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27.08.2015

Cero Normal

Instituto de Visión, Bogotá, Colombia
20 de junio de 2015 – 3 de septiembre de 2015

Cero Normal (2 of 48)

Cero Normal (21 of 48)

Cero Normal (27 of 48)

Artistas: Adriana Ciudad, Wilson Díaz · Los Dudosos, Sebastián Fierro, Víctor Garcés, Karlo Andrei Ibarra, Adriana Martínez, Sara Milkes, Nadie, Paola Vega, Antonio Castles

Cero Normal es un proyecto curatorial de Magdalena Arellano que rastrea los puntos en común que caracterizan una generación de artistas latinoamericanos que trabajan a partir de conceptos como territorio, paisaje y representación.

El trabajo de los artistas seleccionados coincide en la forma que empiezan sus procesos de creación, donde la inspiración y/o la composición dependen de la improvisación. Se puede entender improvisación como una circunstancia de inmediatez, que obedece al impulso no premeditado, no preparado de antemano o el resultado del devenir. Sin embargo, en esta compilación se plantea complejizar la percepción sobre la improvisación como un valor agregado en el acto creativo y artístico.

En ese sentido, se agrupan los trabajos reunidos en las siguientes temas, -las categorías no son excluyentes y hay prácticas que deambulan entre varias de ellas-:

Las acciones público-privadas llevadas a cabo por el colectivo Los Dudosos (Silvia Ibarra y Wilson Díaz) y Wilson Díaz en la década del 90 en Bogotá que con sutileza hacen señalamientos de roles que cuestionan categorías de género, sexualidad y estatus social, reflexionan sobre los territorios de improvisación como espacios ficticios, que mediante la intervención-apropiación, replantean cuestiones del habitar tanto del individuo (artista) como de la sociedad.

Sara Milkes con los Jardínes Zen contemporáneos (2015), interviene espacios cuyo uso oscila entre lo público y lo privado, donde se combinan elementos visuales propios de la urbanidad y su contingencia de actividades y actores: grafiti, basura, excremento, plantas invasoras y publicidad. A partir de creaciones amorfas, coloridas, e improvisadas expresa la complejidad visual a la que estamos sometidos diariamente.

A partir de la apropiación y superposición de videoclips musicales de cumbia e imágenes captadas de hechos violentos o catastróficos de la historia nacional reciente del Salvador, Nadie demuestra cómo los escenarios para el llanto y la risa han sido los mismos: el hotel Sheraton, el monumento al Divino Salvador del Mundo y la Universidad de El Salvador.

Karlo Andrei Ibarra en Escala de valores (2015), establece relaciones sobre las clasificaciones económicas y sociales a las que obedece la vida en sociedad mediante el sistema de identificación cromática Pantone, usado ampliamente por diseñadores, artistas y agencias de mercadeo desde los años 60.

Adriana Martínez, mediante la acción conceptual de ubicar bolsas de basura en la fachada de Instituto de Visión, cuestiona sobre conceptos como belleza, efímero, sublime o verdadero; abre camino a lo que denominó La improvisación y la representación en la cual indago sobre los límites de la representación de la imagen u obra como definición de categorías y cánones estéticos.

Por ejemplo, Sara Milkes en Estériles estéticos: Estructuras triangulares y Corona fúnebre para mí misma hace uso directo y simbólico de categorías visuales de diferentes orígenes para intentar constituir piezas que discuten acerca de la relevancia de la disciplina estética en la definición del objeto artístico. Con este fin Milkes integra elementos de vocabularios visuales como el comic, el grafiti, la repostería, el kitsch, y lenguajes tradicionales del arte con los que crea pastiches que entremezclan sin jerarquización los niveles de categorización visuales.

En Sobre la superficie (1994) Wilson Díaz hace uso de La improvisación como método de composición, ya que es a partir de ésta serie de ensayos de desnudos y de exploración del cuerpo, encuentra material de trabajo para producir la exposición del mismo nombre un año después. Estas escenas íntimas cuyo valor estético está mediado por la misma privacidad fugaz que nos dejan entrever.

Paola Vega por su parte, ejecuta manchas de color de manera aleatoria sobre el lienzo para crear paisajes abstractos, utópicos y placenteros. A través de la continua repetición de capaz de óleo, se va dejando llevar por estados de expresión espontáneos e inconscientes que crean composiciones atmosféricas capaces de atrapar la mirada hasta llegar a lo contemplativo.
Víctor Garcés produce una serie de dibujos a partir de muebles desechados o ruinas arquitectónicas que encuentra en sus inmersiones por el barrio San Felipe y que, consecutivamente en un acto introspectivo y violento, chamusca para convertir en carbón. Tarde y temprano. Mediación #6, Recuerdo con nombre ó Polvo y Gas, se extienden por el espacio expositivo, creando una composición con materiales, objetos y cuerpos hallados con el objetivo de entablar un diálogo entre presencia, arquitectura e historia.

El paisaje improvisado, es el objeto de estudio en el que se enmarca la obra de Sebastián Fierro, Adriana Ciudad y Antonio Castles, quienes revisan la manera en que el paisaje contemporáneo es el resultado de múltiples acuerdos entre la invención y la práctica, y que obedece a la constante necesidad de establecer una noción de ordenamiento del mismo.

En Esquina (2014) Sebastián Fierro propone una revisión de la conjunción del mundo natural y la arquitectura al relacionar diferentes referentes: La esquina curva, cuya pretensión de imitar las formas naturales es popularizada por el amalgamado estilo art déco en el siglo pasado; el mosaico del piso que cita a la ilusión óptica del cubo de Necker; y sobre detrás de las paredes, en el juego del adentro y el afuera, Sebastián ubica otros elementos: árboles y grandes manchones de pintura de color sintético para crear una segunda ilusión sobre el espacio.

Adriana Ciudad recurre a la representación del paisaje edénico, primigenio y salvaje de la Amazonía con la instalación de dibujo Matorrales (2015) el cual transgrede con manchas de color que insinúan violencia, luchas de las que el territorio, se presume ha sido testigo y protagonista. También se podría pensar la mancha, como velación y resguardo de lo sucedido.

Antonio Castles participa en la sala de vídeo con A lo largo y ancho (2015) un conjunto de obras pensadas in situ, que interpelen a la noción de paisaje rural en oposición al urbano. Rebatiendo cómo la definición de campo obedece a dos posturas severas: la que lo contrapone como el lugar idílico, alejado de los vicios de la ciudad y el espacio perfecto para la reconciliación del binomio hombre-naturaleza; o el territorio del subdesarrollo y el abandono.
En una exploración por los alrededores de Bogotá, Antonio revierte estas ideas, de este paisaje específico, con series de fotografías y vídeos que a modo de archivo van revelando la historia de este recorrido, con la intención de registrar las complejas transformaciones económicas, habitacionales y estructurales al que se ha ido sometiendo el paisaje del campo alrededor de la ciudad.

http://institutodevision.com/

Texto de Magdalena Arellano
Cortesía de Instituto de Visión, Bogotá

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