Reseñas - Perú

Diego del Valle Ríos

Tiempo de lectura: 6 minutos

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25.05.2017

Escultura impermanente: Rita Ponce de León en Proyecto AMIL, Lima, Perú

por Diego del Valle Ríos, Lima, Perú
8 de marzo de 2017 – 3 de junio de 2017

Como sociedad moderna nos movemos poco a poco y cada vez con más rapidez hacia una inevitable crisis resultado del sistema semiocapitalista bajo el cual estamos alienados. Dicho sistema, de acuerdo a Franco Bifo Berardi [1], es la articulación de la sobreproducción a través de estímulos psíquico-cognitivos mismos que saturan todos los medios a partir de los cuales nos relacionamos con nosotros mismos y con nuestro entorno; estos estímulos median y limitan el encuentro de los cuerpos y la interacción entre personas. La ansiedad provocada por esta saturación de estímulos es el sentimiento constante que compartimos todos aquellos que habitamos la ciudad moderna y sus infraestructuras. En este contexto, la exposición Escultura Impermanente de Rita Ponce de León en Proyecto AMIL (Lima, Perú) logra revelarse como un espacio para explorar la desterritorialización del cuerpo ante la necesidad de renovación y de consenso alejada del semiocapitalismo.

El título de la exposición hace alusión a la continua transformación del cuerpo y a la incesante adaptabilidad a la que es sometido en un entorno de inmediatez bajo la presión de las estructuras modernas. Así mismo, enmarca los elementos centrales de la muestra: el cuerpo y el espacio, entendiendo el término escultura como la evocación de un trazo que a partir del movimiento es capaz de crear una relación tridimensional entre las obras y el público para accionar una reflexión corporal (física o virtual).

En la entrada al espacio, la obra sobre papel SÍ-NO, el camino a casa está lleno de caminos a casa (2017) recibe al visitante colgando del techo. Esta sutil bienvenida, la cual es una abstracción de las palabras “sí” y “no”, anuncia que el espacio al que se está por ingresar fue hecho para recordarnos que el hogar trasciende la materialidad y se encuentra en el devenir de la existencia. Esta sencilla pieza logra definir el ritmo de la exhibición en relación a la pausa que existe detrás del titubeo de elegir entre un sí y un no: aquí la ansiedad se convierte en un respiro introspectivo y personal.

Compuesta por murales, dibujos, una escultura y una instalación, la exhibición se divide en dos salas, cabe mencionar que un elemento museográfico importante en esta muestra es la luz. En la primera sala, las obras se presentan bajo una iluminación blanca fluorescente misma que nos sitúa en la frialdad de la postmodernidad hiper-tecnológica del semiocapitalismo como única fuerza para experimentar el mundo. La tensión entre el entorno y el cuerpo comienza a ser identificada.

Los murales en este espacio muestran cuerpos constreñidos por la rigidez de las formas modernas donde ángulos y líneas rectas vencen, oprimen y deforman al cuerpo. Pequeños dibujos abstractos de impecable composición y forma, retrataran la natural resistencia del cuerpo antes estas fuerzas. En estos primeros dibujos, Ponce de León trasmite el comienzo de un proceso corporal de trascender por medio de la liberación y la relajación. Como en la danza Butoh [2], referencia recurrente en la obra de la artista y que se encuentra constantemente en la exposición, los cuerpos en los dibujos de Rita se encuentran en una continua transformación y exploración de sus límites y lo que estos contienen en relación a ideas preconcebidas que organizan el cuerpo de acuerdo a su entorno. La necesidad de un contacto próximo dentro y fuera de los límites corporales empieza a abrirse paso.

Esta idea pasa del papel al espacio comenzando por la obra ¿Cómo desaparecer una puerta? (2017), una escultura formada por tres marcos de madera móviles que remiten el movimiento del abrir y cerrar de una puerta. La escultura invade el acceso entre las dos salas obligando al visitante a explorar movimientos corporales a partir de la escultura para romper con la rigidez de su forma rectangular y los límites que impone. La pieza logra poner en crisis la postura humana misma que se vuelca sobre la formas que la oprimen para (re)tomar el control de una trayectoria interrumpida.

La luz cálida y tenue de la segunda sala recibe al visitante para contenerlo en un espacio cuya altura ha sido reducida. El texto indica que esta sala “representa la oscuridad y todas aquellas formas ‘del vivir’ que no conocemos”; los trayectos se rompen y surgen otras formas indeterminadas de entender el espacio, idea que aunque es encontrada en la característica amorfa de los dibujos en relación a la técnica de danza japonesa, no logra en su totalidad trangredir museográficamente para obtener un eco reflexivo sobre la rigidez de los límites y características del cubo blanco en relación a la primera sala. Si la obscuridad de nuestros espacios íntimos nos enfrenta con nosotros mismos, ¿podría ser esta una excelente oportunidad para explorar las posibilidades de construir un espacio mucho más visceral en conjunto con las obras? La poiesis detrás de la obra de Ponce de León tiene la capacidad de recuperar la fricción humana de la que se ha alejado poco a poco el campo del arte contemporáneo para solamente convertirse en una imagen más del mosaico cognitivo del semiocapitalismo.

Los murales en las paredes de esta segunda sala muestran la figura corporal haciéndose y deshaciéndose; la artista nos enfrenta con la dificultad que yace detrás del intento de romper con los patrones del sistema. El cuerpo se abstrae en sí mismo y enloquece. Uno de los murales a lo largo de la pared más extensa muestra una construcción de un horizonte desde una perspectiva invertida. Junto a ese mural se encuentra la instalación Reúne vida, mientras cuelgues de esta tierra (2017), la cual invita al visitante a sentarse a una mesa y relacionarse a través del tacto con pequeñas piezas de barro y cerámica sobre una superficie que las mantiene a una temperatura cálida. Las piezas son acompañadas por unos dibujos que intentan representar lo inconmensurable, mismos que establecen una relación sensorial, que en diálogo con el mural del horizonte invertido, cierran la exposición para encontrar en el simbolismo del horizonte y del micro y macro cosmos una transición para la restitución del sentimiento de proximidad dentro y fuera de los límites y concepciones corporales.

Es difícil no querer considerar la capacidad empática de la exhibición vinculada con el pensamiento feminista. En el contexto Latinoamericano, sigue siendo más crucial que nunca proyectar el cuerpo como un primer territorio político desde el cual se pueda combatir la imposición y opresión de parte de ideologías y discursos conservadores y morales que han desplazado la capacidad individual de tomar decisiones sobre el mismo. Reconocer el trabajo de Ponce de León desde una mirada feminista, nos permite reconocer nuestro propio cuerpo para emanciparlo de las normas y límites patriarcales impuestos desde la visión moderna y tecnológica del semiocapitalismo para justificar la opresión, explotación y devaluación del ser humano.

En Escultura Impermanente, Rita Ponce de León nos obliga a abandonar nuestros cuerpos y empezar a replantear y cuestionar desde la abstracción y la estética rutas para negociar y definir la relación entre lo funcional y lo fenomenológico, entre lo físico y tecnológico y el cuerpo sensible.

 

Diego del Valle Ríos es curador independiente quien vive y trabaja en Ciudad de México. Actualmente es Editor de Terremoto.

Notas:

[1] Franco ‘Bifo’ Berardi. (2011). After the Future. Edinburgh, Oakland, Baltimore: AK Press.
[2] Técnicas de danza creadas en  Japón en 1950 por Kazuo Ohno y Tatsumi Hijikata en el contexto de la posguerra.

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