03.11.2020

60 años de migración y 17.790 kilómetros de distancia

Les artistas Daniel Lie y Juliana Dos Santos conversan acerca de la búsqueda ancestral que realiza Daniel en Indonesia, país de proveniencia de sus abuelos artistas migrantes en el Brasil de los sesentas, para reflexionar sobre la relación Sur-Sur entre ambas latitudes a partir del movimiento diaspórico que las relaciona.

Juliana dos Santos: Nuestra primera conexión artística vino de nuestras abuelas. Tenías un trabajo en honor a la abuela Lindi y yo a la abuela Dita. En ese momento, este deseo de comprender quiénes eran tus ancestros latía en ti. Para mí este deseo se manifestó a partir de una premisa existencial: ¿de dónde venimos y hacia dónde vamos con lo que somos? Recuerdo que un día nos sentamos imaginando el mundo a partir de nuestras historias, con un deseo incesante de captar nuestros posibles orígenes, yo afro-diaspórica y tú asiático-diaspórique. Dibujamos una triple A (América, Asia, África) en un mapa imaginario como intento de rastrear nuestro árbol genealógico. Fue como remar sobre el mar embravecido de nuestras microhistorias. Una tarea confusa y nebulosa. En mi caso, dicha microhistoria se revelaba imposible debido a los procesos de borrado de la historia Negra en Brasil, y en el tuyo, en ese momento se reveló como una posibilidad lejana, por la distancia con tus familiares en Indonesia. Recuerdo oírte tratando de averiguar por qué tus abuelos decidieron venir a Brasil. Ser testigo durante los últimos años de la gran saga que ha sido este movimiento para comprender la llegada de tus antepasados, ha sido una oportunidad para presenciar los desafíos de esta búsqueda de la ancestralidad. Desde entonces, me has presentado otro Sur, nunca antes pensado por mí. Lo que me había llegado de información sobre Indonesia hasta entonces no era nada diferente de los itinerarios de viaje clasificados como «exóticos» por las revistas y los programas de turismo «étnico» a través de una perspectiva estereotipada.

Comenzaste tu llegada a Yogyakarta bailando. ¿Cómo fue esa elección de sumergirte en este contexto utilizando un lenguaje que no sea visual?

Daniel Lie: Tuve que pensar en estrategias para recuperar mi raíz indonesa, desnutrida debido a los 60 años de migración y a 17,790 kilómetros de distancia. En Brasil, no había diáspora con un número significativo de personas con las que pudiera intercambiar recuerdos, como sucedió con los grupos coreanos, japoneses y chinos. Mi migración es del sudeste asiático, la cual difiere radicalmente de la experiencia de estas otras diásporas del continente asiático en Brasil.

Fue aquí que entendí que necesitaba partir del cuerpo y no de lo verbal como forma de acceder hábilmente a lugares profundos de esta subjetividad.

¿Cómo activo la memoria ancestral presente en mi ascendencia? Mientras estudiaba bahasa indonesio, el idioma principal que se usa en todo el país, tuve que acceder a la potencia de un silencio específico. Para eso, los procesos enfocados en la palabra también necesitaban un regateo que potencializó mi percepción del espacio. Vivir aquí ha sido un proceso de renacimiento, tuve que aprender a hablar (el idioma), transportarme (aprendí a conducir una motocicleta) y relacionarme (nuevos códigos sociales) para desarrollar otra forma de acceder a mi cuerpo.

La danza fue un estudio puntual que ya terminó. Durante siete meses, estudié la danza de tres etnias de Indonesia mediante el proceso de mimesis: observando cuidadosamente repetía los movimientos. Las coreografías aprendidas contienen una secuencia enorme de movimientos con mucha simbología, cuyo significado no pude acceder del todo, pero sé que son bailes seculares que funcionan como una forma de comunicación. Este proceso fue fundamental: ahora tengo una sensación más fuerte de hogar en Yogyakarta de lo que sentía en São Paulo. Me he conectado con este otro Sur a través del cuerpo, expandiendo percepciones y tiempo.

JS: Desde un punto de vista histórico, ¿qué tan cerca está Indonesia de Brasil? ¿Has identificado puntos en común?

DL: Mi madre nació en el estado de Pernambuco, Brasil, y mi padre en la isla de Java, Indonesia. Ambos tienen una latitud en común. También comparten una historia relacionada a la invasión colonial holandesa, en el siglo XVII ambas regiones fueron utilizadas en beneficio de dicho estado. Este punto también es muy interesante ya que ambas regiones convergen: los trópicos son invadidos y dominados por el Norte. La diferencia crucial fue la gestión. En el caso de Brasil, la máquina colonial era pública, las ganancias y gastos eran del Imperio Portugués. En Indonesia, misma que fue parte de la Compañía Holandesa de las Islas Orientales hasta 1945, la máquina colonial era privada; si alguna iniciativa colonial quebraba, el daño era para la empresa privada, no para el Estado. Otro punto en común es que en 1965, en ambas latitudes, EE.UU. se infiltró a través de la CIA debido al conflicto entre Comunismo vs. Capitalismo y se establecieron regímenes dictatoriales militares. Como consecuencia de esto, en ese mismo año, la persecución de comunistas y pueblos de etnia china resultó en un genocidio de más de 1 millón 500 mil personas. Entiendo este movimiento como una actualización colonial que llamamos imperialismo estadounidense.[1] Un factor común entre estos sures es el trauma colonial.

JS: Lo que relatas me remite a pensar cómo los impactos de los procesos de colonización dejaron herencias perversas en nuestras estructuras sociales forjadas por siglos de opresión. En el caso de Brasil y las Américas, por ejemplo, el exterminio de poblaciones nativas y posteriormente la trata de personas del continente africano, para la implementación de la esclavitud, actualizadas hoy por la estructura de poder. Ejemplo de ello es el genocidio de pueblos indígenas y la población Negra. De esta manera, pienso que aún vivimos una lógica de un Sur Global que sigue los paradigmas del Norte Global. ¿Cómo percibe estos temas desde ese otro Sur?

DL: Siempre tuve que tener cuidado de no mirar los procesos aquí con la misma perspectiva con la que observo Brasil, sin embargo, es imposible no construir paralelismos. La violencia que ambos países causan a los pueblos y etnias que protegen los bosques es muy cruel. Hoy también veo estructuras internas de neocolonización operando tanto en Brasil como en Indonesia a través de un proceso acelerado de consumismo y capitalismo. La destrucción del bosque para abrir plantaciones en Brasil es para la industria de la soja, en Indonesia es para el aceite de palma. Reconozco que hay puntos en común, pero son incomparables. No podemos generalizar el Sur Global, ya que hay especificidades y complejidades.

JS: Llegaste ahí por la necesidad de entender tu ancestralidad. ¿Cómo ha sido tu identificación?

DL: Al buscar historias de mis antepasados, miré mi propia narrativa y los procesos de comprensión de este viaje para llegar a la escala existencial.

Después de mi participación en la Bienal de Yogyakarta en 2017, que también fue la primera vez que vine a Indonesia, sentí varias conexiones que estaban al alcance de una memoria corporal. Para comprender mejor la complejidad del contexto necesitaba más tiempo. Al venir aquí, muchos misterios con respecto a mi familia migrante comenzaron a revelarse y desarrollarse, como lo fue saber que mis abuelos crearon uno de los cómics más famosos de Indonesia, Wiro Anak Rimba Indonesia (se cuenta que era uno de los cómics leídos por el ex-presidente estadounidense Barack Obama durante su adolescencia aquí), y hasta ese primer viaje, nuestra familia no tenía idea de esa dimensión. También sentí que era tiempo de reconocerme en relación a aquello de lo que también soy fruto, pero tenía pocos recursos para acceder a información o experiencias en Brasil, debido a nuestro aislamiento étnico.

Este año, 2020, junto a la curadora Adelina Luft y el Cemeti Institute for Arts and Society, hicimos el proyecto Toko Buku Liong, homónimo de la librería y editorial que tenían mis abuelos en la década de 1950. A través de esta mirada microscópica en mi biografía pude conocer las complejas dimensiones de la política y la identidad de la región.

Todavía queda un gran misterio tras vivir más de un año aquí y desarrollar un proyecto súper detallado sobre la migración de mi familia y organizar nuestro archivo emocional: ¿Por qué diablos migrar a Brasil? Según mis abuelos, el motivo fue por el futuro de sus hijos. Interpreto que esta respuesta está relacionada con la necesidad de supervivencia, pero no queda claro porqué lo hicieron hacia un país en donde no había una comunidad indonesa.

Desde mi experiencia, tras ir a Indonesia por primera vez en 2017, y a mi regreso en 2019, encontré los recursos para comprender la subjetividad y forma de ser brasileña, quizás incluso occidental, desde otra perspectiva. De cierta forma, se confirmó dolorosamente una dimensión extraña, extranjera, a pesar de haber nacido en Brasil. Misma que me permitió reconocer que mi comprensión de ciertas cosas era distinta. Por ejemplo, una de las diferencias evidentes que siento es que el silencio aquí en Indonesia no es lo opuesto al ruido. El silencio tiene materia y es también comunicación, algo que la verborrea de muchos lugares del continente americano no puede manejar.

¿Cómo tener otro punto de referencia en la vida además de la norma del Norte global, occidental y eurocéntrico, factor que está profundamente arraigado en el sureste brasileño, y me atrevo a decir, en todo Brasil e incluso en toda Latinoamérica?

Hoy entiendo mi capacidad de movimiento diaspórico para buscar mi cultura ancestral. Cuando mi familia migró a Brasil, pasó por un proceso de empobrecimiento: financiero, afectivo y cultural. No había comunidades que tuvieran su misma experiencia cultural, por lo que tenían que aculturarse con urgencia para sobrevivir: aprendiendo el idioma, la costumbres y muchas veces auto-borrándose. Este proceso fue profundamente traumático. Vine aquí para tratar esos traumas que cargué.

JS: Al conocer los cómics de tus abuelos sentí que abriste un portal del tiempo. Era como si fuera posible para ti adentrarte en las historias y reconectar con ellas desde este legado que es el personaje de Wiro. ¿Qué pasó ante ello?

DL: Wiro llegó a mi vida en dosis homeopáticas. Además de comprender el legado de mis abuelos, Ong King Nio y Lie Djoen Liem. Desde pequeña me fascinaban los cómics y fue en mi adolescencia cuando mi padre me reveló que mis abuelos producían este tipo de obras gráficas en su ciudad natal, Semarang. Esto ya era impresionante, pero no tenía idea de la escala de lo que hacían. Pensé que era algo muy independiente y pequeño. A los 29 años, al final de mi primer viaje a Indonesia, a través de un artículo en una revista sobre la dimensión de este cómic en la sociedad de Indonesia, me di cuenta de su magnitud. Ni siquiera mi padre, ni tías ni tíos lo sabían. Al regresar a la isla, esta vez para quedarme, pude encontrar una copia de la obra completa. Entendí entonces que había una influencia directa de Occidente, porque la narrativa es similar a la de Tarzán y Mowgli el niño de la selva, pero adaptada a la Indonesia de los años cincuentas. Fue un shock, la mayor parte de la obra está compuesta por conflictos, luchas, muertes que leo como actitudes patriarcales e imperialistas. En el volumen 4 del proyecto Toko Buku Liong, desarrollamos profundamente estos temas. Los cómics en ese entonces eran tan influyentes como las redes sociales en la actualidad. Wiro pudo haber sido utilizado como un aparato ideológico de las cuestiones de poder de la época para dar forma a la subjetividad de la nueva nación que era Indonesia recién independizada de Holanda. En el proceso de creación de la identidad de esta nueva nación, se produjo el proceso de exclusión de los descendientes chinos, nuestro caso. Es irónico pensar que el trabajo que hicieron mis ancestros ​​también reprodujo la ideología que los excluyó. El cómic se reeditó dos veces en distintas décadas, sin el consentimiento de mis abuelos, y fue ganando cada vez más popularidad, pero en estas nuevas publicaciones se omitían sus nombres como autores.

Ha sido increíble conocer gente para quienes este cómic fue una lectura de su infancia. Después de trabajar durante años como artista, descubrí que mis abuelos eran artistas reconocidxs. El encuentro con Wiro tiene muchas capas, el proyecto Toko Buku Liong gira en torno a esto; es complejo políticamente, íntimamente y familiarmente.

Nuestro trabajo en dicha exposición consistía en organizar un archivo afectivo y aportar un punto de vista íntimo de todo. Mi abuela nunca fue acreditada como autora, una de mis funciones fue arreglar esto públicamente. Sin embargo, no podría pintar un hermoso retrato de nuestra historia: no se trata de héroes y villanos —buenos y malos— va más allá de ese binario común en el lenguaje del cómic.

A partir de esta experiencia cambió mi meta como trabajadora del arte: veo que mis abuelos crearon una obra de arte que tenía una vida independiente y era parte de algo más grande. Mi desafío hoy es crear algo que algún día tendrá vida propia y su acción será una contribución al mundo, siendo esta contribución una ruptura de la niebla producida por el cisgenerismo heterosexual patriarcal que insiste en cegarnos sobre las posibilidades de una relación profunda con la existencia.

JS: ¿Cómo son los seres más-allá-de-lo-humano con esta experiencia? Tu trabajo artístico ha sido una búsqueda para comprender los procesos de la vida y la muerte. ¿Puedes hablar un poco sobre eso?

DL: Cuando morimos nos convertimos en un campo expandido de seres que reconozco como seres más-allá-de-lo-humano. Pude identificarme con muchos procesos que experimenté en mi corazón con situaciones cotidianas, como los rituales de culto a las entidades de la muerte. Con la muerte de mi tía (la mayor de la familia de Indonesia) y de mi abuela materna (100 años), que tenían mucho diálogo, tuve que cambiar la forma en que me comunico con los muertos. Mi tía falleció durante el proceso de recolección de datos y recuerdos del proyecto que hicimos aquí y eso fue una pérdida abismal, porque perdimos un recuerdo vivo. La muerte de estas dos mujeres me hace acceder a ellas por lo sutil. Cuando murieron, hubo muchas situaciones fascinantes y misteriosas. En el momento de profunda emoción por su desencarnación, cruzó un ser que no tiene cuerpo humano; esto lo entiendo como una manifestación de sutileza.

Cuando sus cuerpos se desintegran, se expanden en el mundo, de la misma manera en que también se desintegraron todas nuestras madres y antepasados. La roca puede ser tanto mi antepasado como mi tatarabuela.

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