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17.01.2015

Ex-Voto

Museo Jumex, Ciudad de México, México
14 de noviembre de 2014 – 25 de febrero de 2015

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El contrato era preciso: un cuadro a cambio de la sepultura. El cuadro era para los Franciscanos de Venecia, una Pietà por la mano de Tiziano, gloria de la República. La tumba para el viejo pintor estaría en la iglesia más prestigiosa de la ciudad, Santa Maria Gloriosa dei Frari, en la capilla del Crucifijo. El formato del cuadro era monumental como el espacio en el que ocurre la acción: un muro antiguo que enmarca unas inscripciones en griego; un nicho monumental de estilo “rústico”, una estructura de mampostería que parece recién sacada de la cantera y ensamblada según la última moda arquitectónica. De cada lado del nicho, una escultura de mármol sobre un zócalo antiguo convoca al tiempo de la historia, tanto judía como católica: Moisés y la sibila que anuncia el triunfo de Cristo. Se trata del mecanismo tradicional de la pintura: un espacio artificial, sin adentro ni afuera, en el cual se instala majestuosamente y bajo una luz atemporal y abstracta, un santo, una santa, una conversación sagrada, una virgen con el niño… Del lado derecho del lienzo, un cuadro dentro del cuadro recuerda la norma y el contrato. Un ex-voto ingenuo a ras de suelo: en la minúscula tavoletta, una Pietà tal y como se le narra a los niños y a los simples, aparece detrás de un nubarrón para recibir la acción de gracias de un hombre (?) y de su hijo arrodillados. Ex-voto, PGR (“por la gracia recibida”): por una vida salvada, una imagen. Es el contrato del ex-voto, pintura ejemplar. Mantiene unidas a las familias, al Estado, a la religión. Y detrás de la tableta, el escudo heráldico amarillo, blanco y negro, testigo de la dignidad social del pintor y de su familia. Pintura votiva, escudos de armas: la imaginería que constituye la pintura ordinaria. Pero, ¿y la Pietà del viejo Tiziano?

Al centro del cuadro, el nicho está vacío, abierto. El fondo dorado del ábside deja entrever el fantasma de una alegoría (¿una paloma?, ¿un pelícano?, ¿un águila?). La escena se desliza hacia la parte inferior del cuadro como se deslizó el cuerpo de Cristo sobre las piernas de su madre. “Noche. Exterior.” Una textura lodosa cubre la superficie abotargada del cuadro. Tinieblas por doquier de las que se arrebatan con trabajo las figuras. Tirado al pie del cuadro, el cuerpo en descomposición del Cristo irradia una luz espectral –placas de blanco laqueado que se desprenden del cuerpo–.
La pintura deja de ser carne. Todo es carroña: remiendo de jirones deshilachados que sirven para curar y hacer vendas. Todo se deshace. María Magdalena grita su dolor con el brazo en alto como una maldición y huye hacia el frente, hacia nosotros. Huye de la muerte y del cuadro. Un viejo suplicante y semidesnudo aparece bajo el cadáver, envuelto en pinceladas de un color rosa obsceno que se esparcen como hebras de carne sobre el escalón de piedra: el pintor como asceta penitente o Job o San Jerónimo. Desolación sin remedio. Tras la muerte del verbo todo es noche. Las formas gesticulan: Moisés es vagamente grotesco, los pedestales de leones animan con ferocidad sus colmillos desmesurados. Por encima del hocico del león, al pie de la sibila de un mármol indiferente, surge un brazo extendido como si se tratase del resto de un festín caníbal, como una visión surgida del Guernica.

Se dice que el cuadro está inconcluso. Se le encargaría a Palma, su discípulo, intentar maquillarlo: unos cuantos retoques y, para contener el vacío al centro del cuadro, un putto esgrimiendo la antorcha de la fe. Muere Tiziano y muere su hijo. La peste reina sobre Venecia. El desastre no tiene límite. El pintor sería enterrado en la capilla dei Frari, pero el cuadro no conseguiría entrar a la iglesia.

—Patricia Falguières

Link: http://fundacionjumex.org/

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