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29.08.2021

Museos de código abierto

En un contexto de aislamiento que marcó un antes y un después para el arte, Alejandro Gómez Escorcia reflexiona sobre un posible devenir para los museos en los espacios digitales a partir de la cultura libre como estrategia de resistencia al capitalismo de plataformas, mismo que abrazan sin cuestionar.

El año pasado, Brenda Caro en Terremoto señaló con precisión que la coyuntura pandémica que marcó al arte y la cultura en México —como en muchos otros campos sociales— fue una transición problemática hacia los espacios digitales.
Además de las políticas gubernamentales precarizantes, la clausura temporal de las visitas a los recintos y lo abrumador que puede resultar este contexto para les trabajadores de las diversas instituciones, sucedió algo que se ha discutido poco: la completa asimilación de los museos al capitalismo de plataformas.[1]

Con una memoria reducida del devenir histórico de las prácticas artísticas en Internet, los museos de arte se entregaron a sus perfiles en Fac*book, Tw*tter e Inst*gram. Algunos incluso descubrieron plataformas, como YouT*be, que habían ignorado pese a estar implantadas en el imaginario de las ciudadanías cosmopolitas desde hace décadas. En otras palabras, las instituciones estatales y universitarias dedicadas a exponer, conservar e investigar arte en México, redujeron sus actividades digitales a la iteración del quehacer de influencers y otros actores nodocentristas en Internet, que podemos enlistar en acciones concretas: realizar transmisiones en vivo, grabar podcasts, subir videos, actualizar sus perfiles y lanzar páginas web.

Con esto, los museos —espacios sociales que durante el siglo XX se reconstituyeron como lugares para enunciamientos críticos a la modernidad—, devinieron en esta pandemia como contribuyentes al solucionismo,[2] una estrategia del capital que anestesia y disuelve el disenso y la participación activa de las personas.
Ante este contexto y la extenuante ofuscación de quienes consumimos lo que ofrecen los museos en Internet, propongo retomar los principios de la cultura libre[3] para reformular los modos de hacer de los museos en espacios digitales.

Recobrar a la cultura libre como opción opuesta al capitalismo de plataformas, supone para los museos tener como finalidad la construcción de estas instituciones como lugares para el acceso al conocimiento, lo que conlleva desarrollar mecanismos de participación para abrir caminos hacia el control ciudadano del poder.
Bajo estos supuestos, más operativos que utópicos, es posible comenzar a vislumbrar un horizonte donde los museos aparezcan en el mapa de justicia y transformación social que requieren nuestros turbulentos tiempos.
A continuación, enlisto cinco estrategias donde los museos se pueden comprender a sí mismos como tecnologías que se pueden reescribir en un formato abierto en lugar de continuar con el modelo cerrado que han arrastrado desde el siglo XVII cuando se fundaron, basado sólo en la conservación, investigación y exhibición de materiales culturales.

1) Permitir el acceso a su código fuente para utilizar, cambiar, redistribuir o mercantilizar recursos.

Hasta ahora, la mayoría de los museos operan a puertas cerradas, donde organizan y controlan el flujo de las obras y conocimientos que resguardan. En este punto se propone abrir modelos de co-creación con diversos agentes y actores sociales en lugar de sólo estimular modelos de consumo y espectaduría. Un ejemplo de apertura puede ser el proyecto Smithsonian Open Access, donde las personas incluso pueden vender libremente objetos creados con las imágenes del acervo de esta institución estadounidense.

2) Abrir procesos de actualización colectivos.

Normalmente, los museos operan de forma colegiada para definir sus agendas de exposiciones y actividades. Esto implica sólo integrar voces autorizadas que buscan mantener su status quo como artistas, curadores y otros agentes culturales que ostentan poder. Aquí se propone actualizar estas agendas, que también son políticas y sociales, bajo un modelo de colaboración que defina el quehacer museístico desde otros sectores. Esto contribuiría a reducir los discursos nacionales y posnacionales de los que se sirve el arte en México y aumentaría el espacio a las narrativas humanas que nos aquejan más allá de las epopeyas identitarias.[4]

3) Terminar con la gratuidad y priorizar intercambios no monetarios.

Si lo que está en juego en los museos son los conocimientos sobre la humanidad (y otras especies vivas y no vivas), su moneda de cambio principal no puede continuar siendo el dinero. Si bien tienen que sostenerse y dar contratos dignos a sus trabajadores, los museos también pueden generar modelos de intercambio a través del flujo de saberes. En México, la idea de gratuidad del estado benefactor ya no opera como en el siglo XX. Hoy en día, ir a un museo de forma gratuita, invisibiliza el trabajo de las comunidades que lo conforman y reduce su valor social por estar disponible (y por lo tanto, descartable).

4) Ser replicables y compatibles con otras arquitecturas, hardwares o interfaces.
Entender a los museos como tecnologías implica pensarlos como modelos replicables que puedan ser compatibles y adaptables en diversos contextos. El museo no puede seguir encerrado en un edificio. Con esta propuesta, los museos dejarían de estar-en-donde-están y de ir-a-donde-estés y podrían suceder donde-sean-necesarios. Y aquí se abre una serie de preguntas trascendentales: ¿Cuándo se requiere la tecnología museo? ¿Qué funciones puede tener de forma situada? ¿Cómo se construyen actualmente las memorias culturales de las personas?

5) Inducir la participación en lugar de expectación y espectacularización.

Además del modelo hegemónico de espectaduría que suponen los museos, que tiene su valor al permitir la contemplación y la sugestión de experiencias estéticas, estas instituciones requieren establecer otras relaciones con las personas. Seguir fortaleciendo la idea de visitantes y espectadores sólo estimula una distancia entre el museo y la ciudadanía, misma que proyecta futuros donde sólo tengan cabida los contenidos espectaculares que se puedan consumir desde lejos. Participar es acercar. Expectar es alejar. ¿Qué desean los museos de arte en México hoy en día?

Estas propuestas quedan por el momento como escenarios de lo posible y también como reacciones ante una agenda museística que se ha reducido al plano inoloro de las pantallas. Permanecer en este estado de postración podría ser fatal para los museos, que terminarían su historia como meras agencias de publicidad. Vivimos un momento donde aún es posible reescribir nuestras tecnologías para la sobrevivencia humana, ¿cómo queremos utilizar la tecnología museo? ¿Estamos dispuestes a abandonar nuestras posiciones de poder y comfort para contrarrestar el enorme poder de las plataformas digitales? ¿Podremos proyectar y construir museos de código abierto de forma colectiva?[5]

Notas

  1. Capitalismo de plataformas es un concepto propuesto por Nick Srnicek que tiene como fundamento la volcadura del capitalismo sobre los datos para contener su crisis de producción de bienes y servicios ante el agotamiento de los recursos naturales y el régimen de empleo (Argentina: Caja negra, 2018).

  2. En Tristes por diseño: Las redes sociales como ideología, Geert Lovink describe al solucionismo como la recuperación del modelo de espectaduría televisiva en las redes sociales y el principal motivo para considerar que la figura del prosumidor (productor + consumidor) en internet está dejando de ser operativa (España: Consonni, 2019).

  3. La cultura libre es un movimiento inaugurado en el siglo XVIII que se opuso a las medidas restrictivas de los derechos de autor. A finales de los ochenta en el siglo XX, Richard Stallman rescató este debate cuando nació el Internet comercial con el fin de crear plataformas de software para la libre compartición de información. A principios del siglo XXI, Lawrence Lessig, también miembro del movimiento de cultura libre en Internet fundado por Stallman, formaliza estos principios en las licencias de Creative Commons, que aún hoy resultan insuficientes para contrarrestar los obstáculos a la creatividad que supone el copyright.

  4. Este punto puede encontrar eco en el manifiesto que el escritor Orhan Pamuk dedica a los museos en 2016.

  5. Este texto es la remediación de una conferencia que presenté en el curso Estrategias y alternativas museográficas dentro y fuera de la sala de exhibición del Museo Legislativo del Congreso de la Unión en el Palacio de San Lázaro, realizada en julio de 2021 en formato digital. Para la realización de este artículo, agradezco la interlocución con Erik López, Mariana Delgado y Paola Talavera.

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