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29.10.2021

«Un paisaje nunca es ceniza» de Carlos A. Mora, en Proyecto ARTE, Guadalajara

Hasta el 31 de octubre

A partir de una lógica colonialista, Occidente ha procurado marcar cierta distinción y distancia del ser humano con su entorno natural. En dicha configuración la naturaleza funciona casi exclusivamente como materia prima, en tanto recurso disponible y útil para la actividad humana. La conceptualización de recurso natural en su uso desmedido y voraz implica dicha condición histórica colonial, acentuado por ejemplo en la falsa división entre cultura y naturaleza, natural y artificial. Tal punto de vista occidental y antropocentrista contrasta de manera significativa con la visión de civilizaciones antiguas y pueblos indígenas.

Para su primera exposición individual Un paisaje nunca es ceniza, Carlos A. Mora (Guadalajara, 1983) continúa explorando una serie de cruces y relaciones entre la ecología y política; arquitectura y medio ambiente para llamar la atención sobre el despojo de la naturaleza; deforestación; siniestros; deterioros, en especial en la península de Yucatán, uno de los territorios del país más devastados por incendios forestales.

Para el conjunto de obras Portales, Mora trabaja con las figuras arquitectónicas de las entradas a la antigua ciudad maya y zona arqueológica Uxmal, en la península de Yucatán, abstrayendo una fracción mínima de una arquitectura milenaria y monumental. Habitual en su cuerpo de obra, persiste un interés en la revolución de las formas geométricas. El artista se enfoca en los materiales naturales, al teñir la tela de lino con achiote, interesado en utilizar el pigmento como clave tonal iconográfica por su condición simbólica en la historia del sur de México. En esta operación el artista propone mirar de otras formas la pintura de paisaje.  

En una encrucijada escultórica se reelaboran unos aros del juego de pelota prehispánico. A diferencia de un artefacto arqueológico de antaño, en su materialidad e investidura estos otros artefactos presentan una crítica sobre las tensiones y contradicciones del mundo global capitalista, incompatible con la preservación del mundo natural. Desprovistos de su condición erigida, estos nuevos artefactos se presentan derrotados, fuera de contexto y ahora yacen vencidos sobre la tierra. 

Entre el porvenir, la escritura y la imagen, la serie Naturaleza muerta elabora en su intermedialidad, un herbario, que a través del dibujo da cuenta de una fracción de la vasta cantidad de especímenes endémicas que habitan en la región, susceptibles de desaparición. De un espíritu naturalista, el artista intercala en latín botánico y en maya yucateco el nombre de cada especie, cuya grafía reverbera el estilo de un manuscrito. Cada ilustración deviene en un afán; que la vegetación sobreviva y resplandezca en el futuro, aunque sea, en las líneas de un dibujo. 

Texto y curaduría: Marco Valtierra 

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