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17.11.2014

Bandera Negra

Proyectos Siqueiros, Morelos, México
September 27, 2014 – January 11, 2015

Rúben Ortiz. Bandera mariposa negra, 2014 Rúben Ortiz. Don´t  Tread on Me, 2014 Rúben Ortiz. Bandera magonista, 2013

La nueva producción de Rubén Ortiz Torres Bandera Negra se ubica en relación a la figura plástica e ideológica de David Alfaro Siqueiros y es, probablemente, uno de los diálogos más brillantes que se hayan logrado en los últimos 5 años, entre arte y política; una de las perspectivas que explora Proyecto Siqueiros: La Tallera y Sala de Arte de Público como vocación y problemática fundacional. Para Ortiz Torres insertarse en la problemática moderna del pensamiento anarquista, significa la posibilidad de desplazarse hacia movimientos undergrounds y contraculturales que aún no encuentran un claro espacio en la distribución del poder político y sus niveles de representación.

De tal suerte, esta exposición retoma el histórico lema revolucionario de Ricardo Flores Magón “Tierra y Libertad” para crear su primer nivel de representación: una cadena de banderas asociadas a los destellos anárquicos que permiten sobrevivir posturas políticas minoritarias en la sociedad contemporánea, así aparecen en la exhibición las banderas anarco capitalista o anarco-gay (Bandera mariposa negra, 2014). Pero desde esta investigación, también se desprende la postura crítica y humorística que ha definido el trabajo de Ortiz Torres desde sus comienzos, así como las historias que se entretejen entre la construcción histórica y la cultura popular.

Un segundo cuerpo pictórico de esta muestra se ubica en relación a la investigación que tempranamente desarrolló Siqueiros en cuanto al uso de materiales hasta entonces ajenos al canon occidental de la pintura; posturas de investigación matéricas que definen a Siqueiros como un gran modernista pero que, al mismo tiempo, lo convierten en una fuerte paradoja para las ideas del realismo socialista que el gran muralista abrazó en su pensamiento y postura ideológica. Para Rubén Ortiz Torres, significa poner esta notoria paradoja política-artística en el centro de su análisis y así atrae al contexto de esta exposición la investigación que ha desarrollado en los últimos años basado en el “uretano” como material poroso, permeable e intranquilo, se trata de una capa pictórica usada tradicionalmente en la industria automovilística y que le permite desplazarse hacia las prácticas accionistas del arte contemporáneo. O sea, estas pinturas poseen la capacidad de auto-transformarse ante las interacciones con el medio ambiente y el desplazamiento del ser humano en relación a ellas. De tal suerte, los cambios atmosféricos permitirán al espectador obtener distintas capas pictóricas así como lecturas de las mismas. Deberíamos retomar en este punto, la arquitectura de La Tallera, este gran taller de producción que le permitió a Siqueiros desarrollar La Marcha de la Humanidad, taller al que atrajo el complejo sistema de rieles importado de las fábricas empacadoras de autos en los años sesenta y que hoy le permiten a Rubén Ortiz Torres utilizar un complejo robot ubicado en la Universidad californiana de San Diego, para convertirlo en el “hacedor” de sus piezas.

Con este robot computarizado, Ortiz crea estas capas pictóricas de gran formato que desplazan el uretano de forma perfecta sobre la superficie y, al mismo tiempo, controlan un factor “tiempo-espacio-desplazamiento” en el que confluyen los usos populares de la capa pictórica en los automóviles de circulación diaria por nuestras calles y, al mismo tiempo, se ubican frente al gran discurso histórico-visual de la modernidad mexicana: el movimiento del “muralismo mexicano”. Un nuevo problema o nivel de lectura, introduce el artista con esta encadena relación, se trata de la relación entre la monocromía pictórica y la gran obra narrativa e histórica que marcó al muralismo y a las posturas de ultra-izquierda con la que dialogaron (en su momento) los pilares de la modernidad mexicana. Es decir, los ideólogos soviéticos de principios del siglo XX encontraron en los grandes movimientos de vanguardia rusos de aquellos años, a artistas con una postura burguesa que poco tenían que ver con la ideología del pueblo, de ahí que priorizaran al “realismo socialista” como la forma oficial de creación artística y tacharan de traidores a la patria a muchos de los artistas que siguieron firmes ante sus investigaciones monocromas.

Rubén Ortiz Torres encuentra en este debate ideológico el problema de la aceptación negociada de Siqueiros entre sus pares comunistas. Es decir, Siqueiros fue un artista interesado en el investigación de materiales ajenos a la pintura clásica (como hemos señalado), para quien el espacio público y la arquitectura fueron ejes centrales en su discurso; y estas problemáticas “complejizaban” sus narraciones históricas a unos niveles de pensamiento que no podían encontrar un pacto tácito con la ideología del estalinismo, posturas que definían los quehaceres artísticos en la antigua Unión Soviética. Así es que atraer este debate al contexto de nuestros días, significa para Ortiz Torres la posibilidad de deconstruir la figura artística e ideológica de Siqueiros y, de paso, ubicarse frente a una de las grandes investigaciones de la pintura occidental: la monocromía. En este debate podemos ubicar una de las grandes piezas que se encuentra en esta muestra: América blanqueada, una pieza que hace referencia al mural de Siqueiros, ubicado en Los Ángeles (ciudad en la que radica Ortiz Torres) y que recientemente fue restaurado después de décadas de ser velado. Así es que Rubén atrae las problemáticas de la censura, encuentra una relación poética entre las capas pictóricas que solían cubrir el mural y, a la vez, retoma el tema de la policromía. La versión original reproducida en esta obra, ha sido cubierta por una capa perfecta de uretano que ponen sobre la mesa diversas posturas críticas en relación al arte, la política y sus usos ideológicos.

Un tercer cuerpo de obras puede ser denominado como “pinturas accionistas”, en homenaje a la relación que existió entre Siqueiros y Pollock, pero donde Rubén retoma más bien la tradición de los movimientos accionistas provenientes del happening y la performance; El Grito, Pintura embarazada o Qué bonita bandera, todas del año 2014, le permiten al público entrar en contacto directo con ellas y, una vez, en interacción, la capa pictórica se transforma; una suerte de postura visual y pictórica utópica que regresa a Rubén Ortiz Torres al seno de su educación bajo un modelo utópico de anarquismo republicano español.

Con la exhibición Bandera Negra, El Instituto Nacional de Bellas Artes a través de Proyecto Siqueiros: La Tallera, pone de relieve la trascendencia y el compromiso del apoyo a la producción artística. Se trata de la mayor producción que haya realizado este museo desde su re-apertura en septiembre del año 2012. Ortiz Torres quien formó parte del Sistema Nacional de Creadores del FONCA, desarrolla este nuevo y trascendental cuerpo de obras con el apoyo económico de nuestra institución y queremos agradecer la generosidad del artista al haber donado para nuestros fondos su video-instalación construida en relación a los fondos del archivo documental del maestro Siqueiros.

Link: http://www.saps-latallera.org/

Fotos: Agustín Estrada / Araceli Limón

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