Ongoing - Amazonía Lima - Perú

Florencia Portocarrero

Tiempo de lectura: 9 minutos

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17.11.2022

Cuando arte, sanación, ecología y política recorren el mismo camino

Maya maya bainkin: avanzando dando vueltas. Arte y futuro Shipibo en el Centro Cultural Inca Garcilaso

Más del 60% del territorio peruano forma parte de la Amazonía. Conocida localmente como la Selva, esta vasta e históricamente postergada región es un espacio crucial para la lucha por los derechos de diversas comunidades indígenas, y la preservación de sus conocimientos ancestrales. Según el Censo Nacional del 2017, alrededor del 25 % de les peruanes se identifican como indígenas y se agrupan en 55 comunidades, la mayoría localizadas en la Amazonía.[1] Si bien existe cierto “sentido común” sobre el rol fundamental que estos pueblos originarios juegan en la protección de la biodiversidad del bosque, es poco lo que realmente se conoce sobre sus batallas cotidianas y la tensa relación que mantienen con los Estados en los que se inscriben.

Pero hay más, la Amazonía es también el centro de algunos de los debates más importantes en términos de sostenibilidad y biopolítica planetaria, por lo que las disputas en torno a esta región nos sitúan más allá de la geografía inmediata de los nueve países[2] sudamericanos que “comparten” territorio y nos permiten comprender lo que de otra manera resulta irrepresentable: la imbricación entre la actual crisis climática global y las historias de violencia que atraviesan las diversas comunidades indígenas que la habitan desde tiempos inmemoriales. En este contexto convulsionado, el mundo del arte se ha convertido en una esfera importante para la enunciación y reivindicación de los derechos de estas comunidades que están a la vanguardia política de la lucha por la vida.
El caso peruano resulta bastante sintomático. A pesar del alto grado de conflictividad social que se vive en la Amazonía, en los últimos años y gracias al esfuerzo sostenido de artistas, académiques y curadores, su heterogénea escena artística ha comenzado a recibir atención internacional. Ahora bien, aunque las investigaciones y proyectos de le s diverses agentes del gremio han sido fundamentales para visibilizar la relevancia de la producción cultural amazónica –abordando temas como los mitos y las cosmovisiones indígenas, la era del caucho, el arte visionario y el arte urbano popular amazónico–, con poca frecuencia han discutido abiertamente los procesos de acumulación primitiva y despojo que atraviesan a la región y a sus habitantes en el presente.

Orquestada por el Shipibo Conibo Center– SCC,[3] en el Centro Cultural Inca Garcilaso de la Vega,[4] Maya maya bainkin: avanzando dando vueltas. Arte y futuro Shipibo es una interesante excepción a esta regla. La exposición tiene como hilo conductor las diversas exploraciones del sistema de diseño ancestral, también conocido como kené, de un grupo intergeneracional de destacadas artistas pertenecientes a la comunidad Shipibo- Konibo de la Amazonía peruana y su diáspora: Chonon Bensho (Pucallpa, 1992); Sara Flores (Loreto, 1950); Inka Mea (Iparía, 1916–San Francisco de Yarinacocha, 2001); Celia Vásquez Yui (Pucallpa, 1960); Olinda Silvano (Ucayali, 1969). En diálogo con las obras de estas artistas, la muestra reúne las intervenciones de tres Asociaciones que a través de la acción colectiva buscan resistir la violencia ejercida sobre la comunidad Shipibo- onibo por parte de un Estado indolente y obnubilado con el modelo de desarrollo neoliberal: la Asociación de Onanyabo Médicos Ancestrales Shipibo-Konibo-Xetebo –Asomashk, la organización regional de la Guardia Indígena Shipibo Konibo , y la Asociación de Mujeres Shipibas Afectadas por las Esterilizaciones Forzadas. Como resultado de la acertada decisión curatorial de poner en conversación prácticas artísticas y activismos, el kené se “activa” políticamente, transformándose en un emblema de la lucha ambiental y resistencia cultural del pueblo Shipibo- Konibo.

Maya maya bainkin toma su nombre del estribillo de un ícaro[5] que describe una forma de avanzar mediante un sinuoso movimiento de giros y vueltas, que evoca la forma del kené. Caracterizado por patrones abstractos de intrincada exactitud, crea una imagen general de poder vibratorio. Tradicionalmente “hacer kené”, es decir, pintar, bordar o tejer diseños, es un arte femenino heredado de madre a hija, que utiliza materiales derivados del bosque y las chacras. Dado que en los últimos años el kené ha tenido una creciente demanda en el mercado turístico amazónico, se ha convertido en una importante fuente de ingresos para las mujeres diseñadoras, quienes han comenzado a introducir nuevos materiales e iconografías. Sin embargo, como nos recuerda la antropóloga Luisa Elvira Belaunde,[6] tanto o más importantes que los patrones hechos a mano y visibles, son los diseños que se ven en las visiones generadas por la ingesta de plantas enteógenas[7] como la ayahuasca. Estas visiones de los diseños son accesibles tanto a los hombres como a las mujeres y constituyen un aspecto esencial de los rituales de sanación.

Maya maya bainkin nos recibe con una instalación textil de Sara Flores, que cuelga como un mosquitero finamente bordado en el patio central del Centro Cultural Inca Garcilaso, y luego se organiza —a lo largo de las cuatro salas de exposición que componen la galería del segundo piso— en torno a diálogos entre las artistas y los colectivos. La primera sala pone en conversación las vasijas antropomorfas de la fallecida Inka Mea con un bordado de grandes dimensiones de Chonon Bensho, la artista más joven que participa de la muestra.[8] Mientras las vasijas de Inka Mea retratan a hombres y mujeres que son representantes de un ideal de belleza que desapareció tras ser censurado por los misioneros; Chonon Bensho borda en kené una escena del Ani Xeati, la gran fiesta tradicional del pueblo Shipibo que notablemente se realizó en el 2017, después de más de una década de silencio.

Colgadas en la pared de la sala contigua encontramos las hipnóticas pinturas kené de la maestra Sara Flores. Flores dibuja a mano alzada sin la ayuda de bocetos preparatorios. Sus diseños, de precisión excepcional, son hechos con tintes vegetales sobre tocuyo, un lienzo de algodón silvestre. Por otro lado, al centro del espacio, se presenta una colaboración artística entre la organización regional de la Guardia Indígena Shipibo Konibo y el SCC. Se trata de una instalación que reproduce los patrones ondulantes del kené con las botas usadas por los comuneros durante sus rondas para monitorear el territorio y protegerlo de crímenes ambientales.

En el siguiente espacio se escucha en bucle Una ceremonia para las madres espíritus de los animales, pieza de sonido que registra los ícaros de cinco sanadores que forman parte de Asomashk[9] —asociación que se constituyó en 2017 para hacer frente al extractivismo espiritual— durante una ceremonia de ayahuasca sin pacientes humanos, concebida exclusivamente para extender su poder curativo al bosque amazónico. La pieza sonora establece una conversación precisa con la instalación de Celia Vásquez Yui y su hija Diana Ruiz, compuesta por alrededor de 20 vasijas de cerámica zoomorfas que representan especies en peligro de extinción.

Finalmente, en la última sala, la muralista Olinda Silvano ha pintado en kené el mapa del Non Nete, el territorio ancestral Shipibo- Konibo de alrededor de 8,1 millones de hectáreas de la selva amazónica. Este mural convive con una serie de fotografías que resultan de la colaboración entre la Asociación de Mujeres Shipibas Afectadas por las Esterilizaciones Forzadas con la maestra shipibo Edith Nunta Yui y la artista visual y cineasta catalana Èlia Gasull Balada. Las imágenes muestran pinturas corporales con patrones kené sobre los vientres de mujeres indígenas que fueron víctimas de la violencia racista del programa de esterilización forzada, implementado bajo la apariencia de una campaña de salud, por el gobierno de Alberto Fujimori entre 1995 y 2000.

 

Maya maya bainkin es la primera vez que el SCC, una organización cultural sin fines de lucro con sede en Nueva York, hace público en la capital peruana el trabajo de colaboración con artistas del pueblo Shipibo-Konibo que viene realizando desde el año 2016. Colaboración que ha tenido manifestaciones tan diversas como la aclamada película Icaros: A Vision , performances en Ciudad de México , exposiciones en poderosas galerías del norte global como Salon 94, Clearing, y White Cube, y festivales de cine en el marco del Ani Xeati en Ucayali. La exposición se suma al esfuerzo de reevaluación crítica de las jerarquías estéticas y epistémicas heredadas de la modernidad eurocéntrica que hoy anima muchos de los proyectos de la escena del arte nacional e internacional. No obstante, lo que distingue la exposición de otros proyectos curatoriales con reivindicaciones similares es su apuesta por generar diálogos entre las prácticas de las artistas y los activismos de las Asociaciones Shipibo- Konibo, logrando establecer un modelo bastante orgánico de cómo reunir arte, sanación, ecología y política. Ámbitos que, como bien señala el texto curatorial de los cofundadores del SCC, Matteo Norzi y Abou Farman, “recorren el mismo camino en la experiencia de vida Shipibo Konibo”.

CODA

Mientras escribo esta reseña — entre octubre y noviembre de 2022— , inauguraron en Lima tres exposiciones que reúnen a artistas de distintos pueblos originarios amazónicos: Nuio: volver a los orígenes, curada por el artista uitoto Rember Yahuarcani en la galería Martín Yepez; Los ríos pueden existir sin aguas, pero no sin orillas, curada por Giuliana Vidarte y Christian Bendayán en el Museo de Arte Contemporáneo de Lima; y, finalmente y también en el MAC Lima, Madres plantas y mujeres luchadoras, organizada por un equipo curatorial compuesto por Miguel A. López, Gala Berger y la artistas hipibo Olinda Silvano. Además, el 20 de octubre, el congreso aprobó una ley que reconoce a Cantagallo —asentamiento urbanos hipibo en Lima— como patrimonio cultural inmaterial de la nación. No cabe duda que nos encontramos en un momento importante para las reivindicaciones del pueblo Shipibo- Konibo, que por buena parte de la historia republicana no ha sido considerado un interlocutor pleno de la vida social. Aunque estos “reconocimientos” configuran un escenario notoriamente positivo y esperanzador, algunas interrogantes quedan en el aire. Por ejemplo, ¿qué obtienen las comunidades indígenas a cambio de estas inscripciones en el mundo de la cultura? ¿O cómo garantizar que los museos y otras instituciones sostengan —más allá de sus exposiciones temporales— el compromiso de dar voz y espacio a las prácticas artísticas indígenas? A pesar de que no hay respuestas claras ni sencillas a estas preguntas, resulta vital reconocer el esfuerzo de las y los artistas amazóniques que, a través de su trabajo, luchan por inscribir contra-historias indígenas que problematizan y enriquecen el canon del arte histórico eurocéntrico y colonial, para reclamar un lugar propio en una historia que claramente les pertenece.

Notas

  1. Ver más en: https://www.gob.pe/15251-quienes-son-los-pueblos-indigenas.

  2. Los países que “comparten” la Amazonía son: Brasil (64.4 %); Perú (9.7%); Bolivia y Suriname (7% cada uno); Colombia (6.6%); Venezuela (5.9%); Guayana (2.1%); Ecuador (1.6%); Guayana Francesa (0.8%).

  3. Shipibo Conibo Center es una organización cultural sin ánimo de lucro con sede en Nueva York que se sitúa en el contexto del arte contemporáneo y la producción de conocimiento, y promueve y perpetúa las formas de vida creativas del pueblo Shipibo-Konibo de la Amazonía peruana. Ver más en: https://es.shipiboconibo.org/.

  4. El Centro Cultural Inca Garcilaso pertenece al Ministerio de Relaciones Exteriores y busca contribuir de manera profesional a implementar el Plan de Política Cultural del Perú en el Exterior. Es un espacio de convocatoria y confluencia, abierto a la diversidad cultural del país. Bajo la curaduría general de Gredna Landolt, tiene una larga historia acogiendo proyectos de artistas indígenas. Ver más en: https://www.ccincagarcilaso.gob.pe/.

  5. Ícaro es el nombre común usado para denominar los cantos sagrados utilizados en la medicina tradicional amazónica peruana. Son cantos utilizados por los curanderos y las curanderas, especialmente los shipibos, en los rituales de sanación. Tienen tres dimensiones: energéticas, sonoras y semánticas. Fueron declarados “Patrimonio Cultural de la Nación” en 2016.

  6. Luisa Elvira Belaunde (2009). Ver más en: http://repositorio.cultura.gob.pe/handle/CULTURA/682.

  7. El término enteógenos fue introducido para describir las propiedades de algunas plantas medicinales como la ayahuasca y evitar las connotaciones asociadas tanto a la palabra alucinógeno (considerada imprecisa y peyorativa), como al término psicodélico (demasiado ligado a la contracultura de los años sesenta).

  8. Chonon Bensho fue recientemente ganadora del Concurso Nacional de Pintura del MUCEN, siendo la primera mujer indígena en ser reconocida con este galardón considerado uno de los más importantes del país.

  9. Asociación de Onanyabo Médicos Ancestrales Shipibo-Konibo-Xetebo. Los cinco curanderos fueron: Elisa Vargas Fernández, Walter Ramiro López López, Rogelia Valera Gonsález, Claudio Sinuiri Lomas y Francisco Vargas Fernández.

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