Reseñas - Brasil

Rosa Lleó

Tiempo de lectura: 8 minutos

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25.04.2018

Revisando Porto Alegre: 11a Bienal del Mercosur y exposiciones en Iberê Camargo Foundation, Brasil

Por Rosa Lleó, Porto Alegre, Brasil
6 de abril de 2018 – 3 de junio de 2018

Porto Alegre no es una ciudad turística, es una urbe mediana de Sudamérica con su centro colonial y edificios altos de un modernismo austero. Forma parte de Brasil, pero también podría formar parte de Uruguay o Argentina. Debido a la creación de la Bienal del Mercosur y la Fundación Iberê Camargo, ambos respectivamente fundados en 1996 y 1995, la ciudad ha adquirido cierta relevancia en relación al arte contemporáneo en esa región y más allá. Además, ediciones de la bienal como aquellas curadas por José Roca (2011) o Sofía Hernández Chong Cuy (2013) la situaron en el centro de la escena artística internacional. La bienal ha pasado por altos y bajos en las últimas ediciones que se relacionan con la situación económica y los entresijos políticos del país que la alberga.

Esta onceava edición llega con un año de retraso, ya que estaba prevista para el 2017. Los comisarios son la curadora Paula Borghi y el crítico y curador alemán Alfons Hug, residente de Brasil desde hace años, quien ya fue curador de la Bienal de São Paulo en dos ocasiones. Con un presupuesto bastante reducido en comparación con años anteriores, la bienal de este año se presenta como modesta en producción pero con un título que sugiere reflexiones de gran envergadura. El triángulo atlántico estudia las relaciones de tensión cultural en el triángulo entre África, América y Europa, un concepto con un peso histórico contundente, ya que inevitablemente se acerca a tensiones no resueltas en la relación con lo africano e indígena, sobre todo, pero no exclusivamente, en Brasil. Además no olvidemos que estamos en un contexto muy tenso en lo que concierne a lo social, por ello la labor de comunicación de este evento es esencial para llegar a un público general que dispone de pocos recursos para cuestionar el status quo impuesto en las redes sociales y la televisión.

Justo cuando escribo este texto se publica un artículo en esta misma revista con el título Historias afro-atlánticas que habla del trabajo que lleva realizando el MASP de São Paulo. Inevitablemente lo primero que viene a la cabeza son preguntas: ¿cómo trabajar este tema para llegar a decir algo nuevo o relevante? ¿cómo traducir estas tensiones a un lenguaje no sólo artístico pero también curatorial? Sin embargo, desde mi posición como curadora no familiarizada con muchos de los artistas —o con su contexto— he echado de menos disponer de más información sobre cada uno de los proyectos. En este caso no veo que sea importante no imponer una narrativa sino que puede llegar a perjudicarlos. Todos los trabajos funcionan a nivel visual dentro del discurso pero ha sido muchas veces difícil indagar un poco más sobre cada uno. Al investigar por mi parte, muchos cabos se han ido atando y los trabajos han ganado profundidad. Es curioso también cómo los únicos trabajos que tienen información son aquellos que pueden ser polémicos como el de Vasco Araújo, ya que contiene textos escritos en la época colonial, cuyo contenido en una lectura superficial es claramente racista.

La bienal se divide en tres sedes y algunos proyectos in situ por la ciudad y sus alrededores. En el MARGS (Museo de Arte Contemporáneo de Rio Grande do Sul) las cuestiones antes mencionadas se abordan desde la historia, en concreto por medio de los viajes a través del océano atlántico y del tráfico de esclavos. Una gran pintura mural de Arjan Martins (Rio de Janeiro, 1960) preside la sala central y funciona como cuestionamiento de estos temas. Como artista brasileño afrodescendiente, su mapa mental de la conquista es personal y desdibujado, y puede funcionar como un buen ejemplo para pensar en la historia misma fuera de los discursos hegemónicos y sistemáticos. De esta misma forma, la fascinación por la exploración y conquista se resuelve metafóricamente en la película Vostok, de Leticia Ramos (1976, Santo Antônio da Patrulha, BR) en la que la artista propone un viaje submarino ficticio en un lago prehistórico de la Antártida, todo en realidad realizado en una pequeña piscina con una maqueta casera de un submarino.

En el edificio contiguo, sede de Santander Cultural, la visión principal es la de grandes instalaciones de los artistas más conocidos internacionalmente —y cotizados— del continente africano como El Anatsui o Ibrahim Mahama. Entre estas destacan las bellísimas geometrías del pasaje de Youssef Limoud (1964, Giza, Egipto) formadas por objetos sin función que se convierten en estructuras frágiles de deshechos o ruinas, un tipo de geografía que en realidad tiene mucho que ver con la realidad resultado de la violencia causada por el hombre, la naturaleza o el paso del tiempo. Son estructuras que formalmente parecen futuristas pero también remiten al presente precario en el que vivimos.

Si en este espacio se pretende hacer una visión del continente africano y su realidad cultural, la fotografía también aparece como una herramienta de herencia colonial que en la actualidad sirve para documentar y archivar una historia hecha desde sus habitantes. Es el caso de las fotografías de reyes de Nigeria de George Osodi: retratos de personajes cansados que se esfuerzan en mantener cierta áurea de solemnidad en una realidad poscolonial muy diferente. O también las bellas composiciones de imágenes de lo cotidiano de Vivian Sassen. Si bien no africanas pero en relación con la negritud, cabe destacar las sencillas pinturas de la serie Sinos e caprinos de Dalton Paula (Brasilia, 1982) que nos introducen a territorios negros y simbologías que tienen que ver con lo místico y lo cotidiano.

El tercer espacio se sitúa en la planta baja del Memorial do Rio Grande do Sul y es realmente donde el discurso adquiere un lenguaje contemporáneo y de cierta frescura. Los trabajos tratan de la criollización a través de la tecnología, de los idiomas, de la música o la religión. Dos pinturas de Paulo Nimer Pjota (1988, Sao José de Rio Preto, BR) nos trasportan a la imaginería contemporánea de la calle, con diseños de las pegatinas de coches “tunning” o pequeñas réplicas de esculturas indígenas. Con un resultado diferente pero con la misma actualidad, Marco Montiel-Soto (Maracaibo, Venezuela, 1976) realiza la instalación Mal de mar hacia un triste trópico: in the distance of the eighth island a través de un ensamblaje de imágenes, dibujos, textos y mapas de un territorio poético del Atlántico, construido a partir de recuerdos y objetos recopilados por el artista. Obras que muestran capas de información desordenada que alude a la realidad digital contemporánea. También en este espacio se da voz a la población indígena, a través del documental de Anna Azevedo Nossa vida nao é um jogo [Nuestra vida no es un juego] que muestra imágenes de los Juegos Mundiales de los Pueblos Indígenas, en Palmas, Brasil, a la vez que se sucedía la propuesta de enmienda constitucional que transfiere el derecho a demarcar tierras indígenas del poder ejecutivo al Congreso de Brasil, fuertemente influenciado por el poderoso lobby de la gran agricultura que siempre ha estado opuesto a las reservas indígenas.

Con esta misma actitud de economía de medios, menos densa y más abierta, cabe destacar también el programa de exposiciones actual de otra institución en la ciudad, La Fundación Iberê Camargo —de visita obligada más allá de la arquitectura de Álvaro Siza— que funciona casi como contrapunto a la Bienal. Además, cada vez se hace más difícil encontrar exposiciones en un mismo museo que partan de puntos en común para trazar un discurso, experimenten nuevas formas y trabajen el espacio, lo que demuestra una curaduría que piensa en el conjunto.

Se parte de un discurso menos impositivo pero que alude a muchas de las cuestiones sugeridas en la bienal, que quedan implícitas de manera sutil en muchos de los trabajos que se presentan. La exposición colectiva Unânime Noite parte del cuento de Borges Las ruinas circulares para crear un ensayo abierto sobre los límites de la exposición en el tiempo y espacio. Una reflexión sobre la noche, el otro, o aquel lado oscuro o difícil de definir. Remite aquello que no es fácil ni entra en el discurso político. Lo más destacado de esta exposición es la creación de un paisaje amorfo, con piezas que salen de nuestro esquema preconcebido de la forma y duración que deben tener las obras. Una luz de varios colores (Elena Narbutaite), unas toallas que parecen alfombras voladoras (Daniel Jacoby) o una pequeña escultura escondida entre los árboles que sólo se ve por la ventana (Eduardo Haesbaert). O una enciclopedia inabarcable de textos (Débora Bolsoni). Las esculturas de Ana Mazzei (1980, São Paulo) son apoyos anatómicos para realizar posturas escultoras con el propio cuerpo. El video de Guerreiro do Divino Amor (1983, Rio de Janeiro), Esfinge, muestra una esfinge negra vestida en dorado sobre un fondo verde fluorescente.

En paralelo, la exposición individual de Daniel Frota también explora un momento espacio temporal anómalo como fue el eclipse solar de 1919 que tuvo lugar en la pequeña población de Sobral, en pleno sertão brasileño, esa zona semiárida que evoca el vacío de tierras vastas y las sequías que hacen que los pobres necesiten migrar hacia zonas más fértiles. Este juego de luz y sombra también funciona como elemento metafórico para entender la relación entre ciencia y creencias religiosas en la que se sitúa Brasil, y que por mucho que se refiera a un episodio de principios del siglo XX parece que vuelve a resurgir con gran fuerza. La exposición se compone de un video que funciona como documental del viaje del artista a la población y la narración de los hechos utilizando como recurso a dos “repentistas” o cantores de rima que explican su propia versión de la historia. En la sala contigua se presenta una elegante composición escultórica constituida por formas abstractas y un juego de luces.

En conclusión, si la bienal propone un discurso de acercamiento a través de dar voz a innúmeras culturas concretas, el punto de vista curatorial de Bernardo de Souza en Unânime Noite parece proponer lo contrario, un comenzar desde cero, desde la ficción, alejándose de lo humano. El texto de sala, escrito por el curador y artista lituano Raimundas Malasauskas empieza con la siguiente frase: «Sabes que en las próximas horas serás un humano. Nadie te ha dicho cómo es ni cómo proceder en tal situación.» Un recurso para formar pensamiento a través de la extrañeza, o incluso llegar a pensar otra perspectiva no racional fuera del espacio y tiempo. Aunque de momento sólo quede en palabras.

 

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