Reseñas - México

Catalina Lozano

Tiempo de lectura: 9 minutos

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15.09.2016

Fernell Franco: Cali claroscuro

por Catalina Lozano, Centro de la Imagen, Ciudad de México, México
27 de julio de 2016 – 6 de noviembre de 2016

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En una de sus entrevistas con la crítica e investigadora de arte María Iovino, Fernell Franco (1942-2006) se refiere a su trabajo de esta forma: “cuando comencé a hacer imágenes… ”. [1] Y es precisamente la labor de la imagen, la mano de obra que la produce y la subjetividad que la ejerce, una de las cosas que más me llamó la atención de la exposición Cali Claroscuro en el Centro de la Imagen de la Ciudad de México, curada por Alexis Fabry y María Wills Londoño. Sólo al final de su vida Franco empezó a tener el reconocimiento que le negó el no poder participar del “mundo del arte” de forma profesional, al tener que ganarse la vida como fotoreportero y fotógrafo comercial. Sin embargo, junto con Ever Astudillo, es uno de los artistas más sobresalientes que produjo Cali en los años setenta. Y digo produjo porque este parece ser el consenso entre todos los que vivieron esa Cali a través del cine, la fotografía, la literatura y el arte, que Cali les dio lo que necesitaban para ser artistas.

La obra de Fernell Franco está pues, de una forma inextricable, ligada a Cali pero, al mismo tiempo, lo que se dice de Cali podría decirse de tantas otras ciudades colombianas (la llegada masiva de personas desplazadas por la violencia, por ejemplo) o inclusive latinoamericanas (un movimiento generalizado del campo a la ciudad, el nacimiento de nuevas industrias) que crecieron exponencialmente desde la segunda mitad del siglo XX. Así que tal vez son las características de la producción específica de imágenes de Franco, a lo largo de su vida, lo que realmente necesita ser acentuado. Una revisión rápida a la literatura sobre el fotógrafo colombiano demuestra el peso de su experiencia de vida en el desarrollo de su práctica. Desplazado a Cali desde Versalles, en donde había nacido en 1942, con la precariedad que implica huir de la violencia [2], Franco fue un autodidacta curtido por una vida de diferentes ocupaciones y con un ojo privilegiado para captar oportunamente lo que estaba a punto de desaparecer. Y sin embargo sí es Cali y no cualquier otra la retratada en la mayoría de los casos. Sí es Cali, the one and only.

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En Cali claroscuro la obra de Franco proviene de diferentes colecciones privadas y es de esperarse que los requerimientos de conservación (al ser además en su totalidad copias de la época) exijan condiciones de presentación muy específicas. Esto produce una asepsia que contrasta (¿claroscuro?) con los motivos que encierran los marcos y con los procesos de trabajo del fotógrafo que sólo se hacen visibles en las vitrinas que acompañan a la serie Prostitutas, en las que las hojas de contacto anotadas revelan algo sobre cómo se construyen esas imágenes después de haber sido capturadas. Esto no es necesariamente negativo; de hecho, exigir develar el proceso de trabajo sería injusto y muchas veces la realización de tal exigencia termina por mitificar los tachones en detrimento de la obra. Sin embargo, mucho de lo que se muestra enmarcado parece estar atrapado en una jaula de oro, tan lejos de lo que produjo la imagen, de aquel momento de peligro y de angustia por la desaparición. En las Demoliciones, por ejemplo, hay elementos en los que el papel, plegado por Franco, genera nuevas composiciones. La repetición de imágenes y sus diferentes tratamientos y composiciones realmente muestra un proceso, una insistencia en la imagen que se hace, se construye. Tal vez es sólo en las ampliaciones más grandes donde parece que la intención del autor de mostrar algo acabado se hace evidente.

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Franco fue un fotógrafo del blanco y negro; el “claroscuro” son la luz y la sombra de Cali, pero también toda una serie de contrastes básicos, sociales, económicos, contrastes que aparecen en el grano estallado de su fotografía, a veces presentes sólo por su ausencia o su indeterminación –y en este sentido la serie Retratos de ciudad es ejemplar. Hay un aspecto fisionómico en la percepción, en el ojo que se apropia de lo que ve y lo refleja; la cámara es la máquina que reproduce ese proceso mecánicamente para registrarlo en un soporte. La sensibilidad de la película, el proceso de ampliación e impresión son inherentes a esa capacidad de producir imágenes que capturan una ausencia o algo que estará ausente dentro de muy poco.

Es como la ausencia de vida en la serie de Amarrados, que son bultos de los mercados urbanos, indefinidos, ausentes. Franco relaciona esta serie explícitamente con la muerte: “Trabajando en la fotografía de objetos inanimados me di cuenta de que esa manera de envolver tenía que ver también con la forma de amarrar y de aislar la muerte. Con empaquetar al muerto para taparlo, para sacarlo de la vista de los demás.»[3] Franco relata cómo su padre escapó de la violencia envuelto en telas dentro de un camión, como un bulto anónimo, y cómo la figura de la momia fue la que lo hizo atar los cabos de la muerte y los bultos amarrados que venía retratando como fantasmas. Y es que estos muertos de la violencia, amarrados, aparecen también en los dibujos y pinturas de Beatriz González, esos pictogramas del abandono rural y la violencia de Colombia. En el documental El botón de nácar (2015) del realizador chileno Patricio Guzmán se explica cómo el ejército chileno en la dictadura empacaba a los prisioneros políticos en bolsas y costales con un riel de tren de 30 kilos en el pecho y los amarraba para después tirarlos al mar y desaparecerlos. Hay una violencia implícita en el envuelto que invisibiliza lo que envuelve.

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Junto con Amarrados, la serie de las Prostitutas es una de las más emblemáticas del trabajo de Fernell Franco y es la primera que hizo por fuera de su trabajo en una agencia de publicidad, con una intención que podríamos llamar “artística. [4] El barrio La Pilota de Buenaventura, alguna vez un lugar alegre típico de la vida de puerto, había decaído y lo que Franco registra es el último triste reducto de lo que él recordaba tal vez con eufórica nostalgia. Pero la serie también registra de manera particularmente conmovedora la relación que desarrolló el fotógrafo con esas mujeres que poco a poco permitieron que él las fotografiara más de cerca. Esta serie reúne todo lo mejor de la fotografía de Franco y es en la que el tratamiento de la imagen sobre papel a través del collage es especialmente lúcido.

La película de color sólo sirve para retratar los bares populares de salsa (Color popular); de resto, el color sólo llega en sutiles intervenciones sobre el papel. A pesar de que Fernell Franco dijera que “la realidad es blanca y negra” y que “el color es el generador de engaños, un distractor que pone borroso lo que uno quiere decir”, esta serie, tal vez por ser la única, tiene un tono optimista sin dejar de ser “real”. En ella los márgenes ásperos que fotografió Franco a lo largo de su vida se suavizan entre motivos cálidos.

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El cineasta Luis Ospina dijo hace algunos años que “tal vez los artistas que más tuvieron conciencia de que Colombia era un país urbano fueron los artistas caleños.” [5] En su trabajo individual y con Carlos Mayolo es evidente la fascinación que le produce la ciudad “real”, la Cali que cambiaba vertiginosamente en los años setenta y que experimentó más adelante las consecuencias urbanísticas y culturales del auge del narcotráfico. Los artistas caleños de esa generación captaron esa Colombia urbana –que demográficamente era todavía más rural que urbana– y su unión alrededor de Ciudad Solar, una especie de comuna “artística”, seguramente generó contaminaciones productivas entre los que participaron de sus actividades. Para muchos Fernell Franco, unos años mayor que Ospina y Mayolo y que Óscar Muñoz, facilitó mucho de lo que pasó ahí y fue en Ciudad Solar donde primero se expuso la serie de las Prostitutas. El tema de esta ciudad que desaparece debajo de otra que crece, no sin dejar escombros, marcó definitivamente a esta generación. [6]

W. J. T. Mitchell dice que las imágenes (pictures) son “ensamblajes complejos de elementos virtuales, materiales y simbólicos” [7] y que “una fotografía (picture) refiere a toda la situación en la que la imagen hizo su aparición.”[8] La obra de Fernell Franco, un hacedor de imágenes dialécticas –en el sentido que Benjamin le dio, como la imagen que aparece en un momento de peligro de desaparecer para siempre–, entreteje ese inconsciente óptico sensible impregnado de su biografía con una realidad en los márgenes, con una Cali que desaparece. Estas imágenes aparecen como exposición –en México o en París– y me pregunto, sin prejuicios, si aparecen de igual forma, si tienen las mismas implicaciones.

En cierta forma, Cali claroscuro, lejos de afianzar la idea de que Cali recibió una modernidad importada –un argumento que se repite insistentemente desde diferentes lugares–, me hace pensar que esta ciudad es la modernidad misma, con sus desechos físicos y sus “residuos humanos. [9] Es en los márgenes en donde más se revela el lado oscuro de la modernidad, que no es una importación, sino que se formó gracias a la colonización y las categorías que ésta también ayudó a crear.

Notas:

[1] Testimonio de Fernell Franco en María Iovino, «Fernell Franco», 2004. TMs (photocopy). Archivo privado de María Iovino. Bogotá. Publicado en “Documents of 20th-century Latin American and Latino Art” por el International Center for the Arts of the Americas at the Museum of Fine Arts, Houston. Mis itálicas. http://icaadocs.mfah.org/icaadocs/ELARCHIVO/RegistroCompleto/tabid/99/doc/860546/language/es-MX/Default.aspx . Fecha de acceso 2 de septiembre de 2016. Todos los hechos relatados aquí sobre la vida de Fernell Franco salen de este documento a menos de que se señale otra fuente.

[2] En su caso La Violencia, el período histórico de 1948 al 1953 (o 1958, dependiendo si se considera su final el comienzo de la dictadura del general Rojas Pinilla o el pacto bipartidista establecido después de la misma) en el que hubo un enfrentamiento brutal entre liberales y conservadores y que afectó sobre todo al campo. Por supuesto ese periodo concreto tiene sus antecedentes arraigados en la historia de la colonia y la independencia y sus consecuencias que han marcado la historia reciente de Colombia hasta hoy.

[3] Testimonio de Fernell Franco en María Iovino, Op. cit.

[4] El adjetivo “artístico/a” siempre me ha causado problemas, o más bien el arte como adjetivo me causa problemas y por eso lo entrecomillo, pero tampoco sé expresarme mejor…

[5] Testimonio en la serie de televisión Plástica producida por El Vicio Producciones en 2002.

[6] Queda investigar el papel de las mujeres artistas de Cali, que seguramente las hubo, aunque permanezcan bastante invisibilizadas en estos relatos.

[7] W. J. T. Mitchell, What do pictures want? The Lives and Loves of Images, Chicago and London: The University of Chicago Press, p. xiii.

[8] Ibid., p. xiv.

[9] En el sentido que Zygmunt Bauman le da al término como personas que la modernidad produce pero no quiere.

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