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30.01.2023

Negra estrella. Una revisión retroprospectiva del trabajo de Eugenia Martínez y otras mujeres

EXTRACTO es una sección online donde compartimos algunos de los textos publicados por Temblores Publicaciones, el sello editorial de Terremoto. Presentamos «Horizonte de sucesos» de Clyo Mendoza, de Negra estrella. Una revisión retroprospectiva del trabajo de Eugenia Martínez y otras mujeres aquí.

Horizonte de sucesos

de Clyo Mendoza

Los chicos siempre seguían a Greta. La seguían a todas partes y ella no se daba cuenta de lo atractiva que era. Cuando salía a comprar el pan, los chicos ya estaban afuera de la tienda, fingiendo jugar a cualquier cosa. Cuando atravesaba la calle hacia la otra banqueta, los muchachos sólo tenían ojos para su espalda, que bien pudo haber sido la espalda de cualquier otra, pero para verla cruzar, para dirigir con cierto pudor sus ojos más abajo, donde la espalda se curvaba, siempre cubierta por un suéter pesado y lleno de pelusa, tenían que detenerlo todo.

Un día acostumbrado, a la hora precisa, esperaron a Greta afuera de su casa para escoltarla en secreto hacia la compra, pero Greta no salió. Al día siguiente, puntuales, esperaron en el mismo sitio pero, de ella, ni rastro. 

La noche llegó tibia y se quedaron hablando hasta muy tarde. Planearon nuevas rutas para seguirla, trazaron caminos imaginarios usando la calle como su pizarrón, y le dieron el nombre de Operación número x a esa nueva forma de persecución y escudriñamiento.

El primer día de su juego, vieron a Greta pasar corriendo hacia el río. Corría como si su pelvis le llevase y sus brazos colgaban a los costados como simples bultos largos. Les sorprendió su falta de coordinación y gracia, su torpeza. Alguno sugirió cambiar de ruta (ir a mirar a la vieja que se bañaba bajo el sol ese día). Los demás aceptaron. Su obsesión por Greta fue mermando con los días. Alguno creyó, sin manifestarlo, que su deseo había mutado en miedo. El semblante de la muchacha no era el mismo: ahora Greta tenía la mirada perdida, arranques de risa, la manía de hacer y deshacer bolas de tierra amasadas con su saliva.

Pasarían los días. Aquél niño que se había sorprendido antes que todos por la sonrisa hueca de la muchacha, decidió seguirla. Greta salía de su casa, una vez más como si fuese impulsada por un ser alojado en su tripa, y meneaba la cabeza como si fuera una bolsita llena de agua. 

El chico la siguió mientras ella se encogía hasta hacerse pequeña y atravesaba el muro que cercaba el río. Pasaron uno detrás del otro a través de un hueco húmedo. Al apoyar los dedos sobre la pared, aquello se sentía como el tacto suave y frío de una serpiente. Todo estaba muy oscuro, pero al fondo de ese breve túnel, la luz atravesaba los tallos y los pistilos irradiaban una luz verde. Allá la maleza anunciaba una salida.

Greta no se daba cuenta de que alguien la estaba siguiendo.

Encuentra este texto completo en la versión impresa de Negra estrella. Una revisión retroprospectiva del trabajo de Eugenia Martínez y otras mujeres aquí.

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