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16.12.2021

«Vida real dual», de Taeko Nomiya en MAIA Contemporary, CDMX

Del 19 de noviembre al 30 de diciembre de 2021

Hace dos años fue la primera vez que mis fotos se mostraron en público. Comenzó entonces un remolino que nunca esperé. Esas fotos eran un poco un reflejo de lo que yo soy: algo que escapa a la taxonomía convencional, que vive entre categorías, que no es ni una cosa ni otra. Era natural que despertaran cierto interés, cierta curiosidad, como suele suceder con los bichos raros. Esa ha sido, después de todo, mi propia historia. Cuando alguien me conoce invariablemente siente la urgencia de que se le respondan ciertas preguntas, siempre las mismas. ¿De dónde soy? ¿Qué soy? No importa cuánto trate de aclarar que soy mexicana, que nací y crecí en México siempre soy mi amiga la japonesa. La fotógrafa japonesa.

Con mis fotografías yo pensé que iba a pasar lo mismo. Estas fotos no pertenecen a ninguna de las escuelas de la fotografía. No son deadpan, no son retratos. No son un montaje que solicite un análisis posmoderno como las fotos de Cindy Sherman. No tienen ese nervio ominoso de las fotografías de Masahisa Fukase, ni el minimalismo poético de las fotos de Rinko Kawauchi. Estas fotos son postales de un mundo peculiar en el cual hasta hace poco yo estaba convencida de que había una sola habitante. Un mundo que no podía ser real, porque era solo real para mí. Un mundo en el que México y Japón no son dos países en extremos opuestos de un globo, sino una sola realidad híbrida que coexiste en un solo espacio mental.

El haber mostrado esas fotos en público me hizo enterarme de algo que hoy parece groseramente obvio: que no soy la única habitante de ese mundo. Pero lo mis interesante de esta revelación es que no solo no soy la única habitante de ese mundo, tampoco soy la única que pensó que lo era. Una tras otra, decenas de personas me han escrito en estos dos años para decirme que nunca antes se habían sentido representadas por una imagen. Que nunca habían visto algo que fuera a la vez mexicano y japonés. Que abundan los casos de japoneses que se vuelven locos con México y hacen cosas a la mexicana, o de mexicanos que viven inmersos en la japonesidad y su vida entera gira en torno a eso. Pero, me decía una tras otra de esas personas que me escribían, nunca habían visto algo que fuera simultáneamente las dos cosas, como ellos mismos, y que el haberse encontrado esas fotos les había causado una especie de epifanía profunda, como verse por primera vez en un espejo.

En ese espejo mágico que son estas postales de ese mundo peculiar nos reconocemos nosotros, esos bichos raros que resistimos a la clasificación. Estas fotos son la prueba de que ese otro mundo no es esquizofrenia. De que existen otras formas de existir.

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