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21.02.2019

Sex Machine

Ginsberg Galería, Lima, Perú
13 de febrero de 2019

La alquimia sexual de Wynnie Mynerva

Desde hace más de tres años, Wynnie Mynerva ha desarrollado una investigación política sobre las posibilidades plásticas del cuerpo y la sexualidad. A lo largo de 2018, la artista se dedicó a la producción minuciosa de un archivo material de órganos sexuales, traduciendo los genitales de diversas personas a yeso policromado. Su colección de esculturas funcionaba como una reflexión sobre la heterogeneidad de las variantes anatómicas pero sugería también la dimensión prostética del género. En este nuevo proyecto, titulado Sex Machine, su trabajo continúa esta exploración pero dando un salto de la representación naturalista de la diferencia sexual hacia un señalamiento de la sexualidad como tecnología.

“Este proyecto inicia con la introducción de un dildo a mi vagina”, explica Mynerva. Al igual que otros procesos que surgen desde el feminismo, la artista desarrolló Sex Machine como una investigación situada que subraya que la producción de conocimiento no puede estar desligada del cuerpo o de la subjetividad de quien lo emite. Su cuerpo se convirtió en un pararrayos de sensaciones movilizadas a partir de su relación física con el dildo (formas distintas de orgasmo, nuevas técnicas de masturbación, reconocimiento de otro tipo de potencia corporal), las cuales excedían los estímulos del llamado sexo natural. Centrar la atención en el dildo le permitió, por un lado, deshacer el mandato social del contrato heterosexual (y la lógica reproductiva del acto sexual); y por otro, cuestionar la falsa necesidad de los cuerpos masculinos para la celebración del placer sexual.

Cuestionar el lugar de la autoridad fálica (y por ende, del hombre) no es un ejercicio menor en un contexto como el de Perú —la tierra de la misoginia—, donde las mujeres son acosadas, agredidas y asesinadas diariamente. Mynerva subraya la condición innecesaria, redundante y sustituible del pene, como si fuera un torpe títere que no ha sido invitado a la fiesta. En sus esculturas e instalaciones la artista ensaya infinitas posibilidades para convertir cualquier elemento en un objeto sexual, reclamando no sólo el control de sus deseos, sino también ubicando el placer erótico más allá de lo meramente genital. Frente a la lógica patriarcal que busca confinar la sexualidad de las mujeres al ámbito privado, la artista opone un laboratorio de excitación disidente a través de tecnologías sencillas y artesanales que ella ensambla con sus manos.

Una de las piezas principales de la exposición es un bebé-dildo, con el cual realizó el taller Cómo gozar de tu dildo-bebé en 2018. Mynerva invierte la lógica del sufrimiento por la de la satisfacción. Con la premisa “si un bebé va a producir dolor al salir, él mismo puede dar placer al entrar”, produce un dildo a partir de un bebé de plástico que perturba los imaginarios de pureza asociados a la maternidad. Sus indagaciones emplean diferentes medios, como la acuarela, con la cual dibuja un cuerpo femenino convertido en una máquina de parir, pero en donde no queda del todo claro si los bebés —representados en una línea de producción— son finalmente emanados o absorbidos. Las obras parecen incluso aludir a prácticas médicas alternativas —distintas al internamiento hospitalario y la preparación obstétrica convencional— que reclaman entender el parto como acto sexual, en donde la masturbación permite inhibir el dolor del alumbramiento.

Mynerva recicla también otro tipo de máquinas como bicicletas estacionarias o artefactos para ensamblar zapatos, a los cuales añade texturas blandas que activan zonas erógenas del cuerpo. Otra de sus piezas es una escultura viva de dos mujeres desnudas, con sensores conectados a sus cuerpos, que juegan damas en la sala de exhibición. En ella se subvierte una imagen masculina emblemática de la historia del arte occidental en donde Marcel Duchamp juega ajedrez con una mujer desnuda, sugiriendo una dimensión lésbica (o un erotismo no dependiente del hombre) en donde las estructuras de poder del ajedrez son reemplazadas por un juego de fichas sin jerarquías de unas sobre otras.

Sex Machine combina objetos derivados del control médico, la disciplina deportiva, la cultura fitness (y sus formas de vigilancia sobre el cuerpo femenino), los códigos de la cultura BDSM (bondage, dominación, sumisión, masoquismo), entre otros, subrayando cómo todas estas técnicas son lugares que producen subjetividad. Del mismo modo, en sus dibujos o esculturas los cuerpos aparecen habitualmente conectados a tenazas artesanales, bombas de extracción de leche, relojes o utensilios eléctricos, construyendo paisajes simbióticos que deshacen la diferencia entre lo humano y lo tecnológico, entre lo orgánico y lo inerte.

La artista desafía la experiencia erótica convencional habitualmente comprendida desde una lógica puramente humana y heterosexual, invitándonos a inventar artilugios capaces de expandir nuestras experiencias afectivas y sensoriales. Como si fuera una alquimista sexual, Mynerva nos dice que cualquier objeto de segunda mano puede convertirse en un dispositivo de terapia y reeducación corporal, mostrándonos sus posibilidades de experimentación y uso colectivo. ¿Quién goza? Parece ser la pregunta que ronda todos estos trabajos. ¿La máquina, el cuerpo, el dildo?

—Texto curatorial por Miguel A. López

http://www.ginsberggaleria.com/

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