civilizatorios que se han germinado desde la lógica izquierda-derecha encuentran su pase libre en el campo de la imaginación y la materialidad. ¿Qué mecanismos le han permitido a la izquierda amestizante[7] legitimarse como proyecto de mundo? ¿A qué estrategias desestabilizadoras podemos apelar cuando es el Estado el que se sostiene como administrador del saqueo, el despojo y la violencia?

¿De qué manera podemos llegar a provocar la indigestión del propio CIStema/régimen del inconsciente colonial-capitalístico-racializante?[8] Ese mismo CIStema que controla la producción de sentido y, por lo tanto, de los imaginarios.

“Para muchas personas en la epistemología occidental la idea de otros mundos cobra sentido sólo a partir de un otro mundo capitalista remendado: agarras este mundo, lo llevas al taller, le cambias el chasis, el parabrisas, arreglas los ejes y lo echas a rodar una vez más. Un mundo viejo y nefasto disfrazado de nuevo. Definitivamente yo no estoy de acuerdo en contribuir para pagar esa cuenta: para mí nada de esto vale el remendo […] es una distopía: en lugar de imaginar mundos, los estamos consumiendo. Después de terminar de comernos la Tierra, vamos por la Luna, Marte y los otros planetas”.[9]
El desierto como cuerpo herido es la promesa de la recolonización del mundo-tal-como-lo-conocemos, una denuncia al saqueo, una invitación al desmantelamiento de toda violencia, despojo y muerte matada, aquella que permite que el capitalismo se fortalezca a partir de la administración de la muerte y la desaparición de los cuerpos, cientos de miles de cuerpos con los que ideológicamente se sostiene la idea de la linealidad del tiempo —porque la crononorma es también un mecanismo de gobierno del propio CIStema—, porque las nociones de pasado, presente y futuro son las que controlan no apenas las narrativas de mundo y los días productivos dentro del capital, sino además la ansiedad por goteo, la formación de una economía de la mal llamada salud-mental, una economía de la libertad en contextos donde el derrame de petróleo es más escandaloso que el derrame de sangre de poblaciones originarias y vidas residuales.

El desierto como cuerpo herido, el desierto como cuerpo saqueado, el desierto como cuerpo desmembrado, el desierto como cuerpo fantasma, el desierto vaciado y colocado como principio ontológico donde la blanquitud y la colonialidad-capitalística construyen sus cimientos.

El desierto como bomba de tiempo, el desierto como cuerpo bomba-de-tiempo y el cuerpo como mina explotada, revendida, agotada y desechada.

Apuesto a que la ocupación del paisaje es una estrategia para acercarnos a la indigestión, una herramienta de aproximación al desmantelamiento de imaginarios que sostienen la credibilidad en el CIStema, mismos que se han apegado a los discursos de La Nación y ahora siguen apoyando el delirio de la libertad y su captura. Ocupar el paisaje es también disputar la memoria y su tutela Estatal, memoria que se construye también a través de la visualidad, una disputa que nos encamina hacia la resistencia visual —así, todo se trata de aproximaciones, de construcciones procesuales, donde el error y el fracaso hacen el papel de catalizadores para no volver a soltar la posibilidad de reconstruir mundos que aún no conocemos—; parafraseando al artista, curador y escritor Macuxi, Jaider Esbell, a partir de una entrevista sobre su trabajo: cuando el mundo se acabe nadie va a salvarse, reconstruiremos los mundos que se nos ha negado sostener, mundos que habrán de ir mucho más allá de la visualidad, partiendo de la misma y permitiéndonos ser afectados por las distintas capas que la componen. Se trata de un cartel, una serigrafía, un collage, un videoensayo en lenguas virales, pero también se trata de un paquete de elementos que enmarcan y acentúan la crisis para sostener la disputa del mundo, de recolocar nuestras vidas por sobre todas las cosas, porque de aquí ninguna certeza habremos de obtener.

Veo en la propuesta de asumir la reescritura, el desaber y el desentendimiento como maneras que nos permiten sostener la disputa de la vitalidad en sus diversas formas, una posibilidad contra la propia lógica en la que se estructura el conocimiento, el saber, y sus discursos capitalizables. La recuperación del cuerpo-territorio desde la provocación de reparar el valor total extraído de nuestros territorios, desencajar las palabras que fueron sembradas para dirigir el monocultivo de eso que insistimos en nombrar el-mundo-tal-como-lo-conocemos.

Porque el individuo no se curará en el diván o por la subvención de la fábrica de fármacos, la cura es colectiva y se encuentra dentro de la estructura y su posible desmantelamiento, porque para acabar con la plaga es necesario dejar de sostener el monocultivo, asumir la individualidad como una ficción política más a diluir, reforestar nuestros imaginarios,

permitiendo que sea la articulación en lo invisible lo que nos lleve no hacia la libertad y sí hacia la ruptura del delirio que esto nos provoca.

Libre elección, libre discurso, libre política, libre mercado. Como la psicóloga, activista, e investigadora anticolonial guaraní, Geni Núñez ha dicho en varias ocasiones¹¹ y ahora la parafraseo aquí: no existe libertad en un mundo donde las opciones no son posibles sino a través de la coerción, mucho menos en donde las opciones son falsas variaciones de aquello que además ha sido devorado y digerido por el sistema para ser presentado en forma de producto, tal como los afectos, los vínculos, las experiencias, los saberes, los haceres y cualquier otro tipo de formas en que la vitalidad se hace presente.
Habría que seguir pensando en la relación que existe entre la libertad como condición del individuo, la salud mental del mismo y su condición como sujeto activo en la distribución de las violencias, tanto en su forma total como parcial, esto para desarraigar la idea del sufrimiento individual a la vez que nos permitimos escapar del cautiverio que la idea izquierda-derecha nos propone como jaula y horizonte político. Todo esto mientras asumimos que el fascismo no terminará en las urnas, porque en un mundo donde las diferencias son diluidas se sostiene la integración a partir de la capacidad que se tenga de asumir la muerte y el exterminio como forma legítima de producción de mundo.

En memoria de Jaider Sbell y contra toda forma de violencia sobre nuestros cuerpos y experiencias bajo este mundo[11]

Notas

  1. Karkará Tunga es artista, escritore, curadore y cineasta indígena de la Serra dos Caboclos, Pernambuco, Brasil. Su texto Arte-Vida, Arte-Muerte será en breve publicado en español por lo que agradezco a le autore por la cariñosa y previa compartición.

  2. Como decisión política intento no usar términos como América Latina o Latinoamérica, términos que han servido históricamente para la expansión y triunfo de la colonialidad en dichos territorios.

  3. Rizvana Bradley & Denise Ferrerira da Silva, “Four Theses on Aesthetics”, en e-flux Journal. Número 120, septiembre 2021. Disponible en: https://www.e-flux.com/journal/120/416146/four-theses-on-aesthetics/.

  4. Agradezco profundamente al colectivo Pésimo Servicio y a les involucrades en el LAGDA por la accesible colaboración en la elaboración de este texto.

  5. Extracto del acta presentada ante la audiencia pública de la comisión de conocimientos por parte del Laboratorio de Artes Gráficas del Desierto de Atacama.

  6. Krenak, Ailton. A vida nao è útil. Companhia das letras, 2020.

  7. Me arriesgo a elaborar esta idea a partir de las contribuciones del profesor Fabian Villegas y la investigadora, lingüista e intelectual ayuujk Yásnaya Elena Gil Aguilar. Para Villegas, lo mestizo (en nuestros territorios) es y ha sido, además, una metáfora de sofistificación, de desarrollo y de modernidad que se activa a partir de las políticas de blanqueamiento, como construcción de ciudadanía y modelo de subjetividad, traduciéndose en las formas de ordenamiento territorial, políticas culturales, políticas lingüísticas, formas de estratificación racial e incluso las políticas del afecto y los regímenes del deseo (sic); mientras que para la también activista Gil Aguilar, el mestizaje no es otra cosa más que la desindigenización de las poblaciones en aras del sostenimiento ideológico y material del propio Estado-Nación. A través de estas dos colocaciones es que propongo entender a las izquierdas que pisan Abya Yala desde la lógica del amestizamiento.

  8. Suely Rolnik, 2015. Una conversación con Suely Rolnik / Entrevistada por Aurora Fernández Polanco y Antonio Pradel. Re-visiones (#5, Madrid).

  9. Ailton Krenak, 2020

  10. Gení Núñez, intervención dentro del Laboratorio la raza cósmica, tecnologías de la blanquitud y archivos raciales dentro de la colonialidad, 2021, archivo privado del Círculo Permanente de Estudios Independientes.

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