14.12.2020

"Crímenes contra la naturaleza": palabras para recorrer los caminos de la resistencia

Del número piloto de The Against Nature Journal, una revista semestral de arte y derechos humanos que explora las leyes del “crimen contra la naturaleza” y sus legados, presentamos cuatro columnas escritas por activistas, escritorxs y académicxs que dan un vistazo a la vida, cultura, luchas y esperanzas de las personas LGBTQI+ en lugares donde regresiones relacionadas con los derechos reproductivos, de orientación sexual e identidad de género aún prevalecen.

Members of the LGBT community demonstrate outside the Hall of Justice in Port-of-Spain, Trinidad and Tobago April 12, 2018. Image via REUTERS / Andre de Silva

Este artículo fue publicado originalmente en The Against Nature Journal.

Orgullo en el servicio de la Iglesia de Jesús: reduciendo la brecha en Barbados y el Caribe
Donnya Piggott
No es ningún secreto que la religión alimenta en gran medida la homofobia desenfrenada que existe en el mundo. Específicamente, alimenta la homofobia que existe en el Caribe donde vivo y donde persigo incansablemente junto a otres un camino hacia la igualdad y la justicia para todas las personas.
Surge entonces la pregunta de por qué Barbados—Gays, Lesbians and All-Sexualities Against Discrimination (B-GLAD), la organización que he dirigido durante siete años, organizaría Pride in Jesus un servicio eclesiástico durante el Mes del Orgullo en 2019. Al igual que otras organizaciones LGBTQ en la región del Caribe, nuestro principal adversario siempre ha sido la iglesia cristiana. Argumenta que la homosexualidad equivale a un espíritu demoníaco, como se predica en los mítines de toda la isla, o que va en contra del orden natural del hombre, o además, que es “la erosión del tejido social”.
A pesar de cierto rechazo dentro de la propia iglesia, la resistencia a tales creencias en la comunidad LGBTQ local ha generado mucha discusión. La iglesia continúa siendo una causa de trauma para las personas LGBTQ, muchas de las cuales se alejaron de la misma hace algunos años. Los sentimientos de rechazo, autodesprecio e insuficiencia provienen de nuestras primeras experiencias con la religión. Entonces, de nuevo la pregunta: ¿Por qué organizaríamos tal evento?

Un servicio religioso con cánticos, oración y adoración permite a los creyentes en la fe cristiana tener conversaciones importantes sobre la igualdad. Barbados se promociona como una nación cristiana. Sin embargo, a lo largo de los años, la iglesia sólo ha demostrado miedo, difundido información errónea y ha bloqueado el progreso de la comunidad LGBTQ. Nuestro servicio eclesiástico fue un esfuerzo por sanar y superar esa división. Aquí es donde se logra un progreso real, construyendo puentes.

Por supuesto que los cristianos que creen en la igualdad, la equidad, la justicia y el amor existen: a menudo son ellos los que nos envían notas de ánimo a nuestras bandejas de entrada o nos detienen silenciosamente en la calle. Reconocen que la comunidad LGBTQ necesita ser protegida y no denunciada. También hay personas cristianas-LGBTQ, que al existir dentro de esta intersección esconden con frecuencia sus propias sexualidades, a pesar de ello, nos apoyan desde las sombras. También les aceptamos por vivir sus verdades. Es importante que no sean olvidades.

Como era de esperar, el evento causó un gran revuelo. Los principales líderes religiosos antigay asistieron, escucharon en silencio y discutieron entre ellos, a veces en desacuerdo con la necesidad y relevancia de tal evento e interrumpiendo con opiniones. Sin embargo, el servicio permitió a todos los líderes religiosos que se encontraban en ambos lados del argumento de inclusión LGBTQ, escucharse y compartir escrituras comunes, diferentes experiencias y diversas perspectivas.

Si vamos a abrazar y celebrar la diversidad, debemos ser inclusivos. Como miembro no cristiano de la comunidad LGBTQ es posible que no conozca el resultado directo del diálogo para la comunidad cristiana. Sin embargo, creo que fue un paso en la dirección correcta porque el cambio real comienza con eso: el diálogo.

Agendas anti-género como restablecimientos coloniales en Brasil y Abya Yala
Viviane Vergueiro
Dos episodios del contexto brasileño ocurridos en el último año pueden ser útiles para reflexionar sobre las agendas anti-género en nuestros contextos políticos regionales. El primero, un intento legislativo en el estado de São Paulo de establecer “el sexo biológico como único criterio para la definición del género de competidores” en el deporte profesional (Assembleia Legislativa, n. 346, 2 de abril de 2019); el otro, violentos comentarios de Jair Bolsonaro, (todavía) presidente del país, sobre un programa de la Rede Globo TV sobre mujeres trans y travestis en prisión, luego de que se divulgara la causa de encarcelamiento de una de las entrevistadas.
Al reunir estos incidentes, invito a considerar las conexiones entre las agendas anti-género (como lo propone Sexuality Policy Watch) y la idea de “restablecimiento colonial”. Considero esto como un ensamblaje teórico de bio-necropolíticas y colonialidades (de poder, conocimiento, ser) que constituyen dispositivos socioeconómicos y multiplicadores de fuerza, los cuales legitiman, actualizan y normalizan el pasado, presente y futuro de las relaciones socioculturales y geopolíticas. El restablecimiento colonial es un deseo político actual para muchos en todo el mundo: un orden “natural” de cosas basado en perspectivas supremacistas y jerarquías colocadas entre existencias. En este sentido, los dos episodios son ilustraciones de exclusión institucional y delitos perpetrados por representantes políticos contra personas trans* y no conformes con el género. Ambos evocan un espacio-tiempo que equivale al menos a quinientos años de genocidio blanco europeo.

Las conexiones entre estos eventos también sitúan la complejidad en torno a las perspectivas y derechos con respecto a las identidades de género, las expresiones de género y las características sexuales en la resistencia contra las agendas anti-género. Como se detalla en el informe Derechos en riesgo del Observatorio de la Universalidad de los Derechos en 2017, es importante reconocer cómo tales agendas son promovidas y financiadas por actores seculares y religiosos en varios niveles, y cómo afectan a varios grupos a través de diferentes estrategias. Dado que algunos países implementan medidas de segregación social basadas en el sexo y el género durante la pandemia de Covid-19, es relevante mapear los elementos que impulsan los imaginarios de las sociedades.

Estas interconexiones dan lugar a la precarización mundial de los derechos socioeconómicos y la autonomía, particularmente de los grupos marginados en las intersecciones de raza y clase, incluidas las personas LGBTI. También destaca la necesidad de ubicar las especificidades sociohistóricas para comprender las formas en que opera el poder dentro de las ideologías coloniales, las revoluciones industriales y los proyectos supremacistas. Cuando se propone un proyecto de ley que excluye a las mujeres trans* de los deportes profesionales, ignorando las instrucciones de organismos internacionales sobre el tema, no se trata de un mero acto de exclusión de un grupo social de una ocupación.

Surge una pregunta más profunda: ¿Puede la política trans* permitirnos considerar mejor las injusticias económicas más amplias de las bio-necropolíticas de género? ¿Podría contribuir a un replanteamiento colectivo de las economías hiperproductivas y corruptas de los deportes profesionales y los dispositivos de género de los que dependen?

Cuando un gesto de trato “humanizado” hacia las mujeres trans* y travestis en las cárceles es instrumentalizado por la mafia de Bolsonaro a través de insultos, no se trata únicamente de defender los derechos individuales independientemente de los delitos cometidos, sino de una oportunidad para promover perspectivas críticas sobre los derechos judiciales y el complejo industrial de prisiones, sus funciones cada vez más privatizadas y mediatizadas; un complejo ligado al extractivismo, militarismo y fascismo global extremos que organizan la violencia.

Comparto estos pocos pensamientos con la esperanza de situar las agendas anti-género dentro de los intentos de restablecimiento colonial que operan hoy en Brasil y Abya Yala a través de supremacismos bio-necropolíticos y extractivismos, que en relación a las invisibilidades y exotismos de los datos también cuestionan el papel político de las ciencias. Conectar estos puntos, especialmente en tiempos de pandemia, parece fundamental para nuestra supervivencia y bienestar colectivo.

De las leyes islámicas y el pasado colonial: los enigmas que enfrenta la comunidad LGBT de Malasia
Niza
En septiembre de 2018, Malasia fue noticia por azotar a dos mujeres por intentar musahaqah (sexo lésbico). Las mujeres fueron acusadas en virtud de la sección 30 de la Ley de delitos penales de la Syariah de 2001, leída en conjunto con la sección 59 (1) de la misma ley. Se les multó por 800 dólares a cada una y se les azotó seis veces frente a unas 150 personas en la corte del conservador estado de Terengganu.
Los azotes tenían la intención de humillar. La activista LGBT y amiga Thilaga Sulathireh, del grupo Justice for Sisters, dijo que lloró al presenciar el evento. Como alguien que se identifica como lesbiana, me sorprendió la decisión judicial, sentimiento compartido con mi comunidad de mujeres queer. Nuestra comunidad se mantiene alejada de provocar a las autoridades, reuniéndose solo aquí y allá en secreto. Académicos afirman que las lesbianas no han representado una gran amenaza históricamente en comparación con los hombres homosexuales.
Malasia tiene dos sistemas legales: uno secular, heredado del colonialismo británico, y el otro es un sistema de la Syariah que gobierna a los musulmanes en asuntos como el matrimonio, el divorcio y la pensión alimenticia. Ambos sistemas discriminan a las personas LGBT.
La preocupación de Malasia por nuestra comunidad no es nueva. En 2008, el National Fatwa Council emitió un edicto religioso contra los pengkids (un término degradante para las mujeres que se visten como hombres y que pueden o no tener deseos sexuales por otras mujeres). Los hombres homosexuales han sido enviados a prisión. Las mujeres transgénero son asesinadas de forma rutinaria. Persiste el acoso en línea de personas LGBT malasias.

Muchos consideran que Malasia es una “nación musulmana moderada”, pero ha experimentado un aumento del fundamentalismo islámico desde la década de 1970. La mayoría de los musulmanes creen que la comunidad del Profeta Lot fue condenada por Dios por practicar la homosexualidad, como se describe en el Corán. La sodomía está hoy prohibida en virtud de la sección 377 del Código Penal de Malasia, que fue introducida por primera vez por gobernantes coloniales británicos. El uso más famoso de esta ley fue en 1998 cuando el entonces primer ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, despidió a su adjunto Anwar Ibrahim por acusaciones de sodomía en un intento de destruir su carrera.

Sin embargo, a pesar de los malentendidos populares, el sudeste asiático, incluido el archipiélago malayo, tiene una rica historia de diversidad sexual y de género. La investigadora Sarah Ngu afirma que los gobernantes malayos desde el siglo XV nombraron sidasida en sus palacios. Estes cortesanes andrógines tenían relaciones con ambos sexos y su función era proteger a las mujeres de la corte.

Con respecto a los recientes azotes, el grupo feminista local Sisters in Islam emitió una declaración: “Las enseñanzas del Corán enfatizan el arrepentimiento, el perdón y la transformación personal. Dios perdona y es misericordioso”. Si bien puede que no aprueben la homosexualidad en sí, su declaración es radical. Tales voces progresistas son raras en Malasia porque muchos musulmanes creen que los derechos humanos, el liberalismo y el pluralismo van en contra del Islam. Pueden pasar años, incluso generaciones, para que las personas LGBT de Malasia alcancen sus derechos, pero hay un rayo de esperanza. Por mi parte, espero que a medida que avanza la sociedad malaya, también lo hagan los derechos de nuestra comunidad marginada.

Los esfuerzos de inclusión del arco iris de una coalición de iglesias en la India
Pawan Dhall
La religión no me cautiva, pero su influencia en las vidas queer sí me afecta. Como activista queer que trabaja desde la década de 1990, me he encontrado con personas que han reconciliado los diktats de su religión sobre el pecado, la culpa y la vergüenza con su género o sexualidad, estado de VIH u ocupación en el trabajo sexual. Sin embargo, hay otres que permanecen atrapades en el medio. En busca de mejores formas de ayudarlos, me familiaricé con las organizaciones religiosas (OBF) a mediados de la década de 2000 en el contexto de la epidemia del VIH.
Al principio era muy escéptico sobre su enfoque, sospechando una actitud de juicio en lugar de respeto por la diversidad humana. Sin embargo, en 2009, me enteré de un FBO llamado Consejo Nacional de Iglesias en India (NCCI), cuando emitieron una declaración en apoyo de la decisión del Tribunal Superior de Delhi de leer la Sección 377 del Código Penal de la India, una Ley de la era británica que siguió criminalizando a las personas queer incluso después de sesenta y dos años de la Independencia. NCCI, un foro de treinta y un iglesias protestantes y ortodoxas en toda la India, fue una de las pocas OBF dispuestas a revisar su postura sobre géneros y sexualidades no normativas, y aparentemente incluso a costa de molestar a las iglesias miembro. Dado que la Sección 377 era un “gran unificador religioso”, el NCCI también se arriesgó a recibir críticas sin escudos de organizaciones no cristianas.

En 2016, cuando asistí a una conferencia del NCCI de líderes eclesiásticos, teólogos y activistas queer en el United Theological College en Bangalore, me enteré además de que el programa ESHA del NCCI había convocado talleres sobre sexualidad humana para líderes eclesiásticos desde 2001, involucrando a cristianes queer como defensores. En su centenario en el 2014, NCCI estableció el Foro Ecuménico Nacional para las Diversidades Sexuales y de Género. También redactaron un curso sobre sexualidad humana para estudiantes graduados de teología. Esto fue bastante valiente ya que la Corte Suprema de India acababa de dar marcha atrás para restablecer la Sección 377, aunque finalmente la leyó nuevamente, e irreversiblemente, en 2018.
NCCI ahora tiene como objetivo transformar el Foro Ecuménico en un instituto autónomo para el género, la sexualidad y la igualdad religiosa, y avanzar más allá de los programas individuales como ESHA para hacer que toda la política organizativa de NCCI sea inclusiva. Los esfuerzos de NCCI son estimulantes. El hinduismo como fe y amalgama de culturas ya encarna varios ejemplos de queerness. También afirma no tener restricciones homo/lesbo/transfóbicas comparables a las prescritas supuestamente en las religiones judeocristianas. Pero me temo que los defensores queer del Hindutva se están apropiando de esta apertura como una afirmación sin fundamento de superioridad cultural, donde la investigación literaria muestra que la queer tiene un espacio positivo también en otras religiones.

Espero que crezca la credibilidad de NCCI como un FBO amigable con los homosexuales. Simultáneamente, busco mayores matices en su trabajo. Han publicado una cantidad considerable de la literatura para cuestionar la creencia de que la Biblia condena la homosexualidad como un pecado. Sin embargo, algunos de estos textos solo parecen aceptar personas queer supeditadas al matrimonio entre personas del mismo sexo. ¿Qué pasa con las personas solteras queer?

Si es posible una práctica de la religión más amable y más justa, una que supere la adherencia literal a la adivinación bíblica, entonces me viene a la mente un círculo de estudios queer pilotado en 2019 por Bishop’s College, un afiliado de NCCI con sede en Calcuta. El círculo tenía como objetivo facilitar la amistad entre “profesores y estudiantes de teología” y “personas queer”. Tal iniciativa podría abordar mejor la necesidad posterior a la despenalización de un espíritu anti-discriminatorio y llevar a casa el mensaje de que “la homofobia no es cristiana”.

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